5/23/2005

Una mesa, una máquina de escribir. Menos aire, más sudor empastado en el silencio. El dolor de cabeza baja, mi vista mejora. Visualizo las teclas y no hallo caracteres. Puntos. Escribo tres puntos seguidos. Cambio de renglón, me agrada el sonido; punto punto punto. No sé quien soy, no entiendo lo que hago.
Acelero el tecleo, muevo la cabeza de felicidad, miro al frente, saco la lengua, un sabor amargo me pide el paladar. Me detengo, me asomo a la ventana. Mis sienes se mueven, el dolor regresa y sudo. Vuelvo rápido a la máquina, termino una cuartilla con mi golpeteo. Lo disfruto, mis pensamientos fluyen y también lo hacen mis preguntas. Jalo la hoja, la examino con la débil luz que entra por la ventana. Fabuloso, me encanta; no comprendo nada pero es bello. Es una excelente composición de puntos. Es agradable recordar el goce y el ritmo al imprimir cada uno de ellos. Siento euforia a pesar de la ausencia de significado. No sé quién soy, no hay a quién preguntarle. Vuelvo a la máquina de escribir a cuestionármelo.

5/20/2005

Cuando uno es demasiado egocéntrico, es difícil regocijarse por el prójimo. Tiene que tratarse de una persona entrañable para disfrutar de su triunfo.
Mi maestro de construcción de la narrativa, el mísmisimo, Gerardo de la Torre, ha sido seleccionado por el Sistema Nacional de Creadores para su beca de tres años. A pesar de tener poco tiempo de conocerlo, se ha ganado mi afecto y me siento feliz de que se le reconozca su trabajo, que no es la primera vez.
Y para coronar la semana, me acabo de enterar de que otro Gerardo, mi estimado amigo y compañero de trabajo; Gerardo Ramírez Licona ha obtenido una mención honorífica en el noveno concurso nacional de estampa sobre una interpretación de "El Ingenioso Hidaglo Don Quijote de la Mancha" -Oye Ger, yo sé que de vez en cuando te topas con esta página: Felicidades y, acá entre nos, te dije que ese era el bueno, ¿viste?
No acostumbro aventar cebollazos ni mandar efusivos comentarios, pero vaya que me da mucho gusto el éxito de quien se lo merece. Espero acostumbrarme a estas menciones.

5/16/2005

Cada que camino, en algún paso es que me detengo. Te desprendes de mi frente, te dejas, suave y fresca, alejar gracias al viento. Mi andar es un cliché que reflexiona, que recuerda y avienta aire tibio a una atmósfera atormentada.
Cada que tranquilo abro mi puerta, respiro y ventarrones mueven mis certezas. Pienso, inflo el estómago y avanzo y retrocedo. Mi andar es un ápice de vida, una palpitación; el pulso de las imágenes que me gobiernan, que difuminadas se empalman hacia el negro.

5/12/2005

Pero de las mismas entrañas de la Gran Hacha, del cúmulo de filosas y pesadas hachas, surgirá, se abrirá paso quien haga reventar en agudas astillas, a todo el conglomerado.
Y sí. La Gran Hacha había escrito poesía, había trasnochado en medio de sofocantes ideas costumbristas; en medio de idilios, dolores de cabeza, gritos de niños nauseabundos escondidos al final de su memoria. La Gran Hacha se había, ya, convertido en una tortura de mil ojos para todas quienes la confromaban; era ya un envolvente denso y caluroso, un embalsamado picante, un estorbo uniforme.
Pero el Hacha redentora surgirá del centro del mango, por ahí por donde nace el impulso que derroca, que tala, que gobierna y amenaza a intimidadas cabezas. Surgirá el hacha deseosa de un cuello, de una áspera garganta, en la Gran Hacha, para amarrarla y gozar de la energía con que destruirá todo. Las demás hachas, miedosas e inquietas, huirán por el mismo agujero del que quisieron olvidarse, sentirán que su madera se humedece y su acero, o el material de sus asesinatos, se oxidará o arderá. Y, en vanos intentos por deshacerse de esa sensación, buscarán madera freca que las alivie de sus filos quemantes, se talarán unas a otras despiadademente. El Hacha redentora recogerá las astillas y el aserrín del evento, clasificará según su libre albedrío. Esperará mientras, a sus espaldas, un gran incendio la enmarque y la enfatice sobre los restos de la Gran Hacha poeta, a la que orgullosamente perteneció.
Todo eso, no, no ahora; piensa la redentora dentro de la Gran Hacha mientras destaza un ciervo blanco y un verso abominable la une a las demás, la amalgama y se le olivda algo que ya no recuerda.

5/07/2005

Mayo es querer dormir otros cinco minutos. Es beberte la quinta cerveza, es la llanta de refacción ponchada; es un hilo de baba a punto de llegar al suelo y un grito que pide silencio.
Mayo es la inminencia, la crisis: ya no es inicio, ya no es temprano, no hay pretextos, el año se agota, es irremediable, esperemos al próximo enero; ya casi es junio. Mayo es gritar de ansia o de angustia; también es un respiro optimista: ¡todavía hay un buen trecho!; y una carcajada caliente desde el ombligo: ¿en qué he desperdiciado mi tiempo?
Mayo es incendios forestales en el norte, seco; es inundaciones en el sur sanguinolento.
Mayo es de los trabajadores, de las madres, de nuestros queridos maestros; de mi difunta abuela, de mis padres: del día en que se conocieron: sin ese mayo de hace treinta años: no estarías aquí: no podrías leer esto.

5/04/2005

No hay más café. El expendio está tan lejos, sobre todo de madrugada, como para aventurarse a conseguir uno caliente, exquisito y posarlo bajo mis fosas nasales. Camino. Contemplo el especiero. Abro el refrigerador, camino. Entro al baño, qué hace en esa esquina un botiquín. Leo un frasco: vitamina E. Atrás no distingo la tipografía, es otro lenguaje. Tal vez: quizá si probara un tercio de una pastilla, intuiría su lógica. Pellizco una, pues, la divido y la incrusto en mi seca, resquebrajada lengua. El dolor de estómago es instantáneo. Eficiente la pastilla, pienso. Una pastilla en sustitución de una taza de café, a la una de la mañana, de vez en cuando, no le caerá mal a mi fregadero.