12/29/2006

y me fui
Parece que fue ayer. El primero de enero, como a las 10 de la mañana, ebrios, Chendo y yo salimos de casa del Jose. Chendo, en un idioma extraño, se ofreció a llevarme hasta mi casa; accedí. Una vez adentro, dormité con tranquilidad. Empecé a soñar con la luz de una vela que se balanceaba, danzaba con holganza, se alzaba hacia mí, me abrazaba, y ondulante se volvía, mientras bailaba, en la luz del sol, se expandía por todo mi campo de visión, hasta que, a través de mi párpados, se convirtió en el parabrisas, unas palmeras, cables, y un camión a toda máquina hacia nosotros, que veníamos en su carril; su claxón, claxón de camión, me sacó del ensueño. ¡Chendo!, grité. Él, que venía dormido, se espantó y dio un volantazo hacia la izquierda, nos subimos a la banqueta a madrazos y el camión pudo esquivarnos, claro, mentándonos la madre. Volvimos a nuestro carril, la luz del sol, a través de mis párpados, se convirtió de nuevo en una vela, y su danza, de nuevo me atrapó. Desperté a las 4 de la tarde y recordé el suceso; le marqué de inmediato a Chendo: Chendo, ¿cómo estás?, dije. Él: bien, todavía medio pedo. Qué alivio, pensé. Gracias por traerme, dijo Chendo. ¿Qué? Sí, me trajiste, estacionaste el coche y te fuiste a tu casa caminando, ¿no? ¿Lo sabes o lo supones?, pregunté. No sé, dijo él, no me acuerdo bien, ¿tú? No, pues yo tampoco recuerdo, dije. Colgamos con la duda, y cada quien con la suposición más placentera en la conciencia.
Así inició mi 2006, año, dentro de lo que cabe, fascinante; lleno de emociones: unas contenidas, otras expresas; la mayoría contenidas, mierda.

12/20/2006

¿Qué hora es mamá? Las 9 y media, grita. Mierda, grito yo, tengo que estar a las 10 en el centro. Tengo mi desayuno con exnovia, con primer amor en serio. Salgo medio crudo de la casa, corro hasta la esquina, agarro un taxi, y adentro, sudando, visualizo: llego al restaurante, la veo, la beso y le digo: hola, de lo que te has perdido, maldita. No, mejor no: llego, la veo sentada con aspecto triste, me ve, se levanta y me dice: hola, ¿cómo estás?; y yo: estoy hecho un chingón, ahorrémonos eso y besémonos. No, mejor: llego, me siento a su lado, y ella: hola Andrei, gracias por invitarme a desayunar; y yo: hola exnovia, gracias por partirme el corazón, mira nomás, quién iba a decir que es lo mejor que alguien ha hecho por mí. Mucho mejor. Oaxaca es una ciudad pequeña, no da tiempo para muchas reflexiones: llego, bajo, pago, entro con el pecho inflado y una postura seudo militar, la veo de espaldas, qué bien, pienso, me acerco, la saludo y voltea: Hola Andrei, qué gusto verte. Mi cuerpo vuelve a su postura natural, la beso: Hola, qué guapa estás. Nos sentamos. Es el ejercicio, me dice, me convertí en bailarina, ¿sabías? No, no lo sabía. Sí, siempre fue mi sueño, más o menos desde que te fuiste regresé al ballet y a danza contemporánea. No me acordaba que ese fuera tu sueño, le digo, te ha sentado muy bien. ¿Y tú?, ¿qué haces?, ya me imagino, me dice: has de ser toda una joven promesa oaxaqueña en la capital. Ah, pues trabajo. ¿Y qué haces? Diseño. Qué emocionante. Pues no, no mucho, de hecho ahora lo siento tedioso. Pero seguro perteneces al glamour y estás siempre en fiestas y ganando concursos y dinero y en inauguraciones y todo eso. Pues no, algo, poquito. Bueno, eso no importa, lo importante es lo que tu quieres: ¿qué es lo que quieres? Eso: glamour, fiestas, concursos, inauguraciones. Ríe ella. Es en serio, le digo. Pues bueno, lo estás construyendo, ¿no? ¿Cómo puedo saberlo? Pues no sé, me dice, este año cómo lo recordarás, de qué te sentirás orgulloso. Déjame pensar, le digo, pienso y respondó: casi termino La Montaña Mágica de Thomas Mann. ¿Ese es tu mejor logro? Pues de eso me siento orgulloso. No te imaginaba tan básico a estas alturas de la vida. Es que no has leído a Mann, le digo, ¿cómo me imaginabas, entonces? Pues no sé: tú hablabas, soñabas, y yo escuchaba y ahora que veníamos a desayunar estaba segura que ibas a estar sonriente, realizado, se supone que te fuiste al de efe a triunfar. ¿Y qué significa triunfar? Para mí triunfar es poder bailar y tener mi negocio, pero para ti, según te recuerdo, todo soberbio por cierto, era algo más grande y absurdo, tenías ideas raras de reconocimiento, querías lograr lo que Klein, que te aplaudieran por tirarte al suelo o su equivalente. ¿Ah, sí? No lo tengo claro, me dice, el caso es que querías realizar sueños extraños, burlarte mientras eras reconocido. ¿En serio? Sí, yo veo que no estás bien en función de cómo te dejé, te veo desilusionado, triste. ¿No estoy bien en función de qué? A los 18 años eras una persona más interesante, ahora parece que respondes por responder, sin pensar en lo que estoy diciendo. ¿En serio? Ríe ella y luego dice: nunca imaginé, tú, Andrei, que algún día me dirías que lo que haces es tedioso, tú siempre estabas entusiasmado con lo tuyo. Es cierto. ¿Y entonces? No sé, el trabajo es el trabajo. ¿Sabes?, me dice, en esencia eres el mismo, ahora lo veo, eres inseguro; puedo apostar a que te va bien, y aún así estás deprimido e insatisfecho. Respondo: hace dos o tres años grabaron un guión a medias mío y le fue muy bien, no puedo decir que no me han publicado, la verdad, tengo varios cuentos, a algún tipo de gente le gustan, y en diseño gané cositas, me empezó a ir bien, gano dinero y ahora me alcanza para vivir solo en una casa sin puertas que tiene una escalera para subir y luego bajar. ¿Qué? Que no me ha ido tan mal, le digo, es la verdad. Suena muy bien, ¿ya ves?, ¿por qué estás triste?. ¿Estoy triste? ¡Sí!, qué piensas hacer para no seguir en ese tedio. ¿Quieres que renuncie? Pues no precisamente, pero lo tienes que resolver, ¿vas a dejar que pase el tiempo de esa forma sobre ti, con tedio?, ¿qué proyectos tienes en mente? Muchos, soy un chingón. Pues hazlos. ¿Cómo? Hazlos. Pues sí, pero ¿cómo? Hazlos, cuéntamelos. Terminar de leer La Montaña Mágica, al menos. Ríe ella. ¿Qué van a pedir?, pregunta el mesero. Los dos vemos la carta. Para mí es ilegible, no entiendo nada, no veo nada en la carta, no veo nada en el camino. Mientras ella pide, imagino la montaña mágica detrás de ella con un sin número de obstáculos y hasta arriba, desenfocada, lleno de bruma, nada claro, una bandera que dice: de aquí se lanzó Klein; abajo, yo, bastante nítido, con la carta desplegada: menú del día: diseñador con tedio y ansiedad, bañado en salsa de inspiración y nostalgia. Yo unas enfrijoladas con tasajo, digo, por favor. Se va el mesero. Supongo que protagonizo la novela de mi propia montaña, aunque no mágica, la novela de ese recorrido, esa que narra los obstáculos que apenas distingo, la novela que desde arriba de la montaña, algún día, vislumbraré: la novela de un oaxaqueño en el de efe que trabaja en su oficina, como diseñador gráfico, mientras sueña con escribir a partir de lo ya escrito, un diseñador que regresa a su casa sin puertas con escalera que sirve para subir y luego bajar, que imagina ideas de otros a través de sus obsesiones, ideas que vuelan y él atrapa con alucinaciones y alusiones y traumas anotadas, y que se prepara cafés como si estos lo inspiraran y le sirvieran para vislumbrar la creación que le otorgue el reconocimiento, al menos, de su primer amor en serio y que, precisamente, para lograrlo, se trata ni más ni menos que de ser feliz, de sentirse satisfecho con su creación. ¿Entonces?, pregunta ella. Pues sí tengo ideas, le digo, a veces pienso que no tienen razón de ser y aún así, me empeño en darles vueltas. Es que sí tienen razón de ser, dice ella, son tus imaginerías, ¿qué seríamos sin ellas?, y ella misma se responde: seríamos exactamente iguales. Silencio. No sabes lo contundente de tu frase, le digo, me has dejado atónito, ¿sabes?, ahora que lo pienso: lo único que sigue sobre la marcha, sin trabas, es mi blog. Ahí está, dice ella. Le tengo mucho cariño. Claro, ¿de qué se trata? El tema soy yo, yo distorsionado por algunas licencias literarias, le digo, tú aparecerás distorsionada, este desayuno tiene que estar, sin duda, distorsinado para darle fuerza a algunas ideas que quiero transmitir, será la conversación más larga de mi blog. Qué orgullo, dice ella, lo visitaré y, en alguna medida, no volveré a ser la misma, ¿ves? Claro, le digo, ahora está un poco en línea con el conflicto de Oaxaca, pero pretendo ser un poco más universal, ya lo leerás. Oye, es cierto, ¿cómo ves todo esto de Oaxaca?, me dice, he leído a tu papá por cierto, estoy muy de acuerdo con él. Lo siento, le digo, veo que ya no seguimos la acción de mi trama personal ni descripción de ningún personaje, supongo que en este momento tendría que cortar el relato. ¿Pues qué quieres?, me dice, ¿que hablemos de ti en todo el desayuno?

12/18/2006

El olvido es una forma profunda del recuerdo, recuerdo que leí de Borges en ese libro que ahora olvido, y es el epígrafe del post que estará arriba, el post que viene en camino, el camino hacia el olvido.

12/14/2006

En algún café de Oaxaca, en algún baño. Leía sentado en el excusado, pues tres cafés me habían obligado, concentrado, el Diario de Gombrowicz, cuando de pronto se abre la puerta y se asoma un PFP. Me asusto, se perturba: nos miramos a los ojos. Su condición de policía sorprendió hasta tal punto mi condición humana, tan tenso fue el momento en que nuestras miradas se cruzaron, que me sentí confundido en tanto que hombre, es decir, en tanto que miembro de mi género, del género humano. Sentimiento extraño, que experimentaba probablemente por primera vez: la vergüenza del hombre frente al PFP. Le permití que me mirara, lo cual nos hizo iguales, yo también me convertí en policía, pero un policía extraño, hasta diría que lícito. Fingí naturalidad y reanudé mi lectura interrumpida, en la página 366, pero me sentía incómodo, en medio de una ciudad sitiada que me asediaba por todas partes, y que de alguna manera, me contemplaba. Perdón, dijo el PFP apenado conmigo, con el baño, con la ciudad, con el mundo, con su condición de policía; y cerró la puerta.

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De curioso sobre el librero del estudio, en casa de mis papás, encuentro un libro alemán con tapas blancas. El título: Poetas Chilenos Luchan Contra el Fascismo; año: 1977. Hace un par de días murió Pinochet; hojeo, pues, el libro, y no puedo evitar conmoverme, la tortura, la libertad, el futuro, los hombres y lo absurdo del tiempo. Ganas de llorar me aprietan el cuerpo, el cuerpo de un melodrámatico. Una constante: exiliados. Otra: esperan vivir lo suficente para contemplar la justicia social en latinoamérica, la independencia, ver derrocado el yugo de los yanquis. Otra constante: casi todos han muerto. Nombres: obvio: Neruda; pero también Jara, múltiples anónimos, Alegría, Coppola, Embry, Macías, Rokha, Gonzalo Rojas, y una importante camada, dice el prólogo, de nuevos poetas, los formadores del nuevo mundo poético chileno. Les dejo el poema de un, en ese entonces, joven entusiasta que tendría apenas, al momento de la publicación, 24 años:

Carta

Una ciudad llena de muros.
Santiago es triste al atardecer.
En el aire flotan incertidumbres.
Todo se pone difícil.
Pasa la patrulla,
los almacenes cierran temprano.
En la noche las farmacias
huelen a cuartel.

Otro día
y los niños van a la escuela
para volver llorando
impresionantes cadáveres
pegados a sus ojos.

Roberto Bolaño


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No es mezcal lo que me emborracha, es nostalgia.


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Mañana: desayuno con ex-novia, con primer amor en serio. Después de años de rencor, de mi parte, y a pesar de haberla perdonado hace tiempo, por fin sostendremos una conversación sin rebabas y a solas; una charla entre desconocidos.

12/13/2006

Acabo de cometer la pendejada más grande del año y me arrepiento. Fuera de eso, algo dentro de mi cabeza está a punto de cuajar: quizá sea autodestructivo, quizá clarificador. Mis propósitos de año nuevo serán muy distintos, ahora veo, de lo que yo proyectaba hace una semana. ¿Qué ha pasado? Nada.
Oaxaca en silencio; el amanecer es más plástico e inspirador que nunca. La cacería está que arde; los ulisistas, cual perros, olfatean, persiguen, atrapan; cual perros, señalan sin juzgar, con odio, a diestra y siniestra: amordazan. Si estás en contra de Ulises, mejor conviene hablar en voz baja y con gente de confianza. Si estuviste en una barricada o les diste de comer: escóndete, o reza porque no tengan una fotografía tuya. Si marchaste: preocúpate. Si has matado a un reportero independiente, habitante del mundo: no te preocupes, eres libre. Si eres joven empleado del PRI y te infiltraste en la parte extrema de la APPO: ¡menos!: cumpliste tu misión al quemar edificios estratégicos, el gobierno te cubre. Si lo hiciste, quemaste, pero no eres infiltrado: verás a tus padres ir a verte a Nayarit o a Tamaulipas.
El antiulisismo sube. La conspiración es cada vez más efusiva. Los lazos: sonrisas a escondidas. Complicidad. ¿Sabes dónde está fulano? ¿Equis tiene orden de aprehensión? ¿Oiga doctora, y la doctora equis, escondida? Gente que ha tomado confianza en su conciencia. Gente honorable que no lo es sólo por hoy, por lo que dice, vándalos que no los son sólo por serlo.
El ulisismo, de por sí petulante, ahora se ufana: indigna. La estupidez crece y se contagia, sí: la estupidez crece y se contagia. La persecución se extralimita. Frustración colectiva: es insoportable que los corruptos triunfen. ¿Ya ven perros, qué pasa por estar en contra de los meros meros? ¿A ver? ¿Qué delito ha cometido Ulises, qué pueden comporbarle? Los lazos por conveniencia se fortalecen, aparentemente; qué pena me da esa gente.
Desaparecidos, escuchen: desaparecidas y desaparecidos. Señoras encarceladas. Niños golpeados; torturas; derechos humanos pasados por la entrepierna, mientras alguien se ríe. Policías y sus delitos, y su ley, y su impunidad. Un nuevo gobierno federal que confunde lucha con crimen, que le declara la guerra a la inconformidad, a la división casi natural; cuyo lindero entre el cumplimiento de sus leyes y el hoy extinto, se difumina.
Si Ulises permanece, será una señal muy clara. Esto se consume, nos consumimos. El freno parecía factible, parece. El combustible, es decir, el gobierno, parecía en crisis, sin embargo, en la antesala de las llamas, hoy lo sostienen amaparado en las leyes que son queroseno, en las instituciones, que son mecha; lo legitimizan, le otrogan la cabeza, que son un chingo de cabezas, le entregan la energía, la voluntad de un pueblo: al terco. Y parece, huele a que nos consumiremos. Sólo quedan ganas de escupirle al tiempo.

12/04/2006

Domingo, crudo, en la mañana. Es bueno tomar whisky. Tengo mucho trabajo, tengo trabajo. ¿Ir a la oficina? Doy vueltas y vueltas por el departamento. Como. Veo futbol. Hablo con mi familia en Oaxaca. Salgo a caminar. Cruzo una calle, dos, tres cuatro. Me detiene un semáforo. Pienso un minuto en las ideas de anoche. Muñeco verde. Cruzo otra calle, otra, otra otra, otra. ¿Oficina? Pienso en ir a la oficina y me inmovilizo. ¿Cine? No, creo que no. Entro a un café, compro un café, salgo, me detengo, sorbo al café. Hace frío. Pienso en ir a la oficina, pienso, pienso, pienso en otra parte, en huir, recuerdo mi saldo, siento calor en el estómago. Después de un minuto detenido, congelado, camino hacia mi casa, me han dado ganas de leer, de escribir lo que platiqué ayer en la noche. Tengo ganas de escribir. Corro. Quiero escribir. Corro, corro, corro. Entro a mi casa, el entusiasmo se esfuma. Camino, camino, doy vueltas adentro de mi casa. Subo la escalera que sirve para subir y luego bajar, pero arriba permanezco. Quiero hablar por teléfono. Agarro el diario de Gombrowicz. Me alivia, me distrae, diatribas y más diatribas. Coincidencia. Gombrowicz también está leyendo La Montaña Mágica de Mann y, qué raro, le parece buena, me hubiera dolido que le pareciera mala. Me emociono, siento algo raro en el pecho. Bajo de la escalera, busco La Montaña que he dejado un poco olvidada, la retmo con alegría, ¿en dónde me quedé?: Clawdia no ha vuelto, pero Castorp permanece enfermo y, enfermo, se inmiscuye en una confusa discusión entre Settembrini y Naphta sobre el ser humano o lo contrario. ¿De qué hablan? ¿Qué argumentan? ¿Cuáles son realmente sus ideas? La conversación es apasionada, dura veinte, treinta páginas; Naphta y Settembirini son elocuentes, yo no les entiendo nada, suena tan bien todo, pero no capto nada concreto. Es una de las discusiones más verosímiles que he leído. Castorp se anima a esquiar. Comienzo a aburrirme. Quiero hablar por teléfono. Se me ocurre escribir algo para mi blog. Abro el blog de Pitol (El Arte de la Fuga) para inspirarme, leo: notas sobre Thomas Mann. Pitol comienza a hablar de la Montaña Mágica. Coincidencia: de los novecientos episodios de La Montaña, justo apunta, Pitol, acerca de la discusión que, sobre la nieve y frente a Castorp, lidian Settembrini y Naphta. Mann, dice Pitol, nos evidencia: todos nuestros argumentos posibles, adolescen; cada discución que no es frente al vacío, es hueca y pretende. Tanto uno como el otro tiene razón hasta cierto punto, es decir, en el siglo veinte, nadie tiene razón y a la vez todos la tenemos. Eso he creído leer pero en realidad, mis propias ideas, no han dejado que me concentre, todas las palabras parecen ornamente, sigo el camino renglón por renglón, pero es mi pensamiento el que leo, las ideas de Pitol, repito, manchas, ornamento: siglo, fuerza, humanismo, carne, tomismo, dios, catolicismo, satán, determinismo, conjeturas, nieve, Gombrowicz, ¿Gombrowicz?, pierdo la atención a mis ideas y comienzo a concentrarme en el texto de Pitol: cita a su madre, la de Gombrowicz, y a su diario, el de Gombrowicz, en donde habla de Mann y La Montaña. Me mareo. Veo a Gombrowicz leyendo a Mann mientras este se le acerca y, al tiempo que se saludan, Pitol recuerda a Gombrowicz y lo ve donde yo lo veo, hablando con Mann, Gombrowicz ve a Pitol y lo invita a discutir sobre La Montaña, ahora que están al lado del autor. Oh, no, me apena, dice Mann, no los conozco, qué pena. Pitol: por favor, al menos sobre la discusión eterna entre Naphta y Settembrini. No, no, no, dice el buen Gombro, habla de la forma. No, dice Mann, ya sé, un dato personal: cuando escribía esa novela, La Montaña, era un fanático del diario de Kafka, no lo soltaba. Coincidencia, exclama Gombro, justo ahora lo leo, mientras escribo mi diario. Coincdencia, exclama entre carcajadas Pitol, justo ahora leo yo el diario de Mann y conozco ese dato, mientras te traduzco, Gombro, cuando lees el diario de Kafka. Y La Montaña, agrega Gombrowicz. Ríen todos, chocan sus vasos de whisky imaginario. Me mareo. De la penumbra aparece una figura. Oh, pero qué veo, dice Mann. Así es, susurra la sombra, soy yo, acá me tienen, ¿quieren hablar sobre las contradicciones del siglo veinte? Sale de la sombra: K. Lo veo, lo ven, los veo verlo, me mareo. Corro hacia el excusado: vomito, vomito, vomito. Mi cabeza, fría, duele y tiembla. Vomito de nuevo. Me levanto, sirvo un poco de agua dentro de un vaso, lo tomo y tomo. Me siento insignificante. La realidad es abrumadora, y yo, pequeño. Agarro mi mochila, salgo de mi casa, corro, corro hacia la oficina, a esconderme entre tanto trabajo.

11/30/2006

¿En serio se sienten apenados? A mí me da pena voltear y ver a nuestro país. Nuestro congreso no me da pena ni vergüenza. En verdad que me da risa, me carcajeo como nunca. ¿No? ¿Sólo a mí me parece jocoso el absurdo? Hay que tomarse en serio los problemas reales, no los viejos protocolos.

11/28/2006

Pobres de mis amigos: nuestras conversaciones son predecibles: mis tres temas recurrentes, en realidad son uno solo: yo. Aunque el mayor de esos temas recurrentes se ha convertido en una simulación para practicar, de mi parte, mecanismos narrativos, no escritos, hablados, que se sitúan en el presente histórico y sobre todo en el ingenuo postpretérito, que a mí me sirve como eso: como simulación del futuro, qué tierno. ¿Tiene éxito ese tema?: por meses la gente cercana ha estado al tanto, me llaman para obtener su nuevo capítulo y hasta hacen comentarios. Quizá sea la emoción con la que abordo ese tema recurrente, o porque me apasiona hablar de ello, o porque le da sentido a la vida cotidiana, o porque les preocupa mi grado de delirio. Por debajo de este blog esos tres temas, valga el lugar común, se han entretejido, se han cruzado, volteado a ver, se han abrazado, sumado y multiplicado; detrás de las comas estoy yo y mis tres obsesiones, que en realidad son veintisiete entre nueve. Todo eso es un pretexto para algo, fluye por un cauce, escurre hacia un sentido. ¿Cómo? Hace poco alguien me vio releyendo mis previous posts, nunca nadie me había visto dentro del blog; tuve que confesar mi obsesión por releerme, por cambiar de lugar las comas y luego volverlas a poner; me miró asombrado y luego dijo o no dijo: un reflejo de tu obsesión contigo mismo. Pensé en eso toda la tarde. Me releo porque me recuerdo, porque me creo que creo y entonces creo: me invento. Mis textos están dirigidos a alguien, a mi lector ideal, quien quiera que sea, y por eso cada coma me preocupa, cada idea; por eso de este blog chorrean mis tres temas recurrentes, si se le pone atención; parecida a la razón por la que cada quien camina como camina y habla como habla. Vuelvo a la reflexión inicial. Presiento que mis amigos esperan un nuevo tema de conversación, conozco a mi público, lo intuyo. Y al mismo tiempo me siento tentado a borrar todo esto: a escribir desde otra parte; las dos intenciones son bastante parecidas, quizá sean la misma. Entiendo: me he vuelto aburrido.

11/19/2006

Amanezco con líneas ya escritas en la mente, con palabras, con comas previamente acomodadas. Despierto en mi cama de niño, prendo la computadora, busco una foto, la encuentro y la veo, me inspira, abro el word y escribo. Oaxaca no está en calma, está triste, aletargada. Me preocupa. Ayer que bajé del autobús noté su alma apagada. La gente está ahí, en la terminal, arriba de los taxis, adentro de los negocios, camina por las calles, con su carne, sus huesos y sus voces, pero ausentes, despojados de algo, heridos de alguna parte invisible; todos, esos y aquellos, y los de en medio. Oaxaca pide a gritos una purga, no se contiene, y sin embargo, la contienen; pide arder, es la verdad, pide arder, pide resurigir de las cenizas, y, en la aparente calma, se siente frustrada; toda: esa y aquella, y lo de en medio. En el autobús, ayer, desde el cerro del fortín, vi a la misma Oaxaca de siempre, inamovible, bella, verdadera. No obstante el aire es distinto, denso, sus colores opacos, sus rostros asombrados. Veo de nuevo la foto que abrí, me levanto a servirme una taza de café y vuelvo, a escribir. Me siento lejos de Oaxaca, igual que cuando era niño, la siento distante, indiferente. Si después de este caos todo vuelve al mismo lugar, nada estará en su sitio, Oaxaca estará incómoda, forzada, estresada. Los lunes serán cada vez más insoportables, y el domingo, más agonizante. Cada grito será contenido en el pecho, cada golpe no dado: calor concentrado en el cuerpo, cada rabia: un apretón de dientes. La aparente calma la destruye por dentro. Esa sonrisa fingida que se empeñan en sostenerle, podría crearle una parálisis facial, o péor aún: cáncer. Cierro el word, bebo café, aclaro mi garganta, veo de nuevo la foto: es un graffiti, una barda de tantas en el DF del año 2000. Es horrible; la tomé porque quería guardar el momento, recuerdo: Acababa de salir de Oaxaca y en mi universo adolescente el graffiti significaba mi armonía con el mundo, con el presente, con el aquí y ahora en todas partes al unísono; y ese graffiti, el de la foto, cuando me lo encontré, me miró y me dijo: bienvenido al resto de tus días, no hay marcha atrás.

11/18/2006

Hoy, dentro del autobús. 7 horas de trayecto hacia Oaxaca. Me abordaron tantas ideas, mientras veía por la ventanilla, que me sentí verdaderamente un genio [¿Contra quién compito? Contra mí, quisiera creer.], saqué mi libreta y apunté todo antes de que se me olvidara, [esa revista, obra maestra, la novela que no es novela, la que sí lo es, ese cuento que son muchos, los muchos que son Oaxaca, ese otro con aguda dedicatoria, y el otro, y el otro que empujará a los moribundos, y el otro que será una luz, y un soporte a esa luz, y un guion para mí, y el juego de azar y el microdocumental y la obra de teatro sin tiempo, y ella y ella: el poema] y, mientras apuntaba, las ideas crecían y chorreaban, escurrían por el lápiz, incontrolables, geniales, arrogantes; abrumador, euforia, satisfacción: la cabeza sudada de un hombre enmarcada en una ventanilla a 90 km/h detrás de esta montaña, detrás de ésta otra, detrás de esa y la de allá; el espíritu contrito. Oaxaca estaba cerca, en la tierra; Andrei, en su esfera, dentro del humo que le mutila las manos, y las piernas.

11/06/2006

Este post no está terminado: ¿Y qué chingaos?, de todas formas lo publico; he dicho otras veces: debemos comenzar a apreciar los fragmentos incompletos, las versiones por encima del producto final:

Soñé que entrábamos a una galería en ruinas y, a juzgar por tu rostro ansioso, me mirabas esperando a que me gustara. Dentro de la galería, en vez de admirar una pared llena de cuadros cuadrados, en completa oscuridad vimos una multitud de personas, de pronto, como función teatral, el primer cuadro se acerca a nosotros, se trata de un señor de barba, aunque nunca haya visto una foto de Gombrowicz, te digo: es Witold Gombrowicz sin playera, trae un pantalón de viejo, es de mañana, estamos en su baño y, al parecer, comienza su día, se enjuaga el rostro con agua imaginaria, nos ve como si fuéramos su espejo, entonces, emocionado, se acerca demasiado a ti, se echa crema de afeitar en todo el rostro, te ve fijamente y saca su navaja, voltea hacia mí, soy su espejo, comienza a rasurarse de arriba abajo con una ilusión enajenante, sus ojos son mis ojos cuando pienso en el futuro, sin embargo, acelera el ritmo de su rasurada, parece poseído, se quita toda la barba y sigue de arriba a abajo, raspa su piel con entusiasmo, empieza a sangrar a chorros, aprieta su mandíbula, me ve con emoción, se rasura el cuello, se corta la yugular, la sangre me salpica y el rasurado Gomrbowicz sangrante vuelve a la multitud. Volteas a verme para ver que me ha parecido y, antes de que pueda abrir la boca, proviene de la multitud un segundo cuadro. Se trata del mismo Gombrowicz, ahora rasurado, que contempla de lejos a una señora toser y toser. La tos me perturba, también al recién rasurado; al resto de la multitud, incluyéndote, les parece de lo más normal, incluso a algunos les provoca risa; no obstante, suena tan angustiante, para mí, la tos, que comienza a atormentarme y, entre más atención le pongo, más fuerte es la tos, las flemas más amarillas se escurren al piso, más se retuerce ella, tose y tose a punto de morir ahogada, como si fuera asmática y tuviera un gato en la garganta, siento ansiedad, impotencia, quiero aliviarla, ayudarla, pero sé que es un cuadro, es ridículo pensar en pasarle un vaso de agua, en eso pienso y se tira al suelo a seguir tosiendo y retorciéndose y, a rastras, vuelve a la multitud empujada por Gombrowicz. El tercer cuadro se nos acerca, soy yo, me acerco a ti, te veo, me alejo, soy yo, me alejo, rodeo mi boca con las manos, estoy a punto de gritar, de mi pecho siento como el otro yo está a punto de gritar, siento el aullido en mi garganta, no quiero soltarlo, el otro yo de lejos me contempla, me espera, sabe que la decisión del grito está en mi garganta, lo suelto, antes de mi voz hay una grieta y por ahí se escapa el grito, el otro yo de lejos, se queda estático, sin poder soltar su emoción, te ve, se aleja, vuelve a la multitud y aplaudes y aplaudo. Como todo sueño, está sujeto a mi interpretación. Desperté y lo relacioné de inmediato con la conversación que tuve, el domingo pasado, con mi padre. Me preguntó cómo me iba en el amor; le contesté. Me aconsejó que dejara de agobiarme tanto por el futuro y que apreciara más el presente, que disfrutara, que diera todo ahora y no recular por el miedo al mañana. Disfruta, me dijo, deja esa pinche ansiedad, si entregas algo, hazlo por ti, y no por esperar algo a cambio, mañana se te devolverá por la misma u otra vía. Más que a mi situación amorosa, esas palabras, me aliviaron a varios niveles, incluyendo mis ganas de escribir. Por pensar en escribir el gran cuento, me quedo en el vacío. Creo que ese primer cuadro del sueño, en cierta forma, me ha propuesto escribirlo, transmitirlo. Lo único que se me ocurre es hacerlo cuento. Me propone crear ahora y no en el futuro, es decir, debo actuar sin pensar en la posibilidad de contradecirme en el mañana. La forma de quitarme esa ansiedad es, supongo, escribiendo. La ansiedad que me provocas es parecida a la de mi ausente obra. Así que me pareció una buena idea comenzar por escribir el sueño, convertirlo en cuento. De inicio suena insensato, sin embargo, se me ocurrió narrar las tres escenas aisladas, tal como las soñé, sin un hilo conductor, sin nosotros en la galería, sin la galería. Pero entonces surgió la pregunta: ¿qué quiero contar con todo esto? ¿Por que pensar siempre en una anécdota? Recordé que precisamente suespendí mis pretensiones de narrador por no haber obtenido la beca. Quizá es momento de abordar de nuevo esas ideas de narrar las variables que afectan el rumbo de un texto. Poner énfasis en el proceso y no en el producto final, como si los cuentos fueran embutidos, chingá. Quizá el problema es ese: que no son cuentos, sobre todo cuando hablo de transmitir emociones con retazos de otros autores. A veces pienso que no me dieron la beca por mis ideas de robar de otros textos. ¿Por qué en la música los sampleos se aprecian con maestría?, ¿de qué privilegios goza la literatura para que yo no pueda meter líneas de otros autores en mis textos, en mis textos? Pero a lo que iba es a que quiero que mi cuento se interprete como a un sueño, sin ser sueño, por asociación de ideas que, al leerse, viaje directamente al inconsciente del lector. Quizás en vez de escribir un cuento de mi sueño lo que quiero es contar la ansiedad por contar cuentos, sin embargo, mi medio para lograrlo, el que se me ocurre, es un cuento derivado de un sueño. Por otra parte, ¿por qué Gombro? Cuando leo al buen Witold Gombrowicz es como si platicara con un amigo que me conoce bien, tal vez, dentro de mi sueño, simboliza mis insensatas aspiraciones, no sé, tal vez porque acababa de leerlo una noche antes. En fin, Gombrowicz es el polaco que fue a Argentina por unos días y, al bajar del barco estalló la guerra y tuvo que permanecer, ahí, en Buenos Aires, como 25 años. Manuel Puig dice en una novela que un asmático no podría vivir en Buenos Aires. En fin, el buen Gombro es el que, al subir al barco que lo llevaría de regreso a su Europa, les gritó a los argentinos: Maten a Borges. Todos quisiéramos decir maten a Borges, pues es sagrado en nuestro canon literario, en nuestra aura latinoamericana, en nuestra idea de aspirantes a europeos, sin embargo yo no podría hacerlo, lo admiro, Pierre Menard y Herbert Quain son cuentos intocables. Witold sí, por eso lo meto en mis sueños, quizá por eso quiero meterlo en mis textos, es el desenfadado que se atreve a romper las convenciones, que actúa para que, al contemplarlo, podamos liberarnos de esos pensamientos distorsionados. Él insulta a Borges para que nosotros no tengamos que hacerlo y podamos guardarlo a salvo en nuestra corazón de lectores, nos desahoga pues. Gombrowicz es mi personaje que iría a Oaxaca a gritar no sólo fuera Ulises Ruiz, gritaría: Maten a Toledo, olvídense de Juárez, es momento de dejar atrás las simulaciones, ¿entienden lo que pasa?, a crear nuevos simulacros, es el momento de despojarse de los escombros y pensar que el futuro es más valioso que el pasado. Otra vez vuelvo a pensar en el futuro, pienso y pienso pero no escribo ese cuento. Hay que actuar ya. Tengo que escribir ese cuento. También influye el hecho de que Oscar haya escrito un buen cuento, me entusiasma, sinceramente, pero en algún nivel me obliga a escribir pues ya no sé si mi forma de pensar es una creación de su ficción o si su forma de ver la ficción es una creación mía; en todo caso, es una especie de alma amiga: a los dos nos aterra tanto parecer decadentes que preferimos ser gente ordinaria con trabajos ordinarios a intentar ser originales; por miedo a parecer decadentes preferimos, espero hablar también por él, nuestra obra ausente. Esa idea de adelantarnos, de pensar en el mañana, nos frena. Como si realmente creyéramos que la literatura tiene un mañana. El otro día, al colmo de aceptar nuestra poca creatividad y nuestra tendencia al plagio, o mejor, a la reproducción, a la reproducción, a la reproducción, y cediendo a nuestro impulso por parecer originales, decidimos crear una banda de rock que se llamara The Beatles, lo único malo es que no conocemos ni una nota musical y además tenemos pésimo ritmo, de modo que esa idea, como tantas otras, volvió al cajón. Tal vez fue nuestra forma de matar a Borges. De nuevo: esa ansiedad ¿Qué se oculta detrás de toda esta ansiedad? Qué tiene que ver la velocidad con el tocino, diríame el buen Gombro levantando su voz de seudo aristócrata. El caso es que Oscar comienza a actuar, a trabajar, y yo, puro pensamiento y nada de práctica. Al cuento. Trato de escribir pero no encuentro la unidad, sé que algo ata a los tres cuadros de la galería, sé que tú me llevaste a ese sueño por alguna razón, algo anda ahí: mi dilema es conocer si el embalaje se suscita en el tiempo, es decir, sucede una cosa y luego otra y los intermedios lo explican todo, o sí los intermedios no existen y entonces el cuento es la asociación de ideas que libremente hace cada lector, en cuyo caso, contaría tantos cuentos como lectores lo leyeran. ¿Cómo darle peso específico a esa idea, desarrollarla y organizarla en un cuento, cuando mi tiempo es el de un diseñador gráfico, un tiempo que nadie respeta? ¿Cómo darle forma con alusiones que no puedo extraer de mí mismo en toda su plenitud? ¿Con líneas copiadas casi textuales al diario del buen Gombro? Me quedo inconfeso, ante ti, y fragmentario, impotente ante el absurdo que me distorsiona.

11/02/2006

2 de noviembre de 2006. Cinco señores, es decir, ciudad universitaria de Oaxaca, le habla al mundo. Lo que faltaba. En estos momentos, mientras tecleo, jóvenes oaxaqueños defienden la autonomía de su universidad ante la "paz" que intenta imponer la PFP, mientras estos, la PFP, agreden sin distingo, ni cordura, ni alma, bueno, después de todo son policías. No sé qué digo. Mi solidaridad, desde acá, con ellos, con los universitarios, con mis coetáneos, mis compañeros de primaria, de secundaria, gente que ha pasado por mis ojos. Solidaridad con Radio Universidad. Organización. Si es que mi repudio existe más allá de una simple postura, manifiesto mi repudio a Ulises Ruiz, a la clase priista que a toda costa defiende su modus vivendi, mi repudio a la burocracia agachona y manipulada, mi repudio a sus mercenarios, sus porros y sus abogados. Yo, como alemanes, franceses, españoles, neoyorquinos y uno que otro mexicano, me solidarizo con Oaxaca, protesto contra este avance de la PFP, y pésima decisión de este gobierno, desde siempre, inepto; pido la renuncia de Ulises Ruiz, juicios políticos, y la ubicación de más de 60 desaparecidos. Lástima, las pinzitas de las que se sostiene este país, sufren un macizo martillazo.

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Sr. Smith.- Caimán.
Sr. Martin.- Vamos a abofetear a Ulises.

Diálogo de La Cantante Calva, 1954, de Eugene Ionesco.

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En Oaxaca, cuando era niño, recuerdo, estos días salía con mis vecinos a las calles a pedir muertos, no halloween, no para mi calaverita, en Oaxaca se piden muertos. Imagino hoy en la noche a una multitud de niños disfrazados, gritando: "Queremos muertos, queremos muertos". Desde la melancolía, pienso que todos esos niños, sin duda, hoy en la noche, comprenderán la diferencia entre lenguaje figurado y lenguaje literal.

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Indignación. La PFP se resguardó en el panteón general de la ciudad de Oaxaca para cubrirse de la resitencia y, para esto, descargó bombas de gas lacrimógeno sobre la gente que, nomás por no romper con la tradición, ahí se encontraba velando a sus muertos. Día de muertos en Oaxaca, cuánta redundancia.

10/31/2006


"A las 18:00 hrs del 30 de octubre cerca de 80 personas [entre ellas el pinche Osvaldo, amigo que se le puede observar al centro de la imagen] se concentraron en Plaza la Iéna a media calle de la embajada de México en Paris, para exigir al gobierno de Vicente Fox que pare la intervención de la PFP en el estado de Oaxaca, que detenga la represión en contra de los miembros de la APPO; se gritaron consignas "Ya cayo, ya cayo, Ulises ya cayó" y el grito más recurrente de los manifestantes fue el de ASESINO, refiriéndose al gobierno de Ulises Ruiz Ortiz solapado por el presidente Vicente Fox. La manifestación estuvo todo el tiempo rodeada por un centenar de polícas anti-disturbios que obligaron a los manifestantes a retirarse de enfrente de la embajada e irse a la plaza antes mencionada.
"Después un grupo de manifestantes fueron al edificio del Periódico Libération a hablar con los editores en jefe de éste rotativo para exigir que cambie su línea editorial con respecto a las notas que pública al referirse a los acontecimientos en el estado del sur del país." (La nota fue tomada de indymedia.)

10/30/2006

Pues ya está: se ha resuelto el problema de Oaxaca, se escucha, ha terminado. Sentimos que, al contrario, el problema es profundo: apenas comienza. ¿Qué puedo hacer yo? Pues sí, escribir, escribir con toda la emoción que contengo en el estómago.
Siempre he pensado que los seres humanos somo generosos, que la vida es sobrecogedora y por lo tanto, a pesar de todo, debemos ser felices. A pesar de que el individualismo al extremo es el camino. Que la humanidad avanza hacia la desigualdad total y es irreparable, infrenable, inobstaculizable. Que el mundo global y, al mismo tiempo, egoísta, es infranqueable. Que el ser humano camina hacia la uniformidad de ideas y, paradójicamente, al excluyentismo, en donde el resto de la humanidad no sólo no importa, apesta. A pesar de todo eso, que yo veía irremediable, habría que amanecer con ánimo, pensaba, es la época que nos ha tocado. A pesar de mi ascendencia reflexiva, internacionalista, combativa y social, he sido un cínico. Hoy amanece y me siento distinto. Imagino que sólo han exprimido un barro, la grasa podrida de este mundo enfermo es abominable, hay arterias a punto de taparse; sólo se ha apretado un barro y, entre tantas lonjas, volverá a hacer erupción, ahí mismo o en otras partes. Veo un mundo convalesciente, Oaxaca es un síntoma. Veo formas que caducan, el Estado de Oaxaca es un poco de moho. Carajo, hoy me siento más oaxaqueño que nunca, más ser humano que nunca, y hoy, más que nunca, mi optimismo es insoportable pues, ebrio de ingenuidad, o inocencia, veo que este mundo puede ser diferente.

10/29/2006


Se trata de un acto en Madrid, hoy, por Oaxaca.

¡Cuánta tensión!
Todo Oaxaca oye en este momento Radio Universidad.
Si no fuera por Indy Media en internet, yo ya me hubiera jalado los pelos. Sigo la entrada de la PFP en vivo, siento escalofríos intensos. Me concentro en visualizar lo que escucho. Siento lagrimas en la garganta, gritos en el estómago, puños tensos en el pecho.

29 de octubre de 2006. Oaxaca le habla al mundo.
Me despierto. Barro mi casa. No controlo mi ansiedad. Decido caminar, abro la puerta y no hace tanto frío como ayer. Pienso en gritar, no puedo gritar, mi voz se apaga. Salgo a la calle. Cierro la puerta. ¿Retroceder o permanecer? Eso ha de preguntarse la gente en Oaxaca. Camino, pienso, la gente que quiero tiene miedo, está indignada. El pueblo de Oaxaca se siente humillado, resentido, desean darle una lección de resistencia pacífica al mundo. Mi repudio total a la entrada de la fuerza pública en la ciudad de Oaxaca. Mi repudio a Ulises Ruiz y sus abyectos mercenarios, sus provocaciones y su estirpe, causa real de todo esto. Mi repudio total a la política mexicana, a esa especie que ensalsa leyes incoherentes, protocolos anquilosados, falsas ideas de instituciones democráticas; democracia ausente por encima de sangre derramada en la ciudad más bella del mundo.

Entro a un café internet. Rodeado de una docena de personas, me siento infinitamente solo. No estoy aquí. En el colmo de la exhibición, asumo mi impotencia ante ustedes. Quizá habría hecho mejor al intentar a toda costa arribar a mi ciudad. Quizá haría mejor en ayudara a la APPO a buscar a Ulises. Quien lea esto en el extranjero, asista a las marchas en contra de nuestro gobierno. ¿Cómo gritarle a Fox que es de la peor de las mierdas? ¿Quién tiene el teléfono de Abascal? Lo único que puedo hacer es mandar mails y escribir en mi pequeño blog. ¿De qué sirve?

La rayuela de hoy en la jornada:

"Ventajas del puritanismo. Se desgarran las vestiduras ante conductas sexuales heterodoxas, pero consideran éticamente intachable el sostener a mandatarios matones."

10/27/2006

Hoy en la noche iba hacia Oaxaca. Es inútil ir, no me van a dejar pasar, ya están cerradas las carreteras. Siento una frustración distinta a la común, ¿es frustración o miedo?, ¿es frustración o impotencia? Este será un fin de semana largo. Oaxaca, lejos, y yo, acá, en la nada.

10/20/2006

Nunca antes me había sentido tan lejos de Oaxaca como estos días. Escribo sobre eso, precisamente, a distancia. Adelanto cuatro líneas:

1.- En Oaxaca, darle causa a los conflictos por medio de las instituciones significa algo así como echar mierda sobre la mierda que apesta. El problema en Oaxaca son, de raíz, las instituciones, y sobre todo la creencia en ellas; éstas en Oaxaca, siguen siendo las mismas que en el resto del país creen haber derrocado desde hace veinte años.
2.- Decir que la intervención de los organismos federales, para resolver el conflicto, es herir la soberanía del estado de Oaxaca, es del peor sarcasmo que he escuchado; pinches derechistas no sean manchados. Ahora resulta que vivimos el federalismo en carne propia.
3.- Se ha perdido muchísimo dinero, lástima que la conciencia que se ha ganado no dé para tragar. Y cuando digo conciencia, no hablo de seudorevolucianarios que aprovechan el desmadre para satisfacer sus impulsos, sino de señoras que por fin han escuchado que su voz suena, que suena aunque nadie atienda. Y cuando digo dinero, bueno, me refiero a todo tipo de dinero.
4.- La caída de Ulises Ruiz sí soluciona el conflicto. No se trata de la banda que sale en los medios de comunicación. Se trata de una sociedad harta de estar rezagada, no sólo en educación (bueno, los maestros no han ayudado mucho, pero la política económica del país, del mundo, menos; y mucho menos ha ayudado la desigualdad social del país, y la apatía de los demás estados frente a Oaxaca, pues, como estado que aporta muy poco al erario, sólo hay que ponerle atención cuando la gente se pone loca). Y la caída no como persona, sino como simbolo del viejo priísmo que creen desaparecido en el resto del país, como simoblo de prácticas autoritarias, de los pésimos gobiernos, de las decisiones tomadas con injusticia, de la prepotencia frente a una población maleducada y desinformada, como símbolo de sonrisas cínicas dirigidas al poder real. De lo contrario, toda esa sociedad, los que no son la APPO y sí están en contra del gobernador y los ex gobrenadores que deberían someterse a jucios políticos, de lo contrario, decía, esa sociedad quedará frustrada y en estado de putrefacción, disfrazada, o diría mejor, aromatizada con encantos democráticos. Que Ulises Ruiz pida licencia no quiere decir que caerán los demás, nadie se preocupe, no todos los estados son Oaxaca, no todos los estados están resentidos contra el país, las fermentaciones sociales no son variables macroeconómicas, no en todos lo estados se percibe un aire de futilidad, e indiferencia, respecto al rumbo que se toma desde el centro, entiéndase como ocho o nueve personas.

10/18/2006

Este domingo tuve que ir a la oficina. El taxista cobró treinta pesos y yo sólo tenía un billete de cien. (Los domingos me despierto a las once de la mañana. Me tomo un café, hojeo revistas, leo y, a las doce, si juegan los pumas, veo a los pumas, si no, sigo leyendo hasta que me agarre de nuevo el sueño.) No tengo cambio, dijo el taxista. Qué pinche sol, dije yo, ¿qué?, ¿no va a cambiarlo? No puedo bajarme de la unidad, dijo él, cámbielo aquí en el vips. (Luego me gusta salir a caminar, por lo regular en busca de comida, los domingos las calles de mi colonia están solas; tal vez por eso me agrada.) Bajé encabronado del taxi, ¿me cambias este billete?, le dije a la cajera. No tengo, respondió con una sonrisa, además tendría que consumir. Salí del pinche vips y me topé con seis dark vaders que me saludaron. Saludé, ¿tendrán que me lo cambien? Ninguno hizo caso. (Algunas veces ni siquiera tengo hambre pero mi cuerpo me pide caminar, camino, camino por la sombra, por el pavimento y pienso en qué hacer por la tarde.) Regresé con el taxista y le dije: nadie me lo quiere cambiar, qué pinche sol hace, ahí palaotra, ¿no?, ¿cómo ve? El taxista, que cantaba a todo volumen el cubo de caló, le bajó al estéreo y dijo: ahí en el office, miré. Carajo, grité hacia mi estómago acalorado. (Así que después de caminar vuelvo cansado a mi casa, pongo la mesa y como de lo que haya encontrado, que casi siempre es un pollo rostizado, termino y veo hacia la pared.) El sábado en la noche había visto una obra de teatro: el miedo a los golpes; no sé que tenga que ver pero al momento de ir hacia el office max, unos diálogos de la obra cruzaron mi mente y me eché a correr al estacionamiento del edificio, con el cubo de caló a todo volumen al fondo, para mover el cubo basta ya, me escondí y luego subí a mi oficina. (No veo la tele, quizá me acuesto en la cama a ver la pared, me preparo un café y, casi por lo regular, me levanto para ir al cine o dar vueltas como idiota en alguna plaza.) Terminé lo que tenía que hacer en la oficina y apareció un temor raro: ¿y si bajo y ahí sigue el pinche taxista y, mientras canta la del pinche capitán, me cobra setecientos varos? Ya ni siquiera con el de cien me alcanza, pinche cajera del vips, pensé, me lo hubiera cambiado, pinches dark vaders, pinche capitán. Decidí no salir de la oficina hasta más tarde. Dos horas después el temor se multipilicó, pinche taxista, pensé, a estas alturas ya han de ser mil pesos y lo peor, el tape de caló ya debe haber terminado; así que una de dos: o ya puso uno de los hombres ge, o lo está escuchando por tercera vez y cada que escucha el rap del cubo, se acercenta su rabia y fortalece su espera. (Regreso entonces del cine o de caminar como idiota, me vuelvo a acostar en la cama, pienso en la dura semana, me resigno a confrontarla, a la semana, comienzo a desear que un nuevo domingo aparezca por las sábanas y, con toda tranquilidad, me duermo.) Pasó otra hora y pensé: cuánto le deberé ya a ese pobre taxista; debería estar de regreso en mi casa, recostado leyendo, o con los pumas corriendo por la tele. Bajé y, sin ver, corrí, corrí hasta llegar a la cineteca.

10/15/2006

Ahora que fui a Oaxaca, además de sentir miedo en la noche, ver las barricadas resguardadas por mi plomero y el que le abre la puerta a mi hermano en el trabajo, por decir algo, escuchar a los helicópteros, los aviones de la marina, ver las paredes pintadas por taggers con conciencia social, escuchar cohetones y en la radio a señoras llenas de rabia reclamar contra el gobierno, a niños cantar trova uruguaya y a viejos pedir a Dios que los dejara ver un cambio real en este, así escuché, neoliberal infierno. Además de ver, aún así, o por eso, el azul eléctrico del cielo con más intensidad que nunca, oler los anafres lejanos y el pan de yema cercano, además de ver a mi primaria desolada y polvorienta, igual que cuando ahí estudiaba. Además de limar tontas asperesas con uno de mis mejores amigos, carcajearnos y casi volver al idealismo y luego no, además de escuchar cómo una pareja de treinta o más años de casados se conoció, además de escuchar a mi sobrina reír y hablar, comunicarse, además de hablar de libros y tomar cafés interminables con mi mamá. Además de todo eso, mientras recorría la ciudad con mi hermano, como pretexto para platicar a solas, en una de esas me preguntó: oye Andrei, el día de tu cumple, ¿te acuerdas que vimos La Vida Acuática con Steve Zissou?, es cómica, ¿no?, nos cagamos de la risa pero por qué cuando Bill Murray ve al tiburón jaguar, Andrei, ¿por qué lloramos?, no entiendo, ¿tú puedes explicarme? No, le dije, no sé por qué lloramos.
Volví a la Ciudad de México. Entré a mi departamento y algo me hacía falta. Quise volver a Oaxaca en ese momento. Abrí La Montaña Mágica, e interminable, y leer me relajó.
Después de siete meses, por fin Hans Castorp, ya medio borracho, se ha decidido a hablarle a Clawdia, y ésta, con su encanto ruso, le reprocha su indecisión. Platican en francés de moral, filososfía, tuberculosis y tuberculosos, ríen en alemán y en ruso, se han adorado en silencio. Hans no está en sus cinco sentidos, ella sí. Él se toma a la ligera cuando ella, seria, le cuenta que se regresa a su tierra por un largo lapso de tiempo, unos seis meses. Hans ríe, disfruta el momento, hace bien, se bebe su piel, sostiene el suspenso de un beso, le maravilla, le adora. Al otro día sólo observa su partida. Pasa una semana y comienza a sufrir, parece que no le queda de otra más que mantenerse enfermo hasta su regreso, evitar a toda costa, ser dado de alta.

10/12/2006

Un domingo Andrei despertó con la imagen de un faro. Debía tomar una decisión, así que lo interpretó como esa necesidad de orientación que le contraía el estómago. Las decisiones son eslabones, pensó Andrei, son la cadena que nos ata al mundo. Un día antes le prestaron Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi. Curiosamente, una noche antes, le habían entrado ganas de hablar portugués. Así que el domingo en la mañana, después de pensar en ese faro, tomó el libro, que trata sobre un periodista en Lisboa, se aventó a la cama y no lo soltó hasta terminarlo. Quizá esperaba aprender una que otra palabra en portugués; aprendió mucho más, quizá. Al cerrarlo, no entendía cómo andaba tan campante por la vida sin haberlo leído. Todos debemos leer Sostiene Pereira, pensó Andrei al guardarlo, no importa cuando, bueno, sí importa cuando: lo antes posible. O al menos antes de que sea demasiado tarde, dijo en voz alta. Me gustaría saber qué opina Pereira de mi caso, pensaba Andrei mientras seguía al narrador, pero Pereira estaba tan inmerso en su propios problemas, que no fue sino hasta al final cuando le contestó, sostiene haberlo escuchado, Andrei, a Pereira, aconsejarle. Con la firme convicción de que su decisión era la correcta, Andrei se levantó de la cama, entonces, inspirado. Traía en la punta de la lengua un cuento y quiso aprovechar el momento para redactarlo. Parco, hosquedad, llanura: pensó Andrei al leer su cuento: como siempre que escribo emocionado. Revisó sus libros favoritos para inspirarse. Encontró a Vila-Matas y dijo: él tiene el talento para quitarme lo aburrido, o me parece tan noble como para copiarle, en todo caso, es en estos momentos, necesario, dijo. Abrió pues El Viento Ligero de Parma, que ya se ha convertido en su catálogo de trucos, y se detuvo un momento en un texto llamado Mastroianni-sur-mer, se detuvo en él porque Marcelo Mastorianni aparece en la portada de Sostiene Pereira, y porque a Andrei le gustan las coincidencias, así que lo leyó y, en el párrafo final, se quedó algo perplejo, decidió tomarlo como señal de Vila-Matas, de Mastroianni, de Tabucchi, es decir, como consejo:

“el faro lanzaba destellos intermitentes, la noche era apacible, casi tropical; pero yo llegaría en seguida a mi faro, lo sentía, estaba cerca, bastaba esperar que en la noche me mandase una señal de luz, no dejaría escapar esa ocasión, no atormentaría a mi vejez con reproches por no haber ido al faro”.

9/22/2006

Gente cercana dijo: no te preocupes, ya llegará en su momento. Unos: es cuestión de buscar, tampoco esperes a que te caiga del cielo. Otros: ¿por qué no te mueves y obtienes lo que deseas? Y yo: no, nunca, nunca, parece que nunca tendré un refrigerador.

Ayer:

Salgo de la oficina relativamente temprano. Levanto mi cabeza y miro al sol, escucho cláxones, respiro el tiempo.
Llego a mi casa, me recuesto. Veinte minutos después: tocan a la puerta. Abro. Oscar dice: vámonos. Yo: correcto, ¿suéter, sudaderita o saco? Él: chamarra, va a llover.

Subimos al microbús. Vemos por la ventanilla. Pensamos: en alguien cada quien. El microbús avanza, se detiene y avanza. Escuchamos el paso del gigante, una magnífica pieza, coincidimos. Platicamos sobre el trabajo y sus complicaciones. Luego recordamos con nostalgia la escuela. Si eramos, gacho, huevones, dice él, nuestra ambición es tan cabrona que hasta nos ha hecho trabajar, concluye y ríe. Yo también río. Volvemos a callar.

Bajamos. Llegamos más temprano de lo planeado. Estamos en el centro histórico de la Ciudad de México. A mí no deja de asombrarme, lo digo, me siento afortunado cada que visito el centro. Antes de la fiesta, vemos una pequeña inauguración. Entramos a la galería, suponemos, de arte, con aspecto de obra negra. La galería es parte de la obra de arte. Ladrillos, cemento, tapiz a medias, todo en proceso; contemplación de procesos no acabados. Lee el texto Oscar y dice: me suena conocido. Coincido. No es arte procesual de hace cuarenta años. Mi indeterminación no me permite terminar lo que digo, mi frase se queda a medias, no termino el proceso. Tomamos cerveza y comemos bocadillos. Como buenos colados, vemos la obra superficialmente, sólo platicamos, quizá así deba ser. De vez en cuando digo Beuys (Bois), para no parecer lo que somos: neófitos. Vámonos ya, dice él, ya me cansé de estar aquí.

Entramos a la fiesta. También es una inauguración. No, dice Oscar, no, tendremos que chutarnos un documental para poder brindar. Pienso: todo fuera como ver un documental para tomar gratis. No hay problema, le digo, vengo con ánimo de ver lo que sea. ¿Huicholes? La verdad es que, a voluntad, jamás vería un documental sobre huicholes, ni desierto, ni peyote. Bostezo, me concentro, se me hace bueno, estoy en otro pensamiento, otra forma de ver el cosmos, el violín me gusta, estoy adentro, se me hace bueno, aparece la virgen de Guadalupe y problemas para mantener las tradiciones, y todo se cae. Termina. ¿Qué tal?, pregunta Oscar. Alzo los hombros. Él dice: si no fuera por lo incómodo que estaba, me hubiera dormido. Aplaudimos. Vamos a lo que venimos.

Llegamos a la barra. ¿Qué pedimos? Cerveza. No, dice él, pidamos brandy, hay que aprovechar que es gratis. No pongo objeción. Ah, la gente, la muchedumbre, el alcohol. Vemos a Marcela y su amiga. Oscar es ahora feliz: un brandy en cada mano y Marcela a un lado. Me hace feliz ver a mi amigo feliz y me entusiasmo. Platicamos, o mejor, divagamos. Veo a un ex jefe y su hermana. Voy hacia ellos, qué pasó, cómo estás, digo. Andrei, ¿pero qué te pasó?, dice su hermana. Embarnyció, dice él. Sí, Andrei, estás más gordito, dice ella. Intercambio un par de anécdotas, actualizo mi situación y de inmediato regreso a donde estaba, con la autoestima un poco baja. Deseo un refrigerador y lo digo. Ríen, comentan que es esencial en cualquier casa y entonces lo deseo más.

Después de tres brandys, el cuerpo se acalora y la mente distorsiona los comentarios. No sé de qué platicamos. Damos un par de vueltas. Vamos hacia la barra y han cerrado. Prenden la luz. Parece que es hora de irse, veo mi reloj y son las doce. Qué bueno, pienso, no tendré problemas para despertar, mañana tengo trabajo.

Discutimos en el coche de Marcela sobre cuál sería el paralelo a Maná en inglés. The Verve, no, Coldplay. No, señores, dice Marcela, la verdad es rotunda: Oasis. ¡No!, gritamos Oscar y yo, nos gusta Maná. Es feo darse cuenta de la cruda realidad. Recuerdo una canción y es verdad: don't go away, say what you say but say that you stay. Tiene razón, pero no, digo, lo peor de Maná es su voz, y no es la de los hermanos Gallagher. Ni la de Ashcroft, responde la amiga. En toda la noches hemos perdido todas las conversaciones. El brandy, por lo visto, no aporta mucha elocuencia. La calzada de Tlalpan. De volada estoy en mi casa. Gracias, me la he pasado muy bien hoy, les digo, y es cierto. Me despido, bajo. Marcela arranca y continúan con la discusión.

Entro a mi casa. Veo el espacio vacío; deseo un refrigerador. Imagino abriéndolo, lleno de cervezas, quesos y carnes frías. Me hace falta uno para satisfacer a mi espíritu consumista. Oigo ruido: música alta y conversaciones, palabras altisonantes. Salgo al patio común de la vecindad, veo una sombra de gente, varias personas chocando vasos y palmoteándose la espalda. Camino hacia allá. Vislumbro rostros, trato de reconocer voces. Me acerco.

¡Andrei!, sí viniste. Hola, digo, cómo estás Mateo. Lo abrazo. ¿Cómo te enteraste de mi despedida, cabrón? Nunca había visto a Mateo tan efusivo conmigo; es más, nunca le había escuchado más de cinco palabras en la misma frase. ¿Quién es? dice la chava que lo acompaña. Es Andrei, mi vecino, venga, Andrei, ¿quieres una cervecita? Bueno, le digo, qué gusto verte. Entra a su casa, la ventana en la que estamos es la de su cocina, así que lo vemos entrar, abrir su refri, sacar la cerveza y volver hacia nosotros. Afuera estamos unas diez personas. Adentro, imagino que más. Vuelve Mateo. ¿Entonces son vecinos? Sí, dice Mateo, pero es como la segunda vez que nos vemos desde que se mudó. Sí, le digo, nunca nos pedimos una taza de azúcar o algo así. Reímos. La chava se queda de a seis. Bueno, le digo yo, lo que pasa es que nos conocemos de antes. ¿De dónde? De, de, dice Mateo, de, no sé, creo que me lo encontré un par de veces en el cine. Ok, dice ella. Bueno, dice él, éntrale a la fiesta, te acompaño. Dejo de ver al refri y Mateo se queda atrás. Entro, hay seis personas en su comedor. Por suerte, algunos conocidos: veo a un ex vecino, al ex novio de una compañera del trabajo y a Daniel Giménez Cacho. Qué extraña puede ser la despedida de alguien. ¿Qué haces aquí?, dice Alex. Vivo aquí, en esta vecindad. Ah, sí es cierto. ¿Cómo va la chamba? Contesto. Veo la casa, muebles, cientos de bultitos. ¿Mateo es dealer? No, ¿eso?, todo eso está lleno de miel. Paredes de miel casera, dicen, es para vender. Miro las paredes. Se aparece Mateo. Supongo que sí deja vender miel, le digo, ¿a dónde te mudas? A Inglaterra. ¿A Inglaterra, a qué?, pensé que sólo te mudabas de casa. No, dice, voy a estudiar mi doctorado. Envidia. ¿Por qué todos huyen? Quizá yo también debería irme, pienso. Qué bien, qué gusto me da, le digo, ¿y qué vas a hacer con todo esto? Todavía no sé, David se queda con las llaves. ¿Y tu refri?, ¿qué piensas hacer con tu refri? Se lo voy a vender a este tipo, ¿cómo se llama?, no sé cómo se llama. No manches, Mateo, mejor regalámelo a mí. Sí sí sí, te lo vendo, dame 200 pesos, ven a verlo. Vamos hacia la cocina. Nada más que tiene unas bronquitas para abrir, dice, nada que la maña no pueda resolver. Ok, le digo, miro al refrigerador como si fuera una obra de arte procesual. ¿Cómo ves?, dice, lo abre. Muy bien, me gusta. Lo compré a mil varos hace tiempo, te lo dejo en 400. ¿Qué no dijiste que en 200? Ya lo pensé mejor, 400 está bien, sólo que también tiene problemas el congelador, congela demasiado. 300, entonces. Abre el congelador, veo nieve, veo una botella de absolut. Está bien, le digo, 400 con todo y botella y las chelas que sobren de la fiesta. Hecho. Estrechamos nuestras manos. Qué negocio, pienso. Le doy otro trago a mi cerveza. Creo que ya me voy, le digo, avísale a David que es mi refri. Sale. ¿Cuándo te vas? Mañana a la una. Sale, entonces yo me pongo de acuerdo con él. Traigo justo 400 pesos en la bolsa. Se los doy. Me dice: para mis cervezas en Londres, me tomaré unas a tu salud. Hombre, qué detalle, no sabes todas las cervezas que me tomaré a tu salud, Mateo, le digo. Me despido. Salgo contento. Me voy a dormir.

9/19/2006

En los últimos cuatro meses, este blog ha incremenado casi al doble sus visitas. Este aumento coincide con buenos comentarios fuera de la red, en la aparente realidad. Cada vez es más la gente que me visita y, en la mayoría de los casos, han afirmado coincidir a medias con mis opiniones. Más de uno ha felicitado mi salida del blog en clave para empezar a mostrar mis ideas y opiniones respecto, primero, al futbol, y después en torno al proceso electoral y poselectoral. Se me ha criticado no platicar sobre Oaxaca, pero eso está pronto a solucionarse; escribo un texto especial para eso aunque, por más que intento, no lo veo terminado. También otro sobre la desaparición de plutón. Lo que me entusiasma es saber que, quizá por morbo, comenzar a escribir sobre mis preocupaciones personales es el punto principal del incremento, según mi percepción; sobre todo gente que por distancia no puede saber qué es de mi vida a quemarropa y, noto, me visitan en silencio. En fin, todo esto como excusa para decir que he vuelto a la tranquilidad. Contrario a la incertidumbre y cobardía que me tenían encajuelado, ahora puedo decir que me siento fresco y lleno de ideas, relajado y con la mirada en el techo. Como la noche y el día, como la espalda y el pecho. Hace poco leí, no recuerdo donde, que quien no escribe una novela, no está en la realidad, o algo así; esa frase, o cita, me recuerda que a veces es difícil distinguir la actualidad de los esquemas remados por galeotes, y creo: sería mejor decir: quien no escribe un blog, no es encontrado en google. No sé hacia dónde caminamos; unos dicen que hacia la desaparición del autor, otros que al mercado salvaje de obras paupérrimas. No hay duda que esta época anuncia un oscurantismo literario, de contenidos huecos, y formas digeridas, en donde la censura aparecerá disfrazada de excesiva libertad, en dónde hasta el más idiota publicará y, por lo tanto, será quien más venda y, por lo tanto, volverá a publicar y, por lo tanto, marcará un estilo y, por lo tanto, lo más probable es que sólo serán leídos los autores sosos, baratos y aprobados por el mercado y las instituciones. Leo una aguda crítica sobre Zoe Valdés, la actual luminaria ganadora de jugosos premios, siento que debo dejar de decir "por lo tanto", por ejemplo, y luego veo que ese es el camino hacia la aclamación; Isabel Allende o Laura Esquivel ya nos lo habían advertido. No quiero pensar que la contraparte esté en no escribir, al contrario, sólo es cuestión de asumir el contexto y encontrar tu nicho en el mercado; que bien podría, ese target, ser el mismo autor (como en el caso de algunos blogs); el extremo sería que cada quien publique su obra y se convierta en su autor favorito; supongo que la misma era tecnológica nos dará las armas para permanecer y sellar algunas superficies, aunque, asumirlas, esas armas de la tecnología, de alguna forma significa corroborar que pertenecemos a la periferia, es decir, ser un blogger mexicano equivaldrá algo así como un tipo que cocina piedras desde afuera de la casa.

9/15/2006

Despierto con una ligera cruda. Tengo que ir al trabajo. Ayer mientras platicaba, recordé que me gusta narrar en primera persona, en presente, por eso me gusta el blog, yo creo. Salgo de mi casa, cierro la puerta. Camino hacia división del norte, me cierro la chamarra y pienso: ¿hoy es el grito? Me ve el taxista y se detiene. Veo en su rostro una tenue borrachera y ganas de discutir, no lo puedo decepcionar; además traigo buen ánimo: hoy saldré temprano de la oficina. ¿Hoy es el grito, no, señor? Cóm, claro ques hoy, bueno, si dejan, ¿no? A qué se refiere, le digo. Pueseso, que ya ni dejan, ya ni dejan dar el grito. Veo por dónde va la discusión y decido darle un giro incisivo: oiga señor, ¿por qué le da usted tanta importancia al grito? Cóm, todos somos mexicanos, ¿tú no? Ah, pienso, ya me habla de tú el señor, el dolorcito en la cabeza me hace decir: a ver, y qué con que seamos mexicanos. Cóm, es nuestra independencia, sino aqui starían los españoles, no nos dejarían hablar, no podemos decidir, digo, no decisión, no nada. Ah caray, le digo, entonces la independencia es librarse de los españoles. Cóm, ps claro, staríamos esclavos, para servirles, a ellos. Sí claro, en ésta a la derecha, por favor, y luego derecho. ¿En ésta?, com no, joven. Me ve por el retrovisor y dice: ¿qué?, ¿entonces no va a dar el grito? Vuelve a hablarme de usted, este hombre tiene ganas de platicar. Híjole, le digo, yo creo que no, no lo siento, pero antes de que me diga algo, no lo siento no porque no sea mexicano, sino porque se me hace falso. ¿Cóm? Yo creo que nomás nos gusta la fiesta, es evidente que me incluyo, nomás nos gusta ver a la familia y chupar, yo creo. ¿Cóm? Voltea a verme el taxista, incrédulo, supongo que checa mi piel, mi acento, vuelve la vista al frente. ¿Quién realmente siente el grito?, le digo, ¿no cree usted que el país entero finje? No, joven, noes para tanto. Sí, le digo con saña, piénselo señor, conozco mucha gente que preferiría ser dependientes a otro país, o a una empresa trasnacional, nomás vea a la gente del norte, es más, señor, ¿qué es un país? Ps, nuestra tierra, me dice. Le contesto: la tierra, señor, no es el ente que nos gobierna, la tierra es distinta a un país, ese ente que nos junta, fíjese, podría cambiar tan facilmente. ¿Y las tradiciones? Bueno, hay pasíes que comparten tradiciones, esas son de los seres humanos, señor, el ente ese del que le hablo, y que podría cambiar tan facilmente, se aprovecha de esas tradiciones para aglomerar, precisamente, pero, ¿quién realmente es México?, pues sí, usted y yo, pero también somos el mundo y también somos este taxi. ¿Cóm? Mire, me podría sacar de la manga que en esta esquina, que por cierto tenemos que dar vuelta a la izquierda, nosotros celebramos las vueltas, creamos un lazo, somos una comunidad, ¿ah?, ¿ríe?, así me río yo del grito, y no es nada contra el cura Hidalgo, que ahora conozco mejor gracias a Magú, y que todos deberíamos conocer por Ibargüengoitia, no es nada contra esas personas amables, es contra la fantasía de unidad nacional, y de que pertenecmos a una tierra. Ij, ps, joven, como quiera, yo no creo que sea así. No lo cree porque le gusta su fantasía, le gusta saber que nada depende de usted, que lo abraza un país, que lo defenderá de las catástrofes, de las guerras, le gusta saber que no está solo en este mundo, que se parece a ese señor del periódico, se siente orgulloso de los mexicanos futbolistas en europa, se siente orgulloso de su gobierno, de su jaula mental. Ajk, tch, ¿qué trae contra nosotros? Nada, olvídelo, sólo que hoy amanecí irlandés o colombiano, no sé; y no crea que es malinchismo, no es que yo quisiera haber nacido en otra parte, es sólo que, bueno, usted entiende. No. Yo tampoco, pero no me gusta ser un producto determinado, no siento que por querer a mi tierra tengo que fingir algunos ritos. Ps, si lo veasí, ¿ésta?, ¿esen ésta verdad? Sí, le digo, es en ésta.

9/08/2006

En los momentos tristes están los momentos felices, dijo mi hermano para consolarme al saber que no hubo tal beca. Tampoco es para patealear el hecho de no haberla obtenido, sólo creí, ingenuamente y con demasía, que mi proyecto era en verdad valioso y no vi por qué no habrían de reconocerlo otras mentes preocupadas por la literatura contemporánea. Quizá estaba equivocado, o borracho, cuando escribí esa solicitud y pensé que su contenido y forma le aportarían frescura a ese anquilosado gremio mexicano. Ni modo. Ya lo intentaré de nuevo, soy paciente por naturaleza, y también sé que no es la única vía para otorgarle credibilidad a tu creación. Lo sé o me han convencido de ello. En fin. Mientras platico y platico haría bien en escribir ese proyecto narrativo de todas formas. Lo soñé tanto en estos dos meses; al personaje, su atmósfera, sus palabras, que nomás por inercia se lo debo. Ya conozco la primera cuartilla. Se me han ocurrido tantos proyectos por despecho a la decisión de la fundación, que pienso que quizá haya sido lo mejor, a pesar de no tener un pretexto contundente para dejar mi empleo. Aunque la verdad, mi empleo no es tan infernal como para no tener tiempo de leer y escribir, quizá me succiona a fuerza la creativdad pero, paradójicamente, me siento mucho más creativo cuando no estoy en la oficina, es decir, el momento oportuno para escribir es justo cuando estoy en mi casa con la mirada en el techo. Cuando recibí la mala noticia, una buena se me daba al mismo tiempo. Perdí un año de ociosidad auspiciada pero, qué extraño, gané algo inexplicable, quizá la sensación de que una pena mía pueda ser pena para otra persona; o, visto de otra forma, saber que un cariño incontrolable es mutuo. Ya entenderán quienes entiendan. Esa tarde, pues, fui, sin mucho ánimo, al Palacio de Bellas Artes; a la presentación de la antología. De alguna forma mi autoestima subió, sobre todo cuando el maestro Gerardo de la Torre me presentó como el celebérrimo Andrei Vásquez, premio, quizá, ganado por ser un buen parroquiano, es decir, por ser buen compañero de chela. También pudo haber sido por estar orgulloso de mi cuento: "Nombre Falso". O tal vez lo dijo por ironía. Si fue así, a mí me gusta ese sarcasmo. Nunca publicarás, le dice Pío a Andrei Vásquez dentro de la lógica ficticia de "Nombre Falso"; y la verdad es que no me preocupa pues, tal vez a propósito, lo utilicé, a "Nombre Falso", para transmitir muchas de mis ideas y opiniones respecto a lo que para mí significa querer escribir. En fin, fue bueno ir a la presentación, hablar de ese cuento debe serme bueno para la circulación, digo "Nombre Falso" y me pongo como si hubiera tomado un litro de whisky; hubo hasta quien me dijo que mi cuento era de sus favoritos; y lo mejor, otra persona dijo que mi texto era tan interesante que debería de pensar en meter un proyecto de beca. Después de Bellas Artes fui con Regina a celebrar o saborear la pena, no sabíamos muy bien; en todo caso, para mí fue una de las mejores noches de mi vida: el gran centro histórico, cerveza león, salsa, baile, ella, su cabellera, sus ojos y su excelente conversación. Hubo un silencio como a las dos de la mañana en que, mientras escuchábamos salsa en vivo y contemplábamos un pequeño mural involuntariamente fauvista de las trajineras de Xochimilco, decía, en que dije: soy feliz. ¡Bravo! Bastante rato que no lo sentía en serio. Al otro día mi hermano habló por teléfono conmigo. Cómo estás, qué pasó, cómo te fue ayer, qué pasó con la beca. Le respondí: no me dieron la bequita, hermanito, pero no hay bronca. ¿Cómo te sientes? Pues triste, mi hermano. No te preocupes, este, no te preocupes, recuerda que en los momentos tristes están los momentos felices. Tienes razón, le dije, ayer también fui feliz, pero luego te cuento. Bueno, me dijo, ya me voy, mejor escríbelo en tu blo, sabes qué, es que desde ahí te escucho mejor. Sale pues, dije yo, lelo pronto, digo: léelo. Sale, y tu el mío. Oquei. Y así lo hice, escribo este post para contarle a mi hermano, y para agradecerle, de alguna forma, que me permita leer sus opiniones a distancia pues, le he dicho, a medida que personas como él comiencen a arrojar sus opiniones a la web, podremos enterarnos de que "lo que nos dicen que es la realidad", es pura farsa. Escribo de mi hermano, algo se me contrae, algo fluye, y entonces pienso: hay cosas inevitables, como escribir, por ejemplo.

9/06/2006

Siempre supimos que Steve Irwin iba a morir en televisión. Ella, la tele, tácitamente exige sacrificios y no hay plazo que no se cumpla. La televisión nos ha escogido el presidente. Se ha vanagloriado con el resultado del tribunal, se ha tomado el conflicto muy personal y, por lo tanto, asume la victoria con humildad, como la verdad, como que ella, la tele, será la verdadera soberana. Ella nos ha dado el último informe de gobierno: síntoma, ese, el último informe de Fox, de una forma que caduca y avanza hacia el dilema: un nuevo producto en el mercado o un sistema parlamentario. No hay plazo que no se cumpla, decía, hoy dan los resultados de la beca esa. Escribo esto sin conocer el resultado y la zozobra me contempla solazada. Hoy también es la presentación de la antología en Bellas Artes; es la primera vez que estaría del otro lado de la mesa, aunque esa mesa se parece a la silla de Felipe Calderón, en fin, contengo mi afán de protagonismo y mi hambre de tirar palabras al viento, y veré la presentación desde el público, como espectador, como transeúnte triste o contento, dependiendo de la decisión del tribunal, digo, de la fundación para las letras mexicanas. No es que el tribunal nos lo imponga, si se piensa, nada puede imponérsele al pueblo, aunque, preveo, podemos resignarnos a ver a Felipillo con desdén, sin hacerle caso y esperar otros seis años. Yo también espero a conocer los reslutados de la beca; espero también las 19 horas para contemplar a mis compañeros realizarse; y espero que Uli no se suba a ese avión que la lleve a Alemania, aunque la decisión la ha tomado; ni modo, otra amiga a distancia. Las ideas cambian en mi mente sin un hilo que pueda ver, sin coherencia. Quizá el hilo es la incertidumbre, y cuando uno está inundado de ella, de incertidumbre, se pierde el foco y se habla por hablar, conducido por los nervios. Esperemos entonces, mientras, entro a una junta de trabajo que, como cereza, estoy dispuesto a comérmela.

8/31/2006

Una vez más, fuera de mí. Hoy, desde el amanecer, sentí una necesidad extraña por opinar. Mañana es uno de septiembre del 2006. Como vivimos en el melodrama, no porque en esencia el mundo lo sea, sino porque el aire que respiramos lo despide, decía, mañana huele a conflicto. Las dos fuerzas se medirán. Depende del bando al que se pertenezca, mañana serán los bastardos o los tercos quienes triunfen. Quizá por eso el melodrama es tan redituable. Lo que se me viene a la mente, cínicamente, es una apuesta. ¿Sensiblería lo que lo impide? Sé hacia cuál lado me inclino, pues, por ejemplo, desde que tengo uso de razón, el presidente siempre ha sido espurio y, por poner otro ejemplo, según yo, siempre hemos estado en una república simulada; sin embargo, me siento afuera. Es decir, dudo, tanto de quienes se alarman y alegan que estar en contra de las instituciones es destruir al país, como de aquellos que ciegamente creen que este momento es la esperanza del pueblo. La liga se estira y nos entusiasma, pero sabemos, en el fondo, que la liga está hecha del mismo material, o moral. No dudo que mañana, como se ha dicho, sea un día histórico, la sinópsis depende de quien al final se proclame.

8/29/2006

Mi mente se dirige sólo hacia una fecha. Me siento triste, de pronto colérico, después tierno y, de la nada, con el perdón de la aludida, un pobre hijo de la chingada. Hay veces en que escribo por transmitir un estado de ánimo distinto al que me habita, caray, qué poético: me habita. Pero hoy, quizá por seguirle la inercia a algo que comenzó como ejercicio de estilo, me desvelo, es decir, me despojo de la distancia del teclado y les platico, y nomás porque quiero citar a Becerra: He aquí mi parte, ahora que la ciudad empieza a hacer hablar sus vertederos, en mi alma se ha echado un animal tranquilo y melancólico. Carajo, Becerra sí era poeta, bueno, digo entonces que en mi ánimo se ha echado un animal tranquilo y melancólico . ¿Qué será, Becerra? Tú, poeta locuaz, ¿podrás iluminar mi espíritu? Pronto llegará una fecha clave, disyuntiva, clarificadora. Mis próximos pasos se contienen ansiosos, se disputan el orden y el camino. Hay puntos, hay nodos en la trama que uno enfatiza, más como signos que como meros días o hechos concretos. O al menos ese es mi caso. Lo que se juega en ese punto puede ser prescindible, la importancia se acomoda en el significado que me ha apetecido darle, en su función dramática. Escudriño el horizonte y ese nodo se dibuja, se acerca hacia mi rostro. Podría ser un buen aliento pero, carajo, disculpen que alce la voz, quería decir que carajo, ese nodo, podría ser un magnífico escupitajo. Y entonces presiento: el animal tranquilo y melancólico pronto podría convertirse en un toro danzante, o en una avestruz, que ya sabemos lo que hace, o en una gaviota, claro, en los sentidos estrictamente cursis del término.

8/28/2006

La verdad es que no sé cuántos años tenía, menos de ocho, seguro. Estaba sentado en el escalón de la puerta de mi casa frente al patio lleno de plantas. Me picaba la garganta, recuerdo, y un extraño sudor me consumía de ansiedad, mis ojos, para variar, se nublaban y la ropa me irritaba la piel. Yo era alérgico a casi todo en ese patio. No recuerdo si estaba solo. Sí recuerdo que pensaba en el universo, por lo tanto, quizá estaba solo. Tenía la punta de una manguera verde transparente en mis manos. Así que era visible el polvo y la basura que, empastada al plástico, convivía con el aire sucio y caluroso que lento atravesaba la manguera. La olí, recuerdo, y el plástico de por sí ya era dañino, polietileno, algo así habría de llamarse; y apestaba como a llanta. Recuerdo también que vi mis piernas desnudas, contrastadas por pequeñas irritaciones, frías a mi piel. Después cerré un ojo, y con el otro me asomé al interior de la manguera, vi los rastros de tierra, pequeños residuos de hierbas, de la buganvilla de la entrada, de hojas secas, y quizá hasta de insectos. La vi, decía, y sin pensarlo la puse en mi boca, sentí sudor en la frente, comezón en los labios; el aire caluroso se amalgamó a mi garganta, mi aliento se densificó, no sé si respiré o suspiré, pero sí sé que después aspiré con todas mis fuerzas. ¿Por qué cuento esto?
Acabo de inscribirme los sábados a clase de análisis de los géneros dramáticos. En el drama, teatro o cine o lo que se cuente mediante acción, es posible vislumbrar al ser humano, pues un elemento esencial es la complejidad del carácter, que es la causa. Según el estilo realista, del que proceden la tragedia, la comedia y la pieza, y que se antepone al melodrama (Hollywood, las telenovelas, el chisme de la vecina), cada acción, cada accidente nuestro es determinado por el propio carácter y la concepción del mundo. En el melodrama, género dramático que rige o influye masivamente en el pensamiento contemporáneo, existen fuerzas externas (escuetamente: el bien y el mal) a nosotros que determinan nuestras acciones, es decir, prácticamente nuestra voluntad es risible y no nos queda más que luchar contra las barreras. Si algo ha salido mal es culpa de mi enfermedad, de mi apellido, del modelo económico, de mi código postal, es porque he sido pecador, es mi destino, es mi cruz, así es la vida, etc. El realismo, en cambio, es crudo. Hasta las enfermedades tienen un porqué. Los accidentes son planeados, a nivel inconsciente, con anticipación. Las casualidades han sido deseadas meses antes. Cada acción u omisión lleva una razón intrínseca, tu carácter lo ha determinado así en pos de lo que desea. Aunque es duro decirlo, el realismo opina que, si te ha ido mal en la feria, es porque, inconscientemente, así lo has pedido.
La verdad es que no sé cuántos años tenía, menos de ocho, seguro. Este último sábado he pensado mucho en ese momento. Después de inhalar con todas mis ganas de esa manguera, mi siguiente recuerdo es una dificultad intensa por respirar, acostado en mi cama de niño con el cuerpo sudado, adolorido, y mi cabeza punzante, como si el cerebro se hubiera hinchado con ese golpe de polietileno y polvo, convaleciente, vulnerable, enfermo. ¿Qué mensaje quise darles a mis padres con esa imprudencia? Si he decidido no ser un personaje de melodrama, quizá sea momento de pensar en terapia.

8/21/2006

Hacía mucho tiempo que no era tan productivo en un fin de semana. Desde la noche del viernes hasta el domingo, bastantes conversaciones memorables, nuevo conocimiento, menos pendientes, muchos proyectos, reencuentros alegres y apariciones interesantes, es decir, un fin de semana chingón. Justo antes de escribir la primera palabra que lo narrara, a ese fin de semana, pienso: cómo ha cambiado este blog. Cómo ha mutado. Pero, antes de reflexionar en torno a ese descubirmiento, puesto que me importa el reflejo que proyecto, como a todos, quisiera aclarar algunas frases que se me han reclamado, tanto en persona como por este tipo de medios:

-El post anterior no fue un reclamo a quienes no recordaran mi cumpleaños. Nadie se preocupe, cada quien se ha ganado mi cariño por mejores razones.

-No soy machista. Quizá haya destellos, de tan brillante doctrina filosófica, en algunos de mis comentarios, no obstante, son producto de la sabia savia que escurre del sentido del humor.

-Soy sarcástico cuando digo que Oaxaca no está en México. Así como ocurrencias nos cuentan desde medio oriente, desde Oaxaca también, pero no alebrestan.

-Gran parte de mis amigos estudiaron en escuelas particulares; incluso yo, en alguna medida, me formé en escuela privada. La educación no son sólo los maestros que te enseñan, ni su sueldo, ni el auto en el que llegan. El problema de la educación en Oaxaca está en el entorno, en la cultura, quizá hasta en la naturaleza (antes de que alguien se altere, la frase anterior es una exageración). Así que, pienso, el verdadero problema rebasa al magisterio; y si alguna solución habrá, no será sólo reponer dos meses de clases, ni un año, es más, ni aunque todos volviérmos a cursar la primaria y secundaria. Y si no lo creen: escúchenme.

Ahora sí, decía que este blog ha cambiado mucho. Al principio era mi espacio para poemas ingenuos y rudos, tanto que no eran técnicos. Después se convirtió en un juego de redacción y estilo, e imágenes o conversaciones imaginarias. Más tarde, reflexiones en torno a mí, desde un punto de vista ficticio del ego. Y ahora, con suavidad, se ha coloreado autobiográfico, tanto, que mis opiniones ahora ya causan alboroto. Es comprensible, entonces, que de vez en cuando tenga que aclarar alguna mala interpretación, pues, así parece, ya es Andrei Elreal quien escribe, y como tal, debe asumir algunas responsabilidades.
Por el momento es todo, he posteado hoy sin ánimo de aburrir, aunque quizá lo he hecho. Y como me gustan los quizá, quizá regrese a la autoficción, o blog en clef, como gusten llamarlo, o quizá he entrado al pantano de la realidad, y ya sea difícil volver a respirar aire.

8/14/2006

Hace una semana cumplí 24 años y, a diferencia de lo que me había advertido José Eduardo, mi mejor amigo a la distancia física, sentí que una salida se había perdido. El viernes, por cierto, una extraña depresión me arropó, no quería hacer planes y, ni modo, amigos de la oficina y de la carrera, tuvieron que hacerlo. Demasiada presión para un día común y corriente. Lástima, todo se desmoronó a causa de la lluvia, mi horario de trabajo prolongado, la pereza y un velorio.

Óscar es tan mi amigo que hasta me prestó a sus mejores amigos para recibir mi cumpleaños. En todo caso también son mis amigos y estuvo cagado, además también llegaron Polé y su agregado Claudio. Algo dijeron y me levantó el ánimo, quizá fue que me dieron confianza.

Amanecí. Me vi al espejo y pensé: Jose Eduardo tiene razón, la diferencia entre cumplir 23 y cumplir 24, es como de un pelo a otro, pero no me creí. Salí a las doce rumbo a Oaxaca y, por tráfico, lluvia y desviaciones, llegué a las ocho de la noche. Cené con mi mamá, Elo, mi cuñada y Sofía. Tan sólo con ver a Sofía, mi sobrina, el viaje vale la pena. Después Elo y mi cuñada me acompañaron a la fiesta de Karla Lobato. Por Karla siento un cariño casi enfermo, y no porque haya nacido el mismo día que yo, ni porque la conozco desde los doce. Y lo digo aún al saber que no me lee.

¿Por qué no se resuelve Oaxaca?, dice alguien. Por tibieza, por miedo, dicen unos; no, dicen otros, por incapacidad, otro: por desdén. Yo creo que es un problema de geografía. ¿Quién sabe realmente si Oaxaca está dentro de México?

Al escuchar algunos comentarios, veo que el problema de la educación en Oaxaca sí que es grave, sobre todo en las escuelas particulares.

Por fin un comentario interesante: Para resolver un rezago de treinta años, no basta con cambiar de gobernador, por más ilegítimo que sea, se necesita presionar al gobierno federal; o llamar a Emmett Brown y su dispositivo de plutonio libio, gritaron por ahí.

Tomé un café con Rommel, mi mejor amigo a la distancia ideológica, y sin embargo la conversación fue interesante. Es difícil aceptar que la inteligencia no tiene que ver con ideología. Cada que nos vemos, un veinte me cae a mí, y a él otro. Si seguimos así, pensaremos igual dentro de sesenta años.

Las coincidencias, de por sí, me aumentan las mejillas.

Compré La Montaña Mágica hace un año. Y hasta apenas lo abrí; justo cuando lo leo, Hans Castorp tiene mi edad, está en las primeras semanas de agosto y cumple 24; definitivamente hay lecturas, y mujeres, que están hechas para el momento oportuno.

Hoy, la presión, tanto laboral como doméstica e intelectual, es más intensa que nunca. Supongo que algo parecido se debe de sentir antes de nacer, ese primer momento en que se conoce la nostalgia.

Debo, creo, ahora que releo estos comentarios, dejar, tan sólo para variar un poco, las comas. Sin duda, redactar es adictivo. Ojalá pensar también lo fuera.

8/03/2006

Hoy en día, no me queda duda, el estilo es el mensaje. En el plantón de Reforma lo que se pide es sensato, pero el mensaje es nefasto.
Quizá por desgracia, mis padres me refundieron un cosquilleo en el cerebro que aparece cada que una manifesatción humana, producto de una inconformidad, me afecta en algún sentido, en este caso el libre transito, y consiste en dejar lo inmediato a un lado y pensar en las causas profundas del otro, valorarlas y sacar una conclusión (simple dialéctica). De manera que si comprendes la causa y compartes la preocupación, te aguantas y los apoyas, y si no, pues los toleras y en la primera oportunidad se los reprochas. No me ha tocado el tráfico, vivo en el sur, trabajo en el sur, (la ciudad no está estrangulada), y he evitado andar por esa zona, pero entiendo a la gente que vive y trabaja por ahí, deben estar un infierno y, por qué no decirlo, en un basurero, ni modo, tendrán que hacer un esfuerzo para encontrar ese cosquilleo. Pero entonces me surge la pregunta: ¿si yo estuviera afectado por ese plantón, me identificaría con la causa? ¿La exigencia de voto por voto, casilla por casilla, vale la pena? ¿O la causa es otra? Quizá deberían ser claros y decir que no se confía en las instituciones [que hay razones para calificarlas de tenues y tendenciosas] ni en las elecciones y, drásticamente, pedir un presidente interino, nuevas leyes para la promoción electoral, en donde la tele no sea el gran ganador, y nuevas elecciones, ah, y de paso, resolver el asunto en Oaxaca, Chiapas, y otras cosas que podríamos, nomás por el momento, recordar [Eso sí sería Histórico y no sólo histórico]. Pero no aparenta ser así, están montados en voto por voto, casilla por casilla. Entonces entiendo el plantón, lo tolero pero lo reprocho. Porque el PRD, no el nuevo PRI, es el partido que yo quiero que gobierne, y esta acción lo perjudica, se ha perdido más de lo que se ha ganado porque, lamentablemente, así es, ni modo, la tele es el jefe, esto último, recalco, si la inconformidad es [sólo] electoral. Si no, entonces que se cambie el eslogan y así, quizá el estilo hasta se vea pequeño. (Por cierto, no creo que los actos vandálicos que han ocurrido, sean provocados por gente que apoya el reconteo, toda manifestación es aprovechada por ociosos que saben de antemano que no habrá castigos, son los riesgos que se toman). En fin, como me he convertido en chilango, sólo me importa lo que aquí pasa. Tal vez por eso me voy para Oaxaca, a ver el plantón que quizá me atañe más, pues yo soy producto de esos maestros y sus pésimas condiciones [y porque mi hermano no deja de enfatizar lo trascendente de ese movimiento y reprocha mi indiferrencia; en tres ocasiones que he ido, realmente no me he parado en el centro] Espero volver con comentarios[,] y un estilo claro.
(todo lo que está entre paréntesis, son apuntes después de checar mi correo electrónico, a las 9 am)
[todo lo que está entre corchetes, son apuntes después de checar mi correo electrónico, a las 3 pm]

7/18/2006

Abrumado por la neblina postelectoral, caminaba por la calle insurgentes en busca de nada, y, de la nada precisamente, vi un cartel del grupo musical Rebelde anunciando unas pulseras, cada una identificada con un valor, según ellos, para la juventud: honestidad, tolerancia, etcétera, puros comportamientos pasivos y ecuánimes; entonces, del cielo me cayó un veinte: clin, clin, clin. En el colmo de la neurosis le dije a mi acompañante: el fraude ha sido mediático, ha sido premeditado, se le ha inculcado, desde el preescolar, a nuestra sociedad a través de la televisión y sus anexos. ¿Cómo?, dijo. No todo está dicho en el plano elecotral, dije, sin embargo, la ventaja o la trampa o, mejor dicho, el juego sucio ha estado desde antes, como una larva de miedo en nuestro cerebro, incubada, alimentada, preparada para convertirse en el insecto chupaconciencias en el momento exacto. Es decir, todo es un plan para llevar al poder a quien "quién sabe quién" decide, a través de los medios, así, cuando la cuerda está por reventar, se simula la necesidad de un cambio, se promueve ese valor y cada actitud que lo ejemplifica y después se ofrece un nuevo producto en el mercado: el PAN, Fox; y cuando, para no dar rodeos, quieren que Felipe sea el sucesor, es decir la continuidad; pues, es fácil intuirlo, se promueve la estabilidad, la sensatez, la prudencia, al grado superlativo de empalmar la estabilidad al adjetivo rebelde, carajo, que encabronado me puse esa tarde lluviosa. Esa tarde lluviosa volví a mi casa furioso, imaginando a todo ese rebaño de nuevos electores, votando para que sus padres conserven su empleo y su madre sus telenovelas. Jamás podría insultar a alguien, pero entonces siento que mi conducta, quizá, también está programada, y entonces insulto: qué pinche generación de mierda; (en el taza se dijo: el fraude está en tu casa), cuánta razón, si se entiende como fraude no sólo el momento de las elecciones, sino la apatía cotidiana; pues además, la mierda está entre tus amigos, entre la gente que estimas, que toleras. No tolero a mi generación alienada, ni a mi clase inmersa en espejismos aspiracionales y atada a promesas de estabilidad. (De pronto comprendo algo que escribí hace un año, un cuento llamado Vuelta a la Derecha que por fortuna está publicado, o sea que hay constancia de su existencia; lo recuerdo y parece una premonición de este momento y entonces pienso que las ideas son premonitorias, están basadas en una intuición que con el tiempo descubrirás, por eso es importante escribir lo que se piensa, no por el momento, sino por el impacto al releerlo). El establishment nos tiene atrapados. La clase media no quiere alteraciones en la economía porque aunque no son ricos, están amarrados a créditos que sirven de simulacro, de maquillaje; votaron por el PAN, porque aborrecen su realidad, nada les pertenece y el modelo actual, al menos, les permite oprimir a quienes ni siquiera aspiran a ese maquillaje. Otros votaron por el PRD pero no quieren que éstos se alteren, porque están atados y prefieren esperar seis años callados, viendo de lejos y tratando de sacar ventajas de donde las haya. Pertenezco a un ejército pusilánime, miedoso a la movilización, estático, prudente, aferrado a lo poco que posee, que finge ceguera respecto a los otros, aturdido por las ventajas de lo urbano e indiferente al escupitajo, ese escupitajo que es la verdad. Primero los pobres dice alguien, pensamos que se dirige a otros y volteamos enojados, como si nuestros arapos fueran eternos, o peor aún: nuestros. No aspiramos a una vida digna, aspiramos al American Way of Life con chile picoso. Qué encabronado me dejó esa tarde lluviosa. Casi sin ánimo contemplé la final del mundial de futbol. (Precisamente el único deporte popular no impuesto por los gringos). Pinche mundial, pensaba, pinche control de los medios. Estaba a punto de apagar el televisor cuando Zidane le propina un cabezazo a un italiano prototipo de chico malo, pero decente porque es guapo. La adrenalina me recorrió el cuerpo encabronado. Zidane habla por mí, pensé, por varios. ¿Qué inesperado, verdad, eh, medios? Zidane, quizá sin pensarlo, desencantó todo ese teatrito que sirve de instrumento y caja registradora a los medios. Ese teatro en donde los actores principales salen cansados a escena; cansados de tanto comercial que han grabado; comerciales, mensajes que se nos implantan, como aquella larva, en el cerebro. Qué encabronado me dejó esa tarde lluviosa. Por eso ahora es grande Zidane, porque se ha desmarcado; y en este momento se me ocurre parafrasear a Bolaño, ese gran admirador de los antihéroes: al hacerlo (en este caso Zidane), manda un mensaje hacia sus compañeros y, sobre todo, hacia el público, de que su juego es otro, de que la idea de victoria, del éxito y del triunfo que imponen los mass media, a través del futbol, no la comparte. Estas últimas palabras más bien se me ocurrieron ahorita. En fin, Zidane en su sarcasmo involuntario, quizá, sorprende al mundo que esperaba con ansias encumbrarlo, que esperaba un golazo o un pase magistral para ponerlo de ejemplo a los niños que, ya sabemos, serán preparados para legitimar cualquier cosa, hasta elecciones; al menos él tiene los huevos, me digo, de defender a su madre, o a su hermana, o a su tía, o a quien chingados haya insultado Materazzi, digno ejemplo ilustrativo de otra característica nuestra: ofendemos, chingamos, y nos hacemos pendejos. Así es el futbol, se ha dicho en los medios, y entonces pienso: a huevo, Zidane se burla, repito, quizá sin intención, y se deslinda del establishment futbolero, y para colmo antes ya había declarado su hartazgo por ese deporte. No significa que saldré a dar de cabezazos a cuanto alienado, estupidizado me encuentre pero, supongo, en el terreno del futbol, despedirse con un golpe equivale a resistir a lo establecido, a lo aprobado, gane quien gane, resistir a los embates de esta cancha atiborrada de comerciales, de mensajes huecos, de vendas para el distinto, de burbujas rosa, de, carajo, qué encabronado me dejó esa tarde. Ya la lluvia no me empapa de la misma forma.

7/13/2006

A conciliar a mis huevos, responde mi hermano al televisor. Vino el fin de semana pasado y fuimos a la asamblea en el zócalo, realmente, más que en apoyo al peje, como seña de nuestra inconformidad. El lunes anterior, después de las elecciones, despertamos estupefactos ante la aparente realidad: Felipe Calderón había ganado en el PREP. Carajo, dijimos, pensamos, gritamos, respiramos. Esto no puede ser, chingaos, algo anda mal, ¿por que se llenan nuestras cabezas de sospechas?, dijo él con su acostumbrada intensidad. Momentos después, estábamos muy entusiasmados con las averías, es decir, correos electrónicos de gente indignada con las cifras del PREP respecto a las de la sábana de su casilla, conjeturas sobre algoritmos premeditados, chuecos, sucios, a huevo dijimos, diseñados por el Hildebrando para beneficiar a su cuñado, a huevo. Pensamos, con tranquilidad, que los conteos distritales pondrían las cosas en su lugar; qué pasará, pensamos, quien tendrá que dar la cara tras el evidente mugrero. Esa tarde tomé un café con Estrella; ¿qué hacemos?, me preguntó. ¿Qué hacemos?, dije, supongo que esperar al conteo distrital, es obvio que existen dos posibilidades: AMLO ganó y entonces hay trampa, AMLO perdió y entonces habrá frustración popular, pero sólo en el sur, créeme, sólo en el sur. Si tan sólo 250 mil peronas hubieran votado por Andrés, dijo Estrella, si hubiéramos convencido a unos cuantos más. Momento, dije, ese no es mi trabajo, yo no tengo que asumir los errores de sus operadores electorales, ¿cómo quiere ganar alguien la presidencia, si, por ejemplo, en Jalisco, sólo el 9 por ciento lo acepta? Entonces Estrella puso un rostro que jamás había visto: un rostro de decepción, de incredulidad, de decepción. Cómo, me dijo, creo que por gente como tú hemos perdido la elección. No supe qué decir. Eres igual a los pendejos de los medios que creen saberlo todo, dijo ella, primero ven cómo madrean a Andrés Manuel y no dicen nada, no lo defienden argumentando que no son su equipo de campaña, y luego siempre sí estuvieron con él pero nunca lo defendieron públicamente, ¿por qué?, por tibios, por una supuesta objetividad de hueva, tibios como tú le han otorgado fuerza a la campaña del miedo. Quedé callado, pero era cierto, si siempre supe que no iba a votar por el PAN, ¿por qué no defender al peje desde un inicio? Los errores fueron de su equipo de asesores, pero hubimos muchos ya decididos que pudimos atenuar el miedo de los indecisos, ¿por qué no lo hicimos? Después de esas balas me sentí diferente y dije: no lo defendí porque nunca tuve los fundamentos suficientes, lo siento, nunca me convenció, al menos ahí está algo que modificar: si estás convencido de una propuesta, fundaméntala para defenderla y no sentir ninguna responsabilidad cuando ésta pierda. Regresé al DF. Comenzó el conteo distrital. A larga distancia permanecí en comunicación con mi hermano. Ya viste lo de los tres millones de votos, dijo, a huevo. De pronto, cuando Andrés Manuel iba muy arriba en el conteo, mi hermano comenzó a sospechar. Momento, dijo por mensaje de texto, a mí se me hace que nos están dando un paliativo, carajo, me caga que jueguen con mi inteligencia, sentenció; yo respondí: ¿cómo?, ¿piensas que será el mismo resultado del PREP? La jugada fue por otra parte, pensamos. Fue antes. Si se empeñan en contar los votos, dijo él, va a ganar quien ya apuntó más votos, de la manera que haya sido, en las actas. Y así fue. Esa fue una madrugada particular. Una agonía compartida. Llevo meses arrastrando una tristeza inexplicable y ese jueves en la mañana se acentuó, algo estaba mal, no supimos cómo desapareció el billete que traímos en la mano, no lo habíamos guardado y, en todo caso, nuestros bolsillos, los revisamos, no tenían ningún agujero, ¿cómo se nos perdió? Los medios se encargaron de aventárnoslo a la cara. Algunos supuestos comunicadores no aguantaban el orgasmo al tiempo que anunciaban los resultados. Carajo, pensamos, esto huele aún peor. Ese aparente alivio de los medios, de una parte de los empresarios, del gobierno de Fox, dejaba un hilillo de trampa; sabemos que no querían, a como diera lugar, que el PRD gobernara; pero ese alivio, carajo, ese alivio me angustia demasiado. En el 88 también el fraude era una invención de la loca izquierda. Ahora, ese fraude, resulta que es una obviedad. No sé cómo, pero intuyo que en 18 años, el 2006 será una muestra de ingeniería electoral de lo más sofisticada, y entonces será una obviedad. Deseo, más que nunca, que Ugalde sea un tramposo, un mierda. Deseamos que el mexicano siempre sí sea un vendido, que el IFE sea un cúmulo de lacras. Deseamos, más que antes, que nuestro sistema esté podrido. ¿Qué hay de malo en cuestionar a nuestro sistema electoral? ¿Por qué tanta campaña en favor de su integridad, y en favor de aceptar los resultados, sean como sean? Tengo mis dudas de que AMLO haya ganado a final de cuentas pero ¿por qué no contar voto por voto si fue una elección tan cerrada? ¿Y si se anulan, no se creen capaces, los panistas, de volver a ganar las elecciones? Repito: ¿por qué tanta campaña a favor del IFE y de su impecable actuación? ¿Por qué los medios han hecho tanta campaña en pro de la tolerancia, del valor de aceptar la derrota, y en contra de la crítica y el cuestionamiento? ¿Por qué tu rock es votar, y no: tu rock es cuestionar hasta que todo esté perfectamente claro? En una democracia se valen las manifestaciones inconformes, carajo, volteen a Francia. ¿Por qué tu rock es votar y no tu rock es levantar la voz? Parece que todo ha sido una campaña para crear una juventud mansa que repugne la inconformidad, una juventud conciliadora de facto, un ejercito de jóvenes fervientes creyentes de las instituciones, bla bla bla, qué curiosa paradoja. Ahora resulta que la democracia se trata de ganar por un voto, ¿desde cuándo? ¿quién dijo eso? A conciliar a mis huevos, le dice mi hermano al televisor y luego me ve y me grita: ¿y tú por qué tan pinche callado? Mi espíritu, quizá también intolerante, y ahora amargo, me dice que yo tampoco quiero conciliar en automático, que tiene que ser difícil, que es el momento en que más despierto se debe estar; hay que ser críticos, más que nunca pues, parece, será el sexenio de los extremos, la derecha aferrada y apoyada en una campaña de conciliación, supuesta madurez y paz; el gobierno ilegítimo, del 36 por ciento, del norte proyanqui, el sexenio, repito, de la confrontación abierta, de las movilizaciones inconformes, ¿cómo quieren, sí así es nuestro país, que sea de otra manera?
Pero, ahora recuerdo, mi exaltación es sólo un supuesto. Aún no ha ocurrido nada. Esto todavía continúa.