10/28/2004

Cinco

Así seas volar.
Así seas la luz de las mañanas, que orienta y renueva,
luz perfecta.
Añoro flotar envuelto en brío,
ser dueño del horizonte y saber que cada río es el mar solo,
cada valle mi sombra
y cada roca el silencio, aturdido y enhiesto.
Así seas el refugio del vuelo, la calma
y la estela de estremecimientos.
Añoro mi ala mutilada.

10/26/2004

No tenerte me enfría,
lacera el orgullo
y el pan sabe a cortina.

10/23/2004

Asunto

Coraje es ser ateo en la muerte
El tormento de los ciegos es oírme
Y de los poetas olerse a oscuras.
Cortar, de un tajo, es sano
Las partes azules del alma.

Mente podrida, débil, deforme
Sí, es reproche por mentirme
Por confundir horizonte con estola,
E Iluminar caminos con descubrirlos.

10/18/2004

¿Importa el día?

-Qué importa qué día sea hoy. Me cagas.
-Yo no tengo vela en este entierro
-Yo entierro lo primero que me pasa en la mente. Eso es lo de menos.
-¿Lo de menos?
-Si, lo de menos. Ya me harté del viento en el rostro. Ya no aguanto un segundo más alrededor de este ambiente hediondo de mierda.
-Estás pendejo, no huele a nada.
-Que yo huelo lo que yo quiera. Yo estoy en mi derecho de pensar que tú hueles a caca o a una fábrica de sillones.
-Qué quieres decir con eso.
-Nada.
-¿Ya no te parece interesante?
-¿Qué, platicar contigo?
-No. Eso.
-De qué me hablas.
-De eso.
-A qué carajos te refieres.
-Eso que rompe el viento y tú lo observas.
-Que no estoy de humor, chingaos, ¿ya ves?
-Eso te decía.
-¡Qué!
-Eso.
-Puta madre, habla, ¿no puedes sacar tus pinches ideas de la cabeza?
-Eso que se te cayó.
-¿El ánimo, el ímpetu, las ganas de seguir adelante?
-No, ahorita.
-Ah, ¿mi paracaídas?
-Ajá.
-Hoy voy a saltar sin ellos.
-Oquei.

10/14/2004

Pequeñísimo fragmento de: 'Aburrido tomas el teléfono'. (Supuesta obra dramática por venir)

SEÑORA: Invierno es mi estación favorita. El olor de las calles vacías, la sensación de una chamarra a cuestas. Ya sabes, las sombras aparentemente largas, la nariz acostumbrándose al roce de los pañuelos, en mi caso las manos, y el deseo de abrazarte. Me encanta porque disfruto el calor, es la época en que aprecio más al sol y lo busco. Quizá sea la misma razón por la que, cuando me siento sola, me encanta escuchar tus intentos de ironía, tu estéril 'misión' de hacerme reflexionar un segundo, tus mediocres injurias contra mí. En fin, me encanta escucharte cuando tengo frío porque: me fascina la intensidad con la que me culpas de tus vicios. Sobre todo porque te mientes. Porque siempre se te eriza la piel y te tiembla la mandíbula al tenerte lástima, al invocar tu sufrimiento, al citarte una y otra vez como cada noche desde que abandoné, precisamente, el tener que escucharte, que olerte.
SEÑOR: Zzzzzz.

10/07/2004

Confesión a una mariposa.

No los entiendo, mi estimada mariposa. Te cuento para ver si tú me auxilias: Pues ahí tienes que todos en el juzgado me miraban, querían que les volviera a contar mi versión de los hechos, revisaban en los papeles, decían que cómo que no creían en la redacción de mi declaración, o algo así mi estimada mariposa. Yo, la verdad, me moría de sueño, estaba bastante amodorrada así que les conté para que ya me dejaran dormir. “A ver señito ---dice uno de los peloncitos---, cuéntenos, si es tan amable, ¿qué aconteció ayer en la noche en su domicilio?”. Ya iba yo a contestarle, amiga mariposa. Y que me dice un fulanito que me miraba desde abajo, que: no fuera a soltar toda la sopa si quería salir a la calle. Yo, como tenía harto frío para andarme quedando afuera, decidí no hacerle caso y que les echo el mero choro: “Pues ayer en la tarde, después de que me quedé todo el día jetona, salí a quién sabe qué y que me da un hambre a la mitad de lo que estaba haciendo…un hambre de a de veras…que me exprimía la panza… Entonces, pa’ quitármela, fui con el Gerber pa’ que me rolara de su mona, chemo pues…ni se siente el retortijón y es más barata que la comida. La cosa es que’l Gerber decía que todo tiene un precio. Le dije que no tenía ni un pinche quinto y que me dice que por qué no le quitaba a mi jefa una feria. Nel, le dije, eso esta muy pesado pa’ mí, no me entra meterme en broncas feas. Sí, chingaba él, no hay de otra. Que nel, decía yo ¿Cómo no?, dice él, ¿por qué no exprimes de una vez a tu jefa? ¡Ah chingá!, le dije yo. Sí mija, exprime a tu mamacita, sólo así podrás estar en la mona todo el tiempo, dijo él, y que me lanzo por el exprimidor de limones a ver a mi jefa. Intenté en los ojos, en los brazos, en la nariz. ¡Chin! Que me desespera no poder exprimirla y que me la echo de una vez a trancazos pero, qué creen: que nanay de mona.” Así les dije, amiga mariposa. Todo el mundo se ofendió y que me mandan para acá encabronados. No los entiendo. ¿Y tú, mi amiga mariposa? ¿Los entiendes?

10/06/2004

Todo para expiarse culpas

Es un honor la oquedad.
Este párrafo alude con sincero -acaso un poco hostil- encono a lo corrosivo de las deudas mal obtenidas en instantes de pueriles tragedias.
La oquedad no es un lastre pues cada paso es escarbar, cada sueño un pasmoso féretro. Los minutos, agujas infranqueables, agridulces espasmos finales. ¿Será fútil buscar en el alma, en el interior de las cuevas, de las venas, en insensatas ofrendas? Cada paso es escarbar, efusivo canto por ser enterrado, hundir el misterio y contemplarlo de lejos.
A rechazar y empuñar la pala, la oquedad inspira a gritos.
Pero dejémoslo para después.

Lásaro (deliberadamente con S, pues es un ser cansado)

10/03/2004

3 visiones de lo humillante

I. Poética

Sin apuro caminaba
aquel viejo tan ufano
-de crespo cabello cano-
que por su aspecto no daba
señal de una acción tan brava.
No obstante llegó directo,
altivo, con aire abyecto,
a escupirme sin razones
y sin darme explicaciones
me obsequió un golpe perfecto.

II. Retórica

Incólume sobre el asfalto, me encontraba sin sospechar siquiera lo que a continuación desvelo. Un hombre ya en el ocaso, de caminar ufano, contrastante con su cabello, cano encrespado, se detuvo frente a mí. Como con una idea fija, atornillada en la mente, cruzó sus estrábicos ojos en torno a mi pueril y afable aspecto. Con donaire, aproximó su rostro hacia el mío y, desde el rincón más ínfimo de su existencia, soltó un consistente escupitajo que se escindió en mi nariz y se ocultó entre mis labios. Antes de desaprobar su inexplicable comportamiento, sentí un golpe atroz en la barbilla que me llevó al suelo en un instante.

III. Clara o Ñera

No manches güey, me cae que yo estaba ahí sin pedos y ese cabrón me agarró en la lela. Pinche ruquito, venía caminando muy muy. Ni me lo esperaba porque ya traía toda blanca la sesera. Que se me pone al tú por tú. ¿Quién sabe que chingados se traía? Yo creo que me vio chamaco y medio pendejo el pinche visco, porque de la nada que me suelta un gargajo el culero, pinche gallote espeso, hasta me lo tragué, que poca. Ni tiempo me dio de revirársela al ojete, luego luego me chingó con un santo madrazo en la quijada que me tumbó en la banqueta.