6/14/2005

He tardado cuatro meses y por fin llegué a la última línea de Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa. Nunca había convivido tantas madrugadas y tantos kilometros con una novela -con ningún libro-; es cierto, claro que he tardado más: por desidia o pérdida o aburrimiento o situaciones adversas pero, como ahora con la Catedral, nunca había experimentado el miedo al fin de un texto, el terror de contemplar cómo se deshace la última página en tus manos, cómo es que dejan de hablar esos, cómo es que ese mundo termina, nunca había prolongado la agonía. Y sí: se puede volver al principio y encontrar novedades, soprenderse con agrado, conocer al autor y sus técnicas pero, ya ha terminado, tarde o temprano tendrá que regresar a la oscuridad de un cajón apolillado de liberero. Era mi telenovela, carajo, puedo ser melodramático. ¿Y ahora, grito desde mi rincón en la cocina, dónde consigo otro Zavalita?

No hay comentarios.: