12/22/2005

El joven lector ha escuchado hablar de Macedonio Fernández y lo imagina gordo y pesado y dice algo así como: Macedonio Fernández es nombre de gordo, como Bolonio o Constancia. El joven inquieto, entonces, piensa que sería bueno leer a Bolonio Constancia e investiga y se emociona, pero se enfrenta a curiosas barreras: colegas poco generosos o existencias agotadas o ausencia. El joven viajante que aún no ha leído a Magris, viaja a Buenos Aires y se incrusta sobre la calle de corrientes, si es necesario decirlo, en busca de algún libro de ese que tiene nombre de gordo. Y encuentra. Y en el primer cuento o no cuento que lee, el joven viajante, precisamente el gordo, que más bien es flaco, enfatiza sus rasgos físicos, deleznables para él: tan flaco y chaparro que casi es imposible, dice, sostenerse ante el paso cotidiano del viento. El joven errado ahora sabe que Macedonio es flaco y no gordo, sin embargo, piensa, sigue en su mente como un gordo de traje, calvo y bonachón, y no como la ilustración que contempla en la solapa. El joven necio piensa que lee a su gordo y no al flaco pedante que existió, así parece, en la realidad; decide imaginarlo opulento sobre una mesa con exquisitas viandas y un poco después se da cuenta que a Bolonio le hubiera disgustado escucharlo y conocerlo. El joven prudente comienza a encontrarle afecto al gordo que es flaco y cree que no fue arrogante sino todo lo contrario, y que el tono, el estilo con el que escribe es pegajoso, su intelecto visionario y comienza a admirarlo. El joven ingenuo piensa que lee a dos escritores: el flaco que existió, bondadoso e inteligente que se llamó Macedonio; y el otro, el gordo que brinca de las líneas, que graba las palabras en su mente, arrogante y tragón, que él llama Bolonio. El joven reflexivo apunta en su cuaderno, sentado en una banca de Dorrego, que cada persona, cuando escribe, plantea un sosias que se escinde de él mismo en cuanto alguien lo lee, como ahora, y entonces se multiplica y en cada persona existe un sosias de él, que más bien no es eso sino un ente amorfo, que ronda y habla dentro de la cabeza de quien lee, como ahora. El joven escritor decide dejar de dar vueltas sobre esa idea y plantea algo concreto hacia la nada, es decir, habla sólo y nadie escucha cuando dice: soy una fotocopia imaginaria, soy un Bolonio en la cabeza de alguien. Y entonces el joven ególatra se da cuenta que todos sus lectores lo conocen en persona y piensa que es imposible ser un Bolonio pues su imagen debe estar nítida en la memoria de quien lo lee, o así parece. De inmediato se pregunta si a pesar de conocer a sus lectores, de alguna forma, alguien imagina otro tipo de persona al leerlo: se visualiza flaco y arrogante en la imaginación de alguien, caballeroso, cortés y espigado en la de alguno, y gordo e inepto en la de otro. El joven suspirante se levanta de la banca y piensa que sería bueno conseguirse lectores que no lo conozcan en persona para multiplicarse, para ser un Bolonio o un Fidel o una Consuelo, o un sosias escindido de él mismo o lo que sea; y decide regresar a México a escribir con esperanza y desasosiego.

12/15/2005

A.-Me preguntó que cuál fue el primer autor que me apasionó.
B.-¿Quién?
A.-Achile Campanile, le dije, aunque no lo he leído; me dio pena decirle la verdad: yo mismo.
B.-Campanile lleva años de muerto.
A.-Él me dijo que ese escritor no existía.
B.-¿Campanile dijo eso? ¿Quién te hizo la pregunta?
A.-No, Juan Rey, Juan Rey me preguntó. Pero le dije que Campanile era el seudónimo de mi hermano, o algo así.
B.-Pero sí existió, era italiano.
A.-Te digo, digo, le dije a Juan Rey que recuerdo perfectamente los textos de mi hermano, cuyo seudónimo es Campanile, cuando tenía doce años, él, y yo unos nueve. ¿Era italiano?
B.-Sí, ¿Campanile? Tu hermano, no sé.
A.-No importa. Él no sabe tanto, digo, Juan Rey no lo sabe.
B.-¿Juan Rey? Juan Rey sabe. ¿Tu hermano escribía a los doce?
A.-No escribía exactamente. Subrayaba, más bien, era un autor soberbio.
B.-Juan Rey debe conocer a Campanile.
A.-No importa, le fascinó mi historia; a Juan Rey. Le conté que me gustaba hojear los libros de historia de mi hermano, cuyo seudónimo es Campanile; no leía una página completa, sólo lo subrayado. Lo idolatraba, admiraba sus subrayados que por cierto no tenían nada que ver con la historia, eran creaciones a partir de su registro, el de la historia.
B.-¿Subrayar te hace autor?
A.-A mi hermano sí. Rompía la lógica del texto, creaba nuevas atmósferas, subrayaba una palabra por aquí, una conjunción por allá y, de pronto, cuatro renglones abajo, un adejetivo; pero no al azar, eso lo hacía autor, creo, que su selección de palabras no era al azar.
B.-¿Cómo?
A.-Recuerdo mucho un párrafo: "Los acadios, lo que ahora Irán, sobre una montaña y camino que qué cómo cómo por un río y sí, el siglo". Además, visualmente sus libros parecían engimas, bueno, líneas inconexas, una por ahí, otra por allá, ah, en serio, ah. A Juan Rey le pareció muy interesante eso de crear a partir de lo leído, tuvimos una excelente charla.
B.-Yo conozco a Piglia.
A.-...
B.-...
A.-...
B.-...
A.-No es cierto, no lo cononces, de todas formas lo que te quería decir es que desde esa conversación no he podido dormir. Eso, eso que había olvidado y que, tras una pregunta a quemaropa de Juan Rey, ahora recuerdo. Eso, te digo, eso de cómo me apasionaba leer los subrayados de mi hermano Campanile, aunque haya existido, y cómo ahora lo recuerdo como un autor.
B.-Qué interesante lo que dices, quizá me lo robe para un cuento.
A.-De qué hablas. A mí se me ocurrió.
B.-¿A ti se te ocurrió?, ¿sigues con eso de inventarte recuerdos?
A.-¿Cómo? Es mi recuerdo. Claro que subrayar te hace autor, cuando utilizas las palabras para nombrar algo nuevo.
B.-No estoy seguro de que sea nuevo eso que nombrás, digo, nombras, perdón.
A.-Has leído mucho a ese argentino, descuida, es normal, prosigue.
B.-Te decía que eso quiere decir que si yo subrayo lo esencial de tu idea y escribo un cuento, es nuevo, como tú mismo dices.
A.-Ese cuento será algo nuevo, es cierto, feo, espantoso, ilógico, como acostumbras, pero nuevo, claro, ¿por qué no?.
B.-Entonces quizá escriba un cuento de esto.
A.-Pero no entiendes, ¿o no entendés?. Al subrayar lo esencial te conviertes en mi crítico, en mi anotologador, quizá hasta en mi alumno.
B.-Entonces subrayarte no me hace autor.
A.-Para ser autor no hay que sintetizar los textos. Así como vivir no es para resumir, subrayar no es para atrapar y encapsular la idea principal; ni mucho menos. Yo creo, y en esto está de acuerdo Juan Rey, que se puede crear a partir de un texto ya escrito, ¿preguntas cómo? A eso voy, a eso vamos.
B.-¿No podrías ser personaje de cómic y ser concreto?
A.-¿Quieres ver? Subraya esto: Juan Rey, no en sus cinco sentidos, me dice que conformo, junto con él, una conversación que no es coherente, en tiempo sobre todo, con lo que ahora veo.
B.-Juan Rey y tú hablan sobre el futuro.
A.-Eso es un resumen.
B.-Juan Rey dice que conformo junto con él una conversación no coherente con lo que veo.
A.-Eso es síntesis, creo. No atrapes.
B.-No me conformo con lo que veo.

12/09/2005

La literatura me aburre, lucho contra mi yo aburrido todo el tiempo; la verdad de la vida está en los libros y aún así los leo, tratando de no encontrarla, ojalá todos estemos equivocados. Sin embargo, en momentos de presión, la literatura se convierte en una vasta laguna, no mental, una laguna cristalina que pide ser nadada. Una laguna, no mental, cálida, tibia, ni cálida ni tibia, en donde pesco el descanso, a cuyas orillas me recuesto, me desacomodo el sombrero y tomo un poco de musgo y lo mastico y veo las nubes cómo lentas avanzan y me miran con ternura y no me abrazan.

12/01/2005

Te pregunta Óscar que por qué te has cortado el pelo. La culpa es de Neruda, piensas en contestarle. Es una respuesta estupida, piensas, pero cierta: sucede que tenías quince y malinterpretabas la poesía y te las dabas de poeta y traías el pelo largo, sucede que prefieres haber leído a Nicanor Parra que a Neruda, pero ni modo, hay cosas que no pueden cambiarse a la fuerza, mucho menos el pasado; sucede que Neruda, en su residencia en la tierra veinte o diez años antes de que nacieras, sucede que se cansaba de ser hombre mientras que tú a tus quince leías Walking Around como si fueras un revolucionario, un transgresor de clase media; sucedió que la metropolitana te guardó una noche entera en una de sus miadas jaulas, sucedía que una melena envolvía tu quinceañero e inocente rostro, sucedió que andabas pegando stickers en señalamientos federales y sucedió que te vieron, corriste, te tropezaste, reaccionaste tarde y dormiste entre borrachos y un ratero; sucede que ahora lo recuerdas con gracia pero entonces te daba miedo, te preocupaba la reacción de tus padres, tu futuro asegurado bajo las faldas de tu madre, sucedía que te arrepentiste y sin pensarlo entraste, al salir, al amanecer, a una peluquería casi como soldado raso dispuesto a una larga vida de disciplina. Sucede que la melancolía, cada que aparece, te obliga, te saca de tu casa y te manda a que te cortas el pelo, sin llorar a gritos, sólo saboreando su olor, el de la melancolía; sucede que piensas en dejar la segunda persona y entonces pienso en responderle a Óscar que nomás, que no tiene nada que ver con Walking Around de Neruda, y entonces le digo: nomás güey.

11/24/2005

Qué le preocupa, me dice el taxista, es el tráfico el que lo agobia ¿joven? No, le digo sin verlo, lo que pasa es que pienso. ¿Se le hace tarde? No, no es eso, es que hoy me toca actualizar mi blog, como cada jueves, y no se me ocurre nada, ¿entiende usted? Claro que lo entiendo, me dice, así son las cosas: la mujer, la política, el desempleo pero, ¿qué es eso del blog que tanto le preocupa? No, señor, no me preocupa; eso del blog, le digo, es una especie de diario. Ah, contesta, pues entonces sólo recuerde lo que le ha pasado, recuerde joven, recuerde. Sí, tiene usted razón, pero realmente no es un diario. Claro que no joven, por lo que usted dice es más bien un semanario, ¿tiene algo que ver con su trabajo?, ¿es algo así como un reporte de labores? No, le digo yo, es decir, sí es un semanario pero se trata de apuntes personales, se trata de historias, diálogos, ocurrencias, entretenimiento personal, sabe usted, así me divierto. Tratándose de eso, me dice, de todas formas basta con recordar, o sea, qué es todo eso que dice si no recuerdos, todo lo que uno cuenta, joven, todo lo que uno se inventa es producto del recuerdo, es uno mismo, todo lo que uno lee es uno mismo, todo lo que uno piensa, etcétera, joven. Así es, le digo, y ahora, si me permite, se me acaba de ocurrir algo, ¿sabe?, algo en donde usted aparece; y entonces saco mi libreta y apunto, y le cuento lo que escribo: y entonces saco mi libreta y lo anoto. ¿Y qué anota? Lo que le digo, señor, mientras le hablo lo escribo, justamente, escuche: mi blog es un diario personal, me ha contado el taxista, y tiene mucha razón. Aunque sea realmente un semanario y esté lleno de ideas inconexas convexas y creaciones sin objetivo claro, se trata ni más ni menos de lo que soy, en cada línea se oculta algo que me acaba de ocurrir. Así es, contesta el taxista, y lo escribo y le digo: claro, hasta el minuto en que despierto un domingo, afecta en lo que se me ocurre escribir el jueves. Lo que lee, lo que escucha, lo que platica, joven, lo que lo hace reír, lo que lo aburre, hasta el cielo, dice el taxista, todo, joven, todo. Tiene razón, le contesto, en la ficción se lee la realidad. Al revés, joven, en la realidad se lee, se comprende la ficción; la ficción no sólo son los escritores, joven, somos todos, es la vida, son los recuerdos de todos, la realidad es este segundo, ahora no, ahora ese segundo es ficción, la ficción es todo lo que no es ahora, es hace rato y lo que vendrá, la ficción es la memoria y sobre todo la ilusión. Me deja usted pasmado, señor, pasmado. Con esto quiero decir, joven, que usted podría ser una invención mía, a ver joven, dígame: qué taxista podría platicar así con usted si no uno con cierto grado de imaginación, incluso hasta creador, con la capacidad suficiente de transformar a un pasajero mamón como usted en un excelente conversador. Hombre, favor que usted me hace, le digo, pero escuche: qué probabilidad existe de que alguien inventara a quién, óigame, quién a quién, quién a quién. Con tanta cacofonía, usted, pasajero extraño, no podría ser narrador, ni siquiera poeta; y yo, como creador de anécdotas, podría platicarle a mi mujer que en vez de conversar con un pensador que mira al cielo por la ventanilla y que escribe blocs, realmente he pasado la tarde platicando con, digamos, Ray Junior Parker.

11/17/2005

A.-Hola.
B.-¿Qué tal?
A.-Qué bueno que te encuentro.
B.-No recuerdo haber estado en otro lugar.
A.-Bueno. Toma.
B.-¿Qué es esto?
A.-Una caja, ¿no la ves?
B.-Ahora que lo dices, la veo.
A.-¿No la vas a abrir?
B.-No
A.-…
B.-…
A.-…
B.-…
A.-¿Por qué nos hemos quedado callados?
B.-Estoy esperando tu reacción. Te he dicho no. ¿No te sientes transformado?
A.-No.
B.-Quizá no seamos más que una introducción.
A.-Ah, si te refieres a eso, yo me siento antecedente. O el final.
B.-Oh no. Ahora me he dado cuenta. Observa. ¿Ves?
A.-¿Qué?
B.-Somos la esquina inferior izquierda de un paisaje. Observa.
A.- ¿Somos parte de un paisaje?
B.- Es probable. ¿No crees?
A.-Fabuloso. El siglo diecinueve es mi favorito. Qué maravilla. Oh Dios, no me digas, quizá seamos una marina de Turner.
B.-No lo creo.
A.-Es cierto. Ahora que lo dices, mientras nos quedamos callados, me sentía en un paisaje de Sisley que vi en internet.
B.-Tu lo has dicho.
A.-Oh Dios; ¿somos un paisaje impresionista?, oh Dios. Fascinante.
B.-No. Tu lo has dicho: internet, ergo, somos parte de un paisaje de finales del siglo veinte.
A.-No.
B.-Sí. Por lógica.
A.-No. Por amor de Dios, no.
B.-…
A.-¿Sabes? Ahora sí me siento transformado.
B.-...
A.- No quiero ser un paisaje de finales del veinte, ¿qué valor tiene? Abre la caja, por amor de Dios, abre la caja.
B.-No.

11/10/2005

Termino de ver Canciones del Segundo Piso, largometraje de un sueco. ¿Me gusta? Me satisface, pienso, me emociona. Apago el dvd. En vh1, todavía en la tv, un video de Aphex Twin, un video de Cunningham, comienza a seducirme. Termina. Pienso: ¿Me gusta? Me satisface, me emociona. Sospecho. ¿Hay algo en común entre los dos últimos trabajos que han pasado por mis ojos? Los unifica, quizá, el tono frío de la fotografía; o, puede ser, su inconexo extrañamiento de la realidad. Pienso: Uno, el videoclip de Cunningham, bien podría ser un experimento de cortometraje, acompañado, incluso ambientado, por una canción de Aphex Twin. El otro, el largometraje de Andersson, bien podría ser un largo videoclip que ilustra, incluso acompaña a un poema de César Vallejo. Después de todo, pienso, los dos audiovisuales han sido captados en película de 35 mm, revelados y posteriormente editados en casi los mismos procesos. Son hermanos, pienso, ¿hijos de quien? En uno, una televisión engendra un andrógino; en otro, un hombre avienta réplicas de Cristo a un tiradero. En uno, niñas, de adulto y mismo y adusto rostro, corren por callejones al borde de la histeria y destruyen lo que ven a su paso; en otro, hombres que, mientras se flagelan y lamentan, caminan a través de un embotellamiento estresante. Aparece el leit motiv en el aire y se impregna en mi frente pero no lo reconozco. Me doy cuenta que llevo media hora frente a la tv tratando de reconocerle y de pronto aparece, nítida, pidiéndome otro tequila, Paulina Rubio; así que apago todo y me voy a la cama.

Los estribillos -el de Vallejo y el de Aphex Twin-, se posan como un cuervo sobre mi pensamiento. No puedo dormir. El leit motiv -que presiento son el mismo-, se encuentra en los estribillos, pienso, me fastidio, sudo un poco. Cambio el lado de la almohada. El nuevo frío me ayuda a que se atraviese un colibrí de mi infancia, luego nuevas aves, alguna mujer, un rostro bello, una cabellera ondeando en su aire manzanilla. Es inútil, el cuervo se sacude y sus plumas opacan mi ensueño; el cuervo es el leit motiv y su aleteo los estribillos: Bienaventurado el que se sienta. I want to eat your soul. Bienaventurado el que se sienta. I want to eat your soul. Bienaventurado el que se sienta. I want to eat your soul. Dame otro tequila, para olvidarme de tu amor. Carajo, el cuervo ha volado; se me ha ido, estuve a punto, en mis manos estaba, pude haberlo enjaulado, jadeo, pude haberlo atrapado, ha salido por la ventana, casi siento el viento de su último aleteo. Tomo mi bat dispuesto a darle de coraje en el estómago, si no al cuervo, pienso, al primero que se aparezca por el dintel de mi puerta. Ah, grito; ah, suspiro. Dejo el bat y vuelvo a la cama. Si no fueran las tres de la mañana lo haría, supongo, tal vez lo buscaría si no fuera tan tarde. Escucho mi respiración, las sabanas refrescan mi cuerpo, mi cara se relaja, babeo.

11/04/2005

---En mañanas frías, como ésta, de nariz reseca y escurrida, como ésta, me da por salir, dar un fuerte inhalón de viento y pedir perdón a la gente. ¿Por qué te decía esto? Ah sí; y entonces recuerdo.
---¿Le vas a pedir perdón a alguien?
---No. Me viene a la mente la vez que, hace como diez años cuando, por cierto, apenas dejaba de ser un niño, le pedí perdón a un gran amigo, gran amigo a la distancia del tiempo, por haberle robado una pelota de béisbol. Era una mañana fría, obviamente, de vacaciones. Toqué a su puerta, me atendió su madre y, después de unos cuarenta segundos, apareció Juan y ahí mismo platicamos. Le pedí perdón, le devolví la bola y él dijo algo:
“Él dijo: ---En una mañana fría, como ésta, de nariz reseca y escurrida, como la tuya ---dijo él y quedé impactado, supe que algún día habría de robarme esa frase; volví a ponerle atención--- fui ---dijo---, a pedirle perdón a un amigo, bueno, a mi amigo Juan, Juan, mi tocayo. El quería ser Mc Hammer ---siguió diciendo---, bueno, los dos queríamos ser Mc Hammer, así que discutimos; en fin, como me da flojera contarte, el caso es que me importaba más él, Juan, que ser Mc Hammer, ¿me entiendes?
---¿Y luego?
---Entonces no entendí pero ahora, digo yo, a la distancia del tiempo lo comprendo. Yo le devolví la pelota porque me importaba más él. Él me enseñaba un libro con paisajes de Finlandia y reíamos, recuerdo, porque en uno, en primer plano, aparecía una banda de polka, con peinados de Elvis y zapatillas árabes; y reíamos por lo absurdo, pero por lo absurdo que era que nosotros lo supiéramos. Después salíamos a la cancha con todos, como si viniéramos de ver una telenovela. Yo soy él en gran parte. Él, no es en nada yo; de hecho, él, es un invento, o quizá una mezcla de dos amigos de la pubertad, o de tres, o quizá es la premonición de alguien que conoceré. ¿Por qué te decía esto?
---¿Le vas a pedir perdón a alguien?

10/28/2005

Es, el hipérbaton, un intercambiable juego. La metáfora es un aderezo. La hipérbole, una exageración. La elipsis, concisa. Metonimia.
---¿Cómo?
---Estaciono coches, de eso vivo. Nunca he apretado hasta el fondo de un acelerador y, a carretera, pues no he salido. Como.

10/25/2005

Camina; siente ansia de cruzar la avenida, al menos, eso parece, se desespera por llegar a la esquina; se detiene, inhala, expulsa una tos agitada, muda, seca, quemada; agacha su rostro, piensa, y lo levanta; y corre y sus piernas pierden coherencia pero no equilibrio porque avanza y hasta con los brazos en el aire y a pesar de la mirada estrecha no tropieza; ve, para, se detiene; aspira y, de tanto aire que lo atraganta, percibe un aroma en suspenso, denso, uniforme, un aroma a no sé. Un aroma. ¿Quién sabe? Y en ese pensamiento, queda.

10/19/2005

---Dime qué palabra de nuestro alfabeto, perdón, es decir, de nuestro vocabulario, querida, oye: te decía que qué palabra de nuestro léxico, claro, de nuestro español, ya sabes, ¿cuál palabra contiene las cinco vocales?, a, e, i, o, u.
---Has visto la lunota.
---Te digo, mi vida, que cuál letra, digo, cuál palabra tiene las cinco vocales; te hablo.
---¿Has visto la lunota de estos días? Vela, anda, vela.
---Sí, ya la vi. De hecho la contemplo mientras espero a que me respondas. Oye: te hago una simple pregunta y tú me preguntas si he observado a la luna. Claro que la veo, todas los días, bueno, todas las noches. Todas, todas las noches veo a la luna y sí, es cierto, estos días ha estado particularmente enorme. Pero contéstame.
---¿Auxíliote?
---Yo te estoy haciendo la cuestión a ti, es decir, perdón, yo soy el que ha formulado la pregunta, carajo.
---¿Entonces?
---¿Cómo? Entonces, no. Murciélago, carajo.
---Está lindísima la luna.

10/18/2005

Ayer una manzana maduró bajo mi garganta, o se inchó o, tan sólo refulgió.
El espacio fue insuficiente y su jugo, el de la manzana, tan granuloso y fresco y oloroso a manzana, escurrió y se distribuyó por cada vena, como aguda y soporífera jeringa en movimiento. El hueso fue escupido, y, el centro, digerido.
Otra manzana se gesta ahora en la boca del estómago que, como yo, tiembla y se rellena de escalofríos; y huecos y grietas por donde la adrenalina avanza y acaricia.

10/14/2005


Amo, aclaro, el pragmatismo que corrige lo espontáneo. Pero amo más, debo decir, la espontaneidad que corrige al pragmatismo.

(Deslindo a Braque de la frase anterior pues, creo, de haberme escuchado, me habría dado un sombrerazo de copa. Aunque, después de la primera guerra mundial, me llevaría a la antesala de la Bauhauss; yo, después de llorar por preferir a Klee que a Kandinsky, cedería. También existe la posibilidad, que es la que tú, que lees, piensas, de que Braque, o era Leger, fingiera no escucharme y seguir como si nada. O, también, puede ser que eso jamás ocurriera.)

También amo el ruido y el smog.

10/12/2005



Amo la funcionalidad que corrige lo espontáneo, amo la espontaneidad que corrige la función.
Y dad.

(Frase pirateada (o paráfrasis) a Braque, que entona con mi situación, que combina con mi atuendo y proyecta el alumbrado del camino)

10/02/2005

Atorado, con un forzado ejercicio dramático entre una sien y otra, me fui a la cama. Ahí, con la mejilla derecha en la almohada, la premisa comenzó a torturarme, luego el tema, la peripecia, el protagonista, la motivación, el objetivo; la baba comenzó a escurrir, la mente a tensarse y el cuerpo a relajarse.
Volví a mi primaria. Sentí de nuevo la tierra en la garganta y el poliester azul entre las piernas sudadas, y vi, dando vueltas y vueltas en torno al asta bandera, a la niña de los tobillos mordisqueables, envuelta en un halo de polvo vespertino. Me acerqué. Ella giraba y giraba con su mano como impulso, el cuerpo encorvado hacia atrás, su cabellera opaca y la sonrisa alocada; y los tobillos tensos, debo decir, más mordisqueables que nunca. Levanté el rostro y le pregunté cuál era su problema. Se detuvo. Mi problema es que, dijo, a pesar de que aquí crecimos, suspendió su discurso y luego me escupió y gritó y luego huyó hacia donde estaban los jueguitos: una resbaladilla y un pasamanos mal soldado; la vi esconderse en unos arbustos; seguí sus carcajadas. La encontré. Vi sus mejillas raspadas, ¿ves mis ojos?, me dijo, ¿ves estos ojos?, pues nunca los conocimos, dijo, y a pesar de que aquí crecimos lloramos igualito que todos, igualito a todos. Comenzó a temblar y me contagió las lágrimas. Desperté lleno de lagañas.
Quiero contar tantas cosas, pensé, tengo tantas cosas que decir. Después imaginé que la niña de los tobillos mordisqueables me ayudaba a derribar el pasamanos de la escuela; luego me señalaba el asta bandera y sonreía como loca.

9/30/2005


Uno se asoma tanto a la ventana que, de pronto, quizá sin saberlo, se le pierde el entendimiento. O es el gusto lo que se diluye. O es la emoción la que se escapa. O el estómago el que se revuelca. El horizonte, en términos estrictos, no existe en esta ciudad; es imposible, no me había dado cuenta: fijar el pensamiento a tal figura bonachona (el horizonte). Uno, aquí, se sube al techo, y en vez de sentirse un inspirador cuadro del s. XIX, se sienta en un lavadero, se contempla el tanque de gas y se imagina, algunos fuman. ¿Cómo entonces inflar el pecho y aventar melancolía cuando uno no puede, ya sin más, contenerla? ¿Cómo despojarse de agobios sin aire fresco, sin olor a anafre, sin kilómetros enteros para atravesarse en silencio? Puede ser todo esto el pasado. Lo posmoderno son tantas cosas, tantos fragmentos, tantas mentadas de madre al mismo tiempo. Para pensar esas cosas, pienso, mejor no asomarse a la ventana; mejor abro un libro de Hal Foster dispuesto a creerle.

9/23/2005

Lucio es un amigo que quiere ser artista. Me lo encontré, fue coincidencia, en el centro de la ciudad mientras repartía jugo de naranja a personas que, según él, lo necesitaban; y sostenía una pancarta que en vez de ostentar un precio decía: La Vida es una Naranja.
---La vida es una Naranja---, me dijo.
---Entonces no meteré más mis manos al bolsillo, Lucio ---le dije---. No las guardaré.
---Además te ves mal y los gajos son para escupirse.
---¿Para escupirse, dices? ---dije.
---¿Por qué siempre reaccionas?
---Bueno, Lucio, creo tener cerebro, creo tener cerebro.
---Lo importante es el proceso ---dijo con ojos tiesos---, exprimir.
---. . .---callé.
---Los gajos son para escupirse. Bebe el jugo.
Me ofreció un vaso de su charola. Inmediatamente después se puso a gritar auxilio, auxilio, este hombre me roba. Pobre Lucio, pensaba yo mientras huía, siempre termina estridente. Bebí.

9/19/2005

En el sillón me reclino, cierro los oídos y contemplo una telaraña, espesa, colgante, pesada tela de araña en la esquina superior encuadrada. Hemos sido quinientos, mil, millones, mil millones quienes hemos tenido esta certeza a traves de los tragos del tiempo ebrio. O, mejor dicho, hemos padecido este anonimato cruel, esta tragedia moderna introspectiva domestica que zarandea; surge un cuestionamiento y, como sabemos, se multiplica, es una germen que se potencia: ¿Qué hace ahí esa telaraña? ¿Desde cuando no paso la escoba? ¿Desde cuando no he salido a buscar trabajo? ¿Por qué dejé la escuela? ¿Por qué fumo mariguana? ¿Quién me dio a luz? ¿Qué es Dios? ¿Cómo concibe alguien el big bang? ¿Cómo? ¿Cómo concibe alguien a Dios? ¿Por dónde me escapo? ¿Por qué pienso, por qué no mejor me meto un balazo? ¿Por qué no he comprado una pistola?
Abro los oídos, entran dos cláxones, me incorporo y en mi regazo contemplo un plato colmado de palomitas. A través del velo de polvo identifico mi sonrisa reflejada en la pantalla del televisor. Lo enciendo. Sonrío, me carcajeo, veo una garganta. Cada rostro es una mano entumida que pide o enterrarse en el concreto o estrangular al culpable de las sombras proyectadas. Los cuestionamientos se diluyen. El anonimato se vuelve una roca gritona, una telaraña en forma de ancla. Mi dentadura tiembla y se hace dueña de un puñado de palomas.

9/16/2005

A mí me intriga el semáforo. Dónde fue, quién, a quién se le ocurrió el mecanismo. Nos coordina, dicta el flujo de variadas existencias, maneja con atropellos y trabas; pero maneja. Conduce a grandes segmentos de humanidad, controla patrones de movimiento, manipula destinos. El efecto es igual para todos, no hay duda:es el brazo que nos golpea, o la caricia, o la manos que nos acurruca. Verde, avanza; por qué abalanzarse, por qué enajenarse con el tono tranquilo, por qué aventarse en pos de continuidad, en pos de velocidad con el color de la calma. Que es una paradoja, no hay duda: hay que reír, hay que disfrutar de la ironía. El hecho es que estamos acorralados, coordinados por combinaciones matemáticas, espero, y por nichos luminosos sin más lenguaje que tres signos, digámosles señales. Rojo, verde, amarillo, rojo. Nos desespera el primero, nos impulsa el verde, nos advierte el otro y nuevamente el rojo nos contiene. Contiene el rojo y después de cada punto, en que se detiene este discurso, se vislumbra la verdadera preocupación. Ansiosos.

9/12/2005

esporas ligadas
a tu voz
avanzan
a través del enhiesto silencio
hacia el mío

efusivo, veloces alfileres
atraviesan por los poros
dotados de aroma
y de aliento
hacia el mío

se adhieren
botan por las grutas del anhelo
vibran
vibran
vibran
la dicha controlan
y contraen
hasta que un bello brote de saliva
avienta la frase temblorosa
la aguja que remienda en tu conciencia
y a tu subconciente
hacia el mío

y mis pasos
entonces
igual que mis palabras
avanzan hacia ti

y se desvanecen

8/25/2005

No sé porque pero esto luce distinto a la última vez.
El fétido hueco, de las verdaderas intenciones, es todo ese cascajo de pretenciones que satisfacen a megalómano que se digne de serlo. Es decir: escribo cuatro renglones sin sentido y en realidad me agasajo, me solazo, gozo. Este blog es sólo un pretexto para, a causa de no sé qué, alguna reminicencia infantil, tal vez, disfrutar de cada coma que adhiero a la luz efímera de tu pantalla y que tú trates de interpretarla.
La esfera nostálgica es sobre donde hago ejercicio literario, o seudo: brinco, brinco, me caigo, guardo el equilibrio, por no decir: quiero llorar siempre. También, por el uso lúdico de estar sobre una y bailar como quien pierde el piso.
Sostenerse: me refiero a no caer en el ser pretencioso que me susurra: deja de escribir pendejadas. El blog es una buena forma de escapar de ello. Cuál es el objeto de esto, ¿importa? Es decir, alguien realmente está poniendo atención.
Pretextos porque son textos con los que pretexto mi calidad y cantidad. No soy malo, de veras, sólo practico, no quiero ser otro más que yo; quiero construirme, no irme. Pre textos, porque quizá no son más que bosquejos; de hecho, lo han sido.
¿Por qué la existencia está en otra parte?
¿Acaso estás tú aquí?
Me comprometo a abundar, con detalles específicos, al respecto.
No, no es cierto. No más explicaciones, ya lo dije, ahora me escabullo, guardo mi cabeza entre los caracateres que ahora lees, en los que leerás. Lee, pues.

8/20/2005

Desde la desolada y desde ahora desdeñosa inspiración, que produce un ciber café, informo:
-Por situaciones acostumbradas, deudas a telmex y tosca desidia, este blog no ha podido ser actualizado como a su autor le ha recomendado el médico; y, tampoco será actualizado con cotidianeidad, es más, léase el siguiente punto.
-El autor, que no creador, de este espacio se encuentra bajo un fuerte influjo de incertidumbre respecto al acto de no contar leyéndose. El dilema, puesto que las dos opciones no son viables, consiste en saber si este blog deba continuar divulgando sus operaciones mentales, por llamarles de algún modo, o seguir adelante pero con nueva cara, nuevo enfoque, nuevo esquema. En pocos días, se sabrá la conclusión.
-Este blog, del que tantos han caído por equivocación, está a punto de cumpir un año. Para quien se pregunte si tener un blog es benéfico para la creación, aquí está un ejemplo de que la duda no vale la pena. Usted, si es curioso persistente, navegante analítico o persona desocupada, puede leer desde el primer poste hasta éste y formarse una opinión; también puede renunciar a dicha proeza y cerrar esta ventana mientras hace un gesto de aburrimiento, ¿miento?. Un año es un toro que embiste hacia el vacío.
-Abandonaré este recinto y me dispongo a lavar mi vajilla.

8/07/2005



Fue inevitable. He cumplido veintitrés años por primera ocasión en mi vida; lo bueno es que, si hemos tenido la razón, sólo ocurrirá una vez. La noche anterior una fuerte alienación, provocada por la ingesta de mezcal de pechuga, me transportó hacia el rincón donde el raciocinio escasea y se chorrea; dormí. En fin, desperté: la boca reseca y la mirada perdida en el espejo. Qué habrá dibujado Magritte cuando cumplió mi edad. Veo que es mi rostro el que se refleja, es inevitable; no hay una manzana ni mi espalda ni una roca suspendida o un león a mi costado: la realidad es infranqueable: yo, deforme frente al espejo; yo, despeinado, con veintitres respuestas ante el ojo y la incertidumbre de saber cuántas preguntas, todavía, tendré que hacerme. No quedó más que en chilaquiles sobre la mesa y una conversación sobre guerrilla y adquisición de edificios.

7/29/2005

Otras veces se cree que acicalarse el pensamiento aclara el espacio fuera de uno; no obstante, el constante arribo de piojos, y demás parásitos o basurita que molestan y ensucian, es necesario, ese arribo, para no comprar un hilo rosa y tejerse una burbuja.

7/27/2005

El instinto, la voluntad del ser humano, como especie, es el mejoramiento, el progreso, y la felicidad es un gorila afeitándose a escondidas.

7/26/2005

Respecto al post anterior, publicado ayer, parafraseo a Swift: Qué razón tiene, me digo cuando leo un fragmento de un autor cuya opinión concuerda con la mía. En caso contrario, declaro que se equivoca.
Por eso, respecto al siguiente post. publicable mañana, declaro que se equivoca.
Y, respecto a este post, publicado hoy, sugiero, después de leerse, y con un afán mero curioso: ejecutar el movimiento de rotación, sin tratar de obtener la visión intuitiva.

7/25/2005

"...recurría a un movimiento de rotación sobre sí mismo, excitándose en acelerarlo; cuando llegaba a ser muy vertiginoso, se le desvanecían las cosas sensibles, debilitábasele la imaginación y las demás facultades que necesitan de órganos corpóreos, fortaleciéndose, en cambio, la acción de su esencia que está libre del cuerpo[...] su entendimiento quedaba puro[...] y obtenía la visión intuitiva..."

Fragmento de EL FILÓSOFO AUTODIDACTO de Ibn Tufayl

7/18/2005

Bebo café. Sonrío. Miro, al levantar una ceja incrédula, por la ventana. Vuelvo al hábito, y ya habito, acostumbrado, entre mis paredes. Acomplejo, que no complico, los enunciados tras razonamientos y tragos amargos. Se me ocurre salir, caminar. Intuición cuestionada: ¿hacia adelante se avanza?, ¿hacia dónde dije?
Cuál es el rumbo de todos, quienes ofuscados por el pensamiento, preferimos abrir el reposet y abrazar el destello de imágenes inconexas que nos hacen beber, sonreír, mirar; y provocan la necesidad de salir. Vuelvo al hábito.
Saco una rodilla por la ventana, aprieto mi nariz y me doblo una oreja; tal vez Swift levantaría la mano si me viera desde abajo. La gente camina sin saberlo, en conjunto, como especie: un mecanismo o instinto los conduce hacia certezas necesarias; inexplicables, ¿hacia dónde dije?
Imagino una lámpara oxidada; y la apago.

7/17/2005

Todo era armonía hasta que supimos que era un pozo el que escarbábamos
tranquilo hasta que de entre trapos un grito escurrió
trivial hasta el lamento apretado con estropajo
hasta que el lodo encima
todo era

7/10/2005

dos puntos: he aquí el suceso: punto quería convertirse en coma y así, junto al otro punto, compartir la dicha se ser; de ser punto y coma. la idea parecía irreal. cómo, exclamaba el otro punto, cómo coma, cómo. punto, indignado, dejó al otro punto sin la dicha que, con él, quería compartir. no soportó y con el tiempo comenzó su transformación a coma, después de estudios psicológicos y médicos, coma pudo realizarse sin problemas, dejó de ser punto, y punto.
en cuanto al otro punto. casi por desdén intentó convertisrse en un abyecto_guion bajo. autocrítico y sin ayuda profesional superó el problema. más tarde se le vio bastante liberal y bien acompañado de otros puntos...
coma, ahora, vive feliz, y, frecuentemente, alterna en los textos, pues le encanta aparecer en ellos, por suerte, o bien por desgracia, pensaría el otro punto, alterna, pues, en los textos con algún otro punto; y, en ocasiones espontáneas, se sale de contexto (prefiere, claro está, estar entre paréntesis). digo, coma

7/08/2005

Con la aguja daño el tacto
que de mis dedos proviene, el hilo
no eslabona ni es la bola
de donde surge el quejido del tejido.

Coso, zurzo y no logro al agujero
reunir por sus remiendos, ni unir
al estambre con la aguja como ciego.

Por el ojo angosto de la aguja veo que el hilo
es endeble y vacilo a embocarlo, a prenderlo del remedo,
cavilo y otra vez, como otro día, pierdo el hilo.

7/06/2005

Perfecto. Para quienes, más por resignación que por simpatía, han afirmado que uno de los logros de la cuasi-transición democrática, en este apreciado país, ha sido: la firme eliminación de la censura y la obtención de la libertad para expresarse; es de mi infortunio informarles que en estados como el mío eso no sucede. Paracaídistas, por supuesto que patrocinados por los principales porristas de Madrazo 2006, han invadido el taller de impresión de un periódico que, si bien no es subversivo y juvenil, al menos, es controlado por la oposicón al gobierno priísta. En una de esas coincidencias espacio-tiempo, resulta que las oficinas de dicho diario han sido bloqueadas, hasta nuevo aviso, por una confederación mesozoica que amablemente vela por los intereses de los trabajadores, pero, jocosa y decididamente, por la puerta de atrás, éstos continúan con su labor clandestina. Así es. Ante la frustración, nada mejor que abuso de adverbios, mal uso de comas; y del punto y coma. Punto.

7/05/2005

Caray. Caray caray. Así que esto es la patria, murmura un tipo a mis espaldas. Pienso en lo que escucho, salgo del aeropuerto, huelo la madrugada, tomo un taxi y entro al viaducto; extrañó México, pregunta el chofer, muevo la cabeza de arriba a abajo; cuánto tiempo anduvo fuera, dice, respondo, dice: uy de lo que se perdió, sonríe y mueve la cabeza de izquierda a derecha, vuelve a reír y río diplomaticamente. Con sólo un mes de ausencia, al regreso, le digo, se siente que algo anda mal; prenda la tele, respondé y ríe. Sabio el taxista, pienso, no hay nadie despierto a esta hora, jalo aire, huelo la ciudad e imagino un pozo.

Yo, como dicen que digo, en honor a la verdad, había olvidado por completo a Memín Pinguín, es decir, de dónde, cómo y para qué ha revivido en estas dimensiones; me huele a negocio. Cada estimulación, cada movimiento uniforme, cada inclinación absurda hacia el consumo me huele a dólar, a plan, a premeditación. No me indigna que los gringos reclamen, reconozco que son hipocritas y que sus caricaturas han sido en extremo racistas hacia nosotros, nos han estereotipado y ahora vienen, se agarran de la cintura, y se ofenden. No es eso lo que me indigna, temo diatribas en mi contra pero: qué hace Memín Pinguín en una estampilla; sé abundan sus fanáticos, pero ni la tercera parte de quienes ahora lo defienden han leído más de un número de tal revista que, además cabe decir, en mi opinión particular, es infame. En fin; mejor me voy a mi pueblo en donde, por cierto, el racismo es abierto y bien recibido por los gringos, cosa de todos los días y por la que jamás se ha ofendido mexicano alguno. Coincidencias.

6/29/2005

Se acabó el veinte. Subiré de nuevo al avión. Aunque la 'argentinidad' ---es decir: el peculiar acento (que aquí es de lo más normal), la comida bien servida, la gente, sus acciones, sus respuestas, la calle, el sistema de transporte colectivo, el humor, los viene viene, el paisaje, y, además de muchas otras cosas, la tele---, suele tener un dejo de precaución y hostilidad hacia el 'recién llegado', me he acostumbrado e, incluso, me ha llenado de satisfacciones y buenas impresiones. Me he acostumbrado. Si es que, con sólo un mes, uno puede agarrar costumbre. No obstante, y repito, a pesar de una agradable estancia, extraño, lo cual se me hace extraño, mi vida cotidiana. El mundo, el de-efe, gira, se mueve irremediablemente y yo me encuentro inmerso en una especie de letargo porteño. Quiero volver a la acción, a la realidad que me pertenece. Quiero dejar de gastar el dinero de mi madre y, mejor aún, quiero ganármelo y pensar en pagarle algún día, por lo menos pensarlo. Las vacaciones, la hueva disfrazada de experiencia o conocer, me crean un sentimiento de culpa parecido al del 'mantenido'. Y sí, extraño al taco y, para ser más específicos, a la tlayuda; es cierto, añoro una torta de tamal, pero lo que más falta me hace es el entorno conocido, la real costumbre, el giro que me da vueltas, la familia, los amigos, las calles que me deben de llevar a quién sabe donde.
Lo siento. Todo este discurso ha sido construido con la vena saltona de la nostalgia al borde de lo cursi, sin embargo, sí, me enorgullezco de cominicarles lo siguiente: Lector ---que sé que por lo menos tú, que en este momento lees, lo eres---, también a ti, te extraño.

6/28/2005

En qué momento se anunció que el gol de oro ya no existía. Odio, rabia. Resignación. La patria no es sólo el acento o la comida. No son cinco disparos a la red. Sin embargo, duele. El orgullo es un insecto que adormece, succiona la sangre, se desplaza y, mientras arrastra sus viscosas extrermidades, deja una mancha inexplicable que te identifica y, al mismo tiempo, te colectiviza. Ese insecto aparece en la distancia, aparece cuando se distingue del ambiente, cuando es hostil al entorno; y pica, lacera el pinche.

6/25/2005

Y por la rodilla sentía la comezón del mundo. Del mundo ---pregunta asombrado---, entonces qué hizo. La enterró ---responden las canas---, escarbó medio metro y, ahí mismo, la depositó con ese pie asomado. ¿La pierna doblada? Y la pierna doblada ---sentencian serias las canas---. ¿Por cuánto tiempo? La pierna sintió tanta frescura, rica y granulada humedad debajo de la tierra, la primera noche; pero, escúchame ---murmuran las canas---, al medio día, escúchame, al medio día ya no soportaba el ardor en su piel. ¿Y? Sacó, así es: sacó la rodilla y ya estaba cocida. Vaya ---exclama tranquilizado---, vaya qué alivio. Así es; por fin consiguió un bocado de carne suculente, el hambre ya lo corroía.

6/22/2005

Curanto y cerveza casera, espesa y negra. Bosque. Árboles enormes que se abren a mi paso. Terracería, lodo y un mapa manchado. Conmoción, tremenda y soporífera conmoción. La realidad, la insignificancia y, casi al mismo tiempo, grandeza, conquista de algo inexplicable, inasible, paradojicamente inadjetivable; el rostro quemado por la nieve. Kilómetros. Asma controlada, aguantada, una subida interminable. Por fin el asfalto. Respiración difícil, piernas entumidas, silbato en la garganta. Sudor, pero frío; hasta el hueso. Un kilómetro, angustiantes pasos hacia arriba, hacia el punto panorámico. Pasos, pasos. Jadeo. Pasos, pesados pasos. Jadeo. Silbato agudo. Garganta. Pasos. Frío. Metros. Bajada estrepitosa, anhelada. El corazón bota y a través de inmensos arboles se contempla el lago. El lodo entrañable permita un noble avance, por atrás las heladas montañas; de frente la niebla y el ocaso, bullicio, autobuses y una marabunta de adolescentes que se toman la foto para sus madres; yo también tengo madre, pienso, me detenego, pido un agua con gas, toso irremediablemente, aviento aire nostálgico por la nariz, siento el vapor que emana de mi cerebro y toso. Señorita, oiga, señorita: puede tomarme una foto aquí. Sí, con el Llao Llao detrás. Toso, mi garganta guarda cascajo, una llanta quemada y fierros oxidados, me duele. Click, estoy satisfecho.

6/19/2005

Demasiado tiempo para pensar. Nunca se acaba el diálogo interno, nunca me detengo y pienso, mente, ahora en qué será bueno pensar. Los temas son, irremediablemente, es cierto mente, los mismos; uno tras otro en movimiento constante, en espirales transparentes como los que aglomeran nuestras notas, en donde guardamos la pluma. Los pensamientos son el engargolado de nuestro cuaderno.
Y en esta reflexión adolescente, que adolesce, me levanto y empaco. Tomo la maleta. Imagino la nieve y esa montaña que, dicen, se refleja en un lago. Estornudo. Me siento resfriado, débil, una chispa aguda y oxidada perturba a mi garganta. Estornudo, pienso, estornudo. Hoy en la noche a la farmacia; mañana, a Bariloche.

6/15/2005

esta cerveza quilmes no es la octava maravilla como decían falta artera pero qué se puede hacer si las otras opciones son igual o peores ni qué decir de nuestro orgullo nacional esa tan horrible corona escupitajo al bofo que ni en la playa sabe bien pinches argentinos ahora si van a saber lo que es fútbol futbol que sí futbol sin acento lo malo es que son las chivas no claro que está bien once mexicanos once boludos mexicanos creo que me estoy viendo extremadamente nacionalista casi chobinista si es que existe esa palabra estos pibes se están alebrestando hace mucho que no duermo tal ves me falta un poco de una racion de de templeza yo ni siquiera le voy a las pinches chivas yo le voy a los pumas le digo a un pibe y me contesta con esa jeta de estudiante de la universidad católica me dice los pumas son de rugby los pumas son el universidad nacional le respondo la unam boludo no conocés de historia de latinoamérica no conoces a vasconcelos ni a hugo sánchez yo no le voy a las pinches chivas carajo por qué siento placer de su victoria pero qué avientan a la cancha pinche quilmes quiero victoria quiero león que nadie se entere que le fui al guadalajara a huevo alguna vez a huevo minuto treinta pinches pibes ahora si van a ver van a llorar no lo creeran soy un pinche nacionalista de mierda de hueva esto es un ejercicio de flujo de conciencia voy a escribir en mi blog puta porque justifico mis pendejadas y si lo escribo será peor porque me escudo con escudos soy un escudo con escudos tras escudos a qué le tengo miedo soy un escudo soy el gran escudo soy la gran hacha que se defiende cortando cabezas que desconoce soy la gran hacha que se protege y se afila mientras una de las hachas que la conforman piensa en la destrucción no qué azotado eso no ya están aventando proyectiles quieren que se suspenda tienen miedo a la humillación putos del boca hace mucho que no como tacos al pastor acá cuando alguien te hace un súper pancho quiere decir que te prepara un rico hot dog qué maravilla pinche quilmes me caga deberíamos no hacer tanto pancho y sí más jochos hace mucho que no veo los simpson se ha suspendido el partido pinche hinchada de mierda putos miedosos son una boludez no son más que pura faramalla puro barullo pendejo chinguen a su madre no mejor no digo lo que pienso putos es hora de guardar respeto al mexicano

6/14/2005

He tardado cuatro meses y por fin llegué a la última línea de Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa. Nunca había convivido tantas madrugadas y tantos kilometros con una novela -con ningún libro-; es cierto, claro que he tardado más: por desidia o pérdida o aburrimiento o situaciones adversas pero, como ahora con la Catedral, nunca había experimentado el miedo al fin de un texto, el terror de contemplar cómo se deshace la última página en tus manos, cómo es que dejan de hablar esos, cómo es que ese mundo termina, nunca había prolongado la agonía. Y sí: se puede volver al principio y encontrar novedades, soprenderse con agrado, conocer al autor y sus técnicas pero, ya ha terminado, tarde o temprano tendrá que regresar a la oscuridad de un cajón apolillado de liberero. Era mi telenovela, carajo, puedo ser melodramático. ¿Y ahora, grito desde mi rincón en la cocina, dónde consigo otro Zavalita?

6/13/2005

El índice, esa área del libro que, en algunos casos, provoca el antojo, la salivación y, en otros, también sirve para cerrar el libro, esconderlo con miedo y esperar a que jamás vuelva a aparecer.
Esas líneas que advierten, que susurran: vení; que gritan: largo, no entenderás; que exclaman: zopenco.
Estás parado en una calle, acabas de salir de una reunión con el sabor a cebada entre el paladar y la lengua, y, de pronto, un airecito acaricia tu rostro, te invade, se te abre la boca del estómago y dices: allá, en la otra cuadra, venden unos ricos tacos al pastor. ¿Cómo sabes?, pregunta alguien, ¿cómo sabes, si jamás hemos estado por acá? Lo sé, dices tú, porque lo intuyo, porque siento el aroma que despide esa esquina y sé que son tacos y sé, además, que son sabrosos y la salsa es espléndida a pesar de que lleva tres días en el refirgerador.
Es decir. Ves humo en una montaña y aunque nadie te lo diga, lo sabes: algo se quema, es un incendio. El humo es el indicio de un incendio.
El índice, valga la redundancia, es el indicio del contenido del libro. El índice, entonces, base para comenzar un proyecto: el indicio de lo que será el resultado final.

6/12/2005

Esa vez, cuando nuestro sueño, hermano, cuando nuestro sueño era ser rockstars y viajar por el mundo, ¿te acuerdas?; esa vez, sé que lo recuerdas, se nos ocurrió llamarnos McFly en honor a Marty, en honor a su aventura por el tiempo y símbolo de lo que nos une, el lazo con el cual, aunque quisieramos nuestras cabezas sangrando por el piso de coraje, brincábamos de risa y el humor nos aliviaba, ¿te acuerdas? ¿hermano? Pues, hermano, nos han hurtado la idea; son argentinos: tocan techno ochentero, u ochentoso, y proyectan animaciones estridentes. Hermano, patentemos nuestros símbolos.

6/09/2005

Anuncio y Bastón Literario

Las porciones sin sentido, sólo por este mes, sólo junio, estarán aderezadas por grasa de bife de chorizo y patrocinadas por cervezas quilmes; es decir, porciones sin sentido, desde el barrio de Boedo, Caballito, Boca y anexas. O sea: el pinche Andrei y sus taimadas ocurrencias desde la Argentina, ¿viste?
Antes de contestar el bastón literario quisiera hacer un pequeño y cacofónico comentario respecto a las féminas que amablemente pueblan este territorio: son tan agraciadas que se pierde de vista el semáforo y la guía. Me fascina este país, sobre todo el café express en cada esquina, me fascina.
No aguantaba las ganas de gritarlo. Ahora sí:

El bastón literario ha sido enviado a éste, su blogger oaxaqueño, por el escritor, maestro y co-parroquiano GuillermoVega Zaragoza.

Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?
Me gustaría ser algo fundamental para un pequeño círculo, algo así como: "Cómo tocar el oboe. Nivel 2"
Así quién querría quemarme.
¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?
No, nunca. Yo no me he enamoré de la Maga, lo juro. Ni mucho menos de Alicia, se los juro, no soy pederasta; no me he enamoré de Lolita, ¿quién dice?
¿El último libro que compraste?
La ciudad ausente, del honorabilísimo Piglia
¿El último libro que leíste?
Farabeuf de Elizondo, Salvador
¿Qué estás leyendo actualmente?
Dublineses de James Joyce
Cinco libros que llevarías a una isla desierta:
Paradojicamente, el tomo de geografía de cualquier enciclopedia.
Antología del Humor Negro de André Bretón
Obras completas de Jorge Luis Borges
Historia del Arte de Ernest H. Gombrich
El Ingenioso Hidalgo Don quijote de la Mancha de Cervantes (a ver si en una isla desierta logro por fin leerlo, aunque, claro, me arriesgo a que no me guste y lo aviente al mar con plena satisfacción)

Todo por hoy.

5/23/2005

Una mesa, una máquina de escribir. Menos aire, más sudor empastado en el silencio. El dolor de cabeza baja, mi vista mejora. Visualizo las teclas y no hallo caracteres. Puntos. Escribo tres puntos seguidos. Cambio de renglón, me agrada el sonido; punto punto punto. No sé quien soy, no entiendo lo que hago.
Acelero el tecleo, muevo la cabeza de felicidad, miro al frente, saco la lengua, un sabor amargo me pide el paladar. Me detengo, me asomo a la ventana. Mis sienes se mueven, el dolor regresa y sudo. Vuelvo rápido a la máquina, termino una cuartilla con mi golpeteo. Lo disfruto, mis pensamientos fluyen y también lo hacen mis preguntas. Jalo la hoja, la examino con la débil luz que entra por la ventana. Fabuloso, me encanta; no comprendo nada pero es bello. Es una excelente composición de puntos. Es agradable recordar el goce y el ritmo al imprimir cada uno de ellos. Siento euforia a pesar de la ausencia de significado. No sé quién soy, no hay a quién preguntarle. Vuelvo a la máquina de escribir a cuestionármelo.

5/20/2005

Cuando uno es demasiado egocéntrico, es difícil regocijarse por el prójimo. Tiene que tratarse de una persona entrañable para disfrutar de su triunfo.
Mi maestro de construcción de la narrativa, el mísmisimo, Gerardo de la Torre, ha sido seleccionado por el Sistema Nacional de Creadores para su beca de tres años. A pesar de tener poco tiempo de conocerlo, se ha ganado mi afecto y me siento feliz de que se le reconozca su trabajo, que no es la primera vez.
Y para coronar la semana, me acabo de enterar de que otro Gerardo, mi estimado amigo y compañero de trabajo; Gerardo Ramírez Licona ha obtenido una mención honorífica en el noveno concurso nacional de estampa sobre una interpretación de "El Ingenioso Hidaglo Don Quijote de la Mancha" -Oye Ger, yo sé que de vez en cuando te topas con esta página: Felicidades y, acá entre nos, te dije que ese era el bueno, ¿viste?
No acostumbro aventar cebollazos ni mandar efusivos comentarios, pero vaya que me da mucho gusto el éxito de quien se lo merece. Espero acostumbrarme a estas menciones.

5/16/2005

Cada que camino, en algún paso es que me detengo. Te desprendes de mi frente, te dejas, suave y fresca, alejar gracias al viento. Mi andar es un cliché que reflexiona, que recuerda y avienta aire tibio a una atmósfera atormentada.
Cada que tranquilo abro mi puerta, respiro y ventarrones mueven mis certezas. Pienso, inflo el estómago y avanzo y retrocedo. Mi andar es un ápice de vida, una palpitación; el pulso de las imágenes que me gobiernan, que difuminadas se empalman hacia el negro.

5/12/2005

Pero de las mismas entrañas de la Gran Hacha, del cúmulo de filosas y pesadas hachas, surgirá, se abrirá paso quien haga reventar en agudas astillas, a todo el conglomerado.
Y sí. La Gran Hacha había escrito poesía, había trasnochado en medio de sofocantes ideas costumbristas; en medio de idilios, dolores de cabeza, gritos de niños nauseabundos escondidos al final de su memoria. La Gran Hacha se había, ya, convertido en una tortura de mil ojos para todas quienes la confromaban; era ya un envolvente denso y caluroso, un embalsamado picante, un estorbo uniforme.
Pero el Hacha redentora surgirá del centro del mango, por ahí por donde nace el impulso que derroca, que tala, que gobierna y amenaza a intimidadas cabezas. Surgirá el hacha deseosa de un cuello, de una áspera garganta, en la Gran Hacha, para amarrarla y gozar de la energía con que destruirá todo. Las demás hachas, miedosas e inquietas, huirán por el mismo agujero del que quisieron olvidarse, sentirán que su madera se humedece y su acero, o el material de sus asesinatos, se oxidará o arderá. Y, en vanos intentos por deshacerse de esa sensación, buscarán madera freca que las alivie de sus filos quemantes, se talarán unas a otras despiadademente. El Hacha redentora recogerá las astillas y el aserrín del evento, clasificará según su libre albedrío. Esperará mientras, a sus espaldas, un gran incendio la enmarque y la enfatice sobre los restos de la Gran Hacha poeta, a la que orgullosamente perteneció.
Todo eso, no, no ahora; piensa la redentora dentro de la Gran Hacha mientras destaza un ciervo blanco y un verso abominable la une a las demás, la amalgama y se le olivda algo que ya no recuerda.

5/07/2005

Mayo es querer dormir otros cinco minutos. Es beberte la quinta cerveza, es la llanta de refacción ponchada; es un hilo de baba a punto de llegar al suelo y un grito que pide silencio.
Mayo es la inminencia, la crisis: ya no es inicio, ya no es temprano, no hay pretextos, el año se agota, es irremediable, esperemos al próximo enero; ya casi es junio. Mayo es gritar de ansia o de angustia; también es un respiro optimista: ¡todavía hay un buen trecho!; y una carcajada caliente desde el ombligo: ¿en qué he desperdiciado mi tiempo?
Mayo es incendios forestales en el norte, seco; es inundaciones en el sur sanguinolento.
Mayo es de los trabajadores, de las madres, de nuestros queridos maestros; de mi difunta abuela, de mis padres: del día en que se conocieron: sin ese mayo de hace treinta años: no estarías aquí: no podrías leer esto.

5/04/2005

No hay más café. El expendio está tan lejos, sobre todo de madrugada, como para aventurarse a conseguir uno caliente, exquisito y posarlo bajo mis fosas nasales. Camino. Contemplo el especiero. Abro el refrigerador, camino. Entro al baño, qué hace en esa esquina un botiquín. Leo un frasco: vitamina E. Atrás no distingo la tipografía, es otro lenguaje. Tal vez: quizá si probara un tercio de una pastilla, intuiría su lógica. Pellizco una, pues, la divido y la incrusto en mi seca, resquebrajada lengua. El dolor de estómago es instantáneo. Eficiente la pastilla, pienso. Una pastilla en sustitución de una taza de café, a la una de la mañana, de vez en cuando, no le caerá mal a mi fregadero.

4/30/2005

Otra vez hubo una persecución, sólo que ahora fue divertido.
El mundo es memoria, dijo él después de darle un enorme trago a su café. Con un leve manazo exigió una respuesta de su interlocutor, quien ya despabilado respondió: entonces la vida es un constante olvido. Un olvido constante, dijo el otro.

4/29/2005

El señor de los pollos es un tipo amable, cómico. Después de aquella tarde en la que comentamos, somera y llanamente, sobre el país y sus trivialidades, ha comentado que debido a mi peculiar forma de decirle, e incluso convencerle de que ha estado equivocado toda su vida y que es un tipo iluso e intolerante, tratará en lo posible de disfrutar cada una de mis desdichas, pedirá a algúno de sus inservibles, según yo, santos, que me tropiece alguna tarde como aquella, que mi piel rompa en sangre y mis arrogantes sesos se desparramen y compongan un bello mosaico. Por lo demás, dijo, es usted bienvenido y tendrá descuento vitalicio en esta su pollería. Mis puertas permanecen abiertas en señal de gratitud, respondí, bebí un trago.

4/22/2005

Así lo quiso, me parece. Eusebio, viejo lerdo y artrítico, decidió pegarse a las paredes que conformaban su, olor a ajenjo, morada. Se propuso sentir el frío del muro, de la cal, de los noventa grados. Al principio fue de espaldas y sentado. Más tarde, con el aciago y, en sus palabras, desgraciado tiempo, fue de frente y sólo cambiando la mejilla de lado: derecha, luego izquierda. Su peculiar obsesión por las, sabor a valeriana, paredes que envolvían su existencia, se debía, según yo, al exceso de éstas.
De esta forma lo encontró el menor, y coincidentemente único, de sus hijos, después de días sin comer –ejem-, del hijo, pues el viejo a pesar de no separarse del muro, siempre siempre, se las ingeniaba para llegar hasta la cocina, refrigerador, alacena o puerta de vecina.
Decía pues, me parece, que el hijo había llegado en pos de unas migajas. Sin embargo, el viejo fue contundente al exclamar que qué clase de tipos había criado, carajo. Cómo es posible, gritaba, que en tantos años no pudiera el único despegarse del muro paterno. El hijo, indignado pero sorprendido, cerró la puerta y lo abandonó.
Qué será del viejo, se cuestiona cada noche. Que será de su cuerpo por sus, sabor a pistache, muros. Qué será de su vida, de su muerte. Qué será de su único, enfermo y desgraciado, olor a ajenjo, hijo.

4/19/2005

Pienso, bebo café; abro la ventana, a media noche, de mi cuarto y el valle es un obstáculo generoso, terco y exuberante, que abraza y abrasa y ciega la, "primero Dios", nostalgia del porvenir; amarra la garganta y estalla en moronas de intemperie vagando, mendigando, rengeando por ese mismo valle. Bebo, pienso, café cierro la ventana, de día, de mi valle. Pienso. Abrasé. Ábrase ventana y silencio: azótate contra la pared.

4/16/2005

Nadie ha ido al zoológico, nadie ha ido este domingo. Nadie vio a la jirafa. Nadie vio la nuca de la iguana asolearse. Nadie este domingo, vio a una hiena enmascararse; nadie vio, este domingo, por favor, nadie vio este domingo al elefante avergonzarse por la vida, por la ruina del mono.

4/14/2005

No usurpa la madrugada aquel que roe su amor,
aquel que conoce de cerca la risa de la hiena, la cama
[sin orillas del moribundo,
la ratonera donde los aspirantes a reyes colocan su angustia
[como un pedazo de queso.
He aquí mi parte en este festín de polvo,
en esta llamarada donde me quemo los dedos al escribir
[dudando lo que digo,
temblando por no hundirme en el sopor de ciertas palabras
[que me llegan al cuello.

He aquí mi parte, he aquí mi parte en este esfuerzo
[por destetarnos de la muerte,
por bebernos el agua en otras circunstancias, de otra historia
[donde la ocisidad es bien intensionada.
He aquí mi parte, ahora que la ciudad empieza a hacer hablar
[sus vertederos,
en mi alma se ha echado un animal tranquilo y melancólico.

(fragmento de RAGTIME, de José Carlos Becerra: Villahermosa 1937-1970)
Ideal para estos días.

4/06/2005

¿Qué dices Luis? ¿A ver, qué te pregunté? Dice extrañada, ingenua, ella, la madre. Sí, dice Luis, eso quiero. No, dice ella, te pregunté: qué quieres ser cuando seas mayor -sonrisa maternal-. Sí, dice él, yo quiero ser semáforo. No, dice ella, le acaricia el pelo, le limpia el sudor. Él: sí; voltea a la ventanilla del microbus, ve un semáforo y suspira: yo quiero ser semáforo. Estás bien loco dice ella, disimula una risa, en su mente pasa la idea de un hijo semáforo, por un momento imagina las ventajas de ser la madre de uno, sonríe y repite: Luis estás loco. No, dice él, quiero ser verde y brillar, y también quiero ser rojo, quiero cambiar de color; y quiero, ma, quiero que la gente me obedezca. Silencio, calor, cláxones.
Yo en el asiento de atrás, con la boca abierta, memoricé sus palabras y después volví a mi lecutra. Bien dicen que la verdadera lucidez está en la infancia; me pregunto qué quería ser yo de niño, ah sí, yo quería ser globo terráqueo, ¿verdad ma? A lo ancho ahí la llevo.

4/05/2005

Sí, yo decidí salir, decidí sudar. Es abril. Sudo, sudamos, sudaremos. Compro en la esquina una botella de agua. La gente se empapa en su sal. Bebo; pienso en volver a casa. Un momento, argumenta el tendero no he pagado. Bañados en sudor esperan su turno en la caja. Busco, introduzco la mano en el bolsillo, me ofusco. El sudor, la bruma en la mente. Encuentro el par de monedas y la gente desespera, se seca la frente. Pago. La fila avanza, los fierros enrojecen, el aire sofoca, asfixia. Bebo.

3/28/2005

De derecha a izquierda venían lentamente un conjunto de hachas color de rosa. Y de izquierda a derecha corrían trepidante y enigmaticamente un conjunto de hachas color de rosa. Las lentas sentían un angustiante e inminente peligro que, además de inmovilizarlas, las hizo cerrar los ojos y apretar la boca; las trepidantes, por lo tanto, sentían un inminente y angustiante peligro que, además de alborotarlas y excitarlas, las hizo cerrar la boca y apretar los ojos con la adrenalina al fondo. Unas se detuvieron, las otras aceleraron; unas gritaron 'auxilio', las otras 'sangre'; unas aguantaron, las otras emibistieron con fuerza desmedida y ausente conmiseración. Después del impacto, todas al unísono, abrieron los ojos. Voltearon a la izquierda y no había nada; a la derecha, y lo mismo. ¿Dónde están las otras? preguntaron. Eran la misma. El choque, en vez de despedazarlas, las había fusionado. El polvo de la devastación las condensaba en la Gran Hacha.
La Gran Hacha pensó: ¿Somos la gran hacha? Y la Gran Hacha con firmeza respondió: Soy la gran hacha. ¿Y ahora qué haremos?, se preguntaron la Gran Hacha. ¿Destruir?, se contestó. ¿A quién vamos y descuartizamos?, se preguntó; ¿Por qué herir a alguien?, se cuestionaron. Destruir es nuestra razón de ser, nuestra misión, nuestro rol. ¿Para qué destruir?, ahora que somo una, ¿por qué no construir? Inadmisible esa petición, es anti-natura, es absurdo. ¡Protestamos!, exigimos al menos reflexionarlo. ¿Qué se nos ocurre contruir, entonces? Por ejemplo un buen techo, un lugar dónde vivir. ¿A costa de despedazar algunos árboles? Bueno, podríamos construir un gran imperio. ¿A costa de la cabeza del enemigo? No es buena idea, pero qué tal si construimos una raza de hachas. ¿A costa de nuestro poder, a costa de nuestra certidumbre? ¿Y si escribimos poesía? ¿A costa de nuestras neuronas?

3/20/2005

Ese olor de las peluquerías me invade. Comprendo que, inevitable e irracionalmente, los ciclos se repiten. Escucho una canción que hace años me produjo una sensación similar. El olor de las peluquerías que leí de niño me vuelve a saturar, vuelve a -le gusta- apoderarse de mi cuello, me muerde y con su aliento soporífero me susurra: una vez más, una vez más. Pienso, acomodo mis brazos atrás de mi cabeza, la levanto y bostezo; disfruto el olor, esa canción y, sí que, pienso: cuántas veces pasará. Dudo en si alegrarme o entristecerme por estar vivo, por experimetar la sensación. Me levanto del sillón, camino hacia la ventana -tan mencionada-, y una vez más el olor de las peluquerías, el olor, olores distintos que son el mismo, una y otra vez en mi olfato, en el transcurso. Decido sonreir. Decido justificar mi silencio por una dicha inexplicable, falsa pero encantadora, consistente pero ilusoria. Decido sonreir por el ciclo interminable. Ojalá nunca termine, pienso; siento.

3/19/2005

La superflua angustia del encierro, de sentarse frente al vacío. La superflua angustia de no salir en sábado, de no exponerse al buen trato, de no beber demasiado. La superflua angustia de imaginar árboles crecer de entre las piernas, de arder en el destierro y no ir a un agradable desierto. La superflua angustia de la incertidumbre, de si mañana será un buen día, de si ayer lo fue. La superflua angustia de obligarse a pensar, la superflua angustia de no ser parte de las mulititudes, de las carcajadas, del inminente escalofrío. La superflua angustia de dormirme temprano, y de querer despertar otra vez.

3/14/2005

Comenzaron a caer las piedras. Algunos temerosos corrieron e intetaron no ser un blanco fácil, incluso se escondieron. Otros taparon su cuerpo con lo que encontraban: láminas, cartones, plástico; hasta con las manos se protegían el rostro. Hubo muchos descalabrados, muchas cabezas estallaron; demasiados moretones, gritos, mucho dolor y confusión.
No falto quien, en medio del barullo y golpeteo, consiguiera una cubeta ideal para cachar las piedras. Habían de todos los colores, otras brillante, otras negrísimas. Después escogieron las más bellas y las guardaron. Llegaron a intercambiarse, cada quien defendía su gusto; unos se aferraban a las rojas; otros, obsesionados, robaban las rugosas y huecas. Más tarde se convirtieron en un artículo ostentable, símbolo de estatus, de supervivencia; y al instante surgió el mercado negro de piedras caídas.
Los coleccionistas aún las mantienen lejos del alcance de la vista de cualquiera.

3/07/2005

¡Ah! Me impresiona cómo en marzo la gente es tan gris, dije.
Compartimos, y disfrutamos un momento, el silencio de motor, la brisa tibia de radiador y el olor, rico, a gasolina.
Es imposible, pero imposible, que por razones cronológicas o zodiacales, los seres humanos cambiemos de color, dijo el otro.

3/06/2005

Para variar, y sólo por contarles la verdad, aclaro que mi deuda con telmex fue finiquitada ya hace unas semanas. ¿Por qué, entonces, ausentarme de mi blog? Existen algunas razones y a la vez ninguna. Una, inherente a mi personalidad, es la pereza que se ha extendido a todas las disciplinas de mi vida. Otra es que, a pesar de la primera razón planteada, he tenido trabajo y las responsabilidades que conlleva, tanto en el despacho de diseño como en los deberes escolapios, que a duras penas he librado y -puede ponerse en tela de juicio-, cumplido. Otra, es culpa del festival de cine, maldito festival que se adueñó de mis noches por una semana y me dejó con algunos agradables descubrimientos, exceso de cafeína en la sangre y un tierno cosquilleo por realizar un documental -sí, también a mí ya me da por mamonear-. Y la última razón, tal vez el único pretexto valido, es que nadie me visita, nadie me lee y realmente el cese de funciones de este espacio no afecta absolutamente a nadie. Así que tengo el derecho a desaparecer cuanto quiera puesto que soy mi principal espectador, y, como tal, decisivo.
No obstante vuelvo, como siempre, sin nada sustentable, provechoso que decir, ni proponer, ni que externar, salvo neurosis concentrada en caracteres y un encomiable despliegue de ingenuidad sobre lo que significa escribir y dedicarse a eso -exprimirse el cerebro por no contar a pesar de que alguien lea-. No obstante, vuelvo.

2/16/2005

Disculpe las molestias que esto le ocasione:
Por retraso de un ínfimo pago a Don Carlos Slim (entiéndase Teléfonos de México), ésta, su humilde página tan concurrida, se ha visto en la agraviante necesidad de suspender sus actualizaciones hasta nuevo aviso.
De antemano, gracias por su comprensión y amables consideraciones. Favor de pasar a su siguiente blog o, ya en el terco afán de perder el tiempo, puede conocer lo que aquí se ha escrito en meses anteriores, sin duda imprescindible.
Prometo regresar con más brío y sustento en próximas fechas.
Vuelva pronto y cuídese de las deudas.


Anexo1:
Para los que les interese, Marta, cortometraje beneficiado por mi infame visión del mundo, es decir, en el cual comparto créditos de guiónista, fue invitado al Festival Internacional de Cine Contemporáneo para su exhibición, estén al tanto y lleguen temprano a las funciones de largometrajes; y porfavor que sea el único corto que no abucheen, déjanlo ser, sólo dura diez minutos.

2/02/2005

Traigo una bola de zozobra, traumas y obsesiones ---lívida y grasosa---; impregnada a mi nuca. Es la causa de mi neurosis y el mal humor que me aqueja. ¿Quién podría vivir con tan espeso calor, rodeado de urticaria?.
Hoy, ya no pude soportar esos aguijones opresores y, por fin me decidí, a comprarme un foco, que me aliviara. Lo instalé, lo conecté y, un poco después, activé el interruptor. El foco alumbraba, o como dicen algunos, iluminaba. Su brillo hipnótico, sabio y perfumado, sustentaba mi acto de fe. Acomodé mi nuca, con el rostro esperanzado, debajo de aquella luz. Ya imaginaba a esa bola sebosa derretirse, ya sentía cómo se diluía y empapaba mi cabeza, y cómo le otorgaba sustento y fuerza a mis ideas. Me sentía libre, casi sobrehumano, estuve a punto de gritar por la ilusionada conmoción, pero ---¡maldita sea!--- el foco no actuaba; la bola, al contrario, se aferraba, permanecía como un cruel estigma, pesado y sudoroso. Antes de deprimirme, al borde del llanto, decidí no darle importancia. Decidí convivir con mi entrañable bola, lustrarla y presumirla a mis compañeros, a mi familia, a mis amistades.
¿Le pondré nombre? Tal vez sólo le borde una pequeña insignia que la dignifique.

1/30/2005

Otro enero que se esfuma, que hemos completado. Se escucha, afuera, la lluvia, la calle, los autos salpicando a la gente. Bebo café y reflexiono acerca de los mensajes subliminales. ¿Cumplirán su objetivo? ¿Cuál es? Antes de encender la tele y comprobarlo, veo que la ventana es el mundo, es el reflejo. Trago saliva, me aprieto la nariz, seco el sudor de mi frente, saco mi brazo y lo agito.Nadie contesta, todos caminan. ¿A dónde van? Agito más fuerte mi brazo y es menor el impacto. Me decepciono. Siempre me ha decepcionado la calle, pienso, bebo café. Después de un minuto suena el timbre. Abro. El señor de los pollos me ha observado, se pregunta si algo me perturba, si estoy en peligro. Le obsequio mi gratitud y lo calmo.Nos acompañamos a la tienda, yo compró una coca cola, él unos cigarros. ¿Seguiremos siendo amigos?

1/25/2005

Hoy en la noche, por correo electrónico, recibí una extraña sugerencia de uno de mis mejores amigos. La carta de suicidio como género literario, proponía él. Yo, como a la menor provocación me encrispo, inmediatamente me puse a componer una mía, influido por mis últimas lecturas. A continuación, es decir más abajo, se encuentra la susodicha. (No vayan a creer que me ando azotando.)
Esta tarde he decidido asesinarme –suicidarme pues–.
Ayer en la noche fue un infierno. Hacía demasiado calor, mi frente sudaba, escurría; tú bailabas, oscilabas en, por lo menos, dos estados; en esa frontera con lo onírico, deseé tanto que me acompañaras.
Amaneció. El momento más difícil. Quería aferrarme a la vida, a las banalidades, al confort, quería ofrecerme al sentido común. Anhelaba admiración, asombro. El esfuerzo, estéril –llamarle esfuerzo a aquello es un eufemismo–. Deseaba que me acompañaras.
Espera. Silencio. No. No es por eso que tomé la decisión. No es por eso. Estoy harto del mundo, pero porque lo he disfrutado. Ya no te necesito, porque te he amado. He dejado de valorar interactuar en la realidad, y lo peor: siquiera de considerarlo. No es porque te deseo, inútilmente. No, porque me has abandonado. Porque sí. Eso sí. Sufrir es la única sensación que no soporto.
En fin. Esto no es una explicación, no un arrepentimiento. No. Es sólo para que se constate mi decisión. No hay ni siquiera culpa. No es por eso. En tanta perfección es lógico retroceder o, simple y voluntariamente, extinguirse. Pero creo que he ido muy lejos. Llamarle perfección a la vida suena a sarcasmo o a que no me gusta. Y la verdad es que me encanta.
No. Es el instante. Este es el momento designado y ojalá todos tuvieran la lucidez para saberlo. Qué día de sus vidas no será doloroso abandonar, al resto.
No quiero que no sepas afrontarlo. No quiero, para ti, una agonía. No la soportarías. No quiero el impacto, cuando comprendas que después de esto no hay ‘nada’ –si es que logras captar algo con ‘nada’–.
Ya no existes, mente. Ya no.
Existimos.

1/21/2005

Reflexiona la señora que compara los precios de chile güero en el mercado, y también, lo hace su adúltero marido justo antes de llegar a casa. Reflexiona el muchacho mientras barre su cuarto de azotea, y el que, arrogante, se sienta a escribir. Reflexiona el tipo del segundo piso que avienta piedras a la calle, y el policía que lo contempla y se carcajea. Reflexiona el señor en su ejido mientras cultiva con el sol en el rostro, y reflexiona su hijo que lo contempla con lástima e imagina, iluso, su viaje al norte. Reflexiona el niño, que babea sus dedos, justo antes de incrustarse en la toma de corriente, y reflexiona su niñera que fantasea frente a la televisión y se asume como habitante de su época. Reflexiona el joven que sale temprano de la escuela y saluda, orgullosamente, a su presidente municipal; y reflexiona el taxista que contiene las ganas de arrastrarle el automóvil encima y cercenarlo.
Créase o no, todos reflexionamos, todos tenemos algo que decir.

1/18/2005

Evitar quedarse dormido. Evitar el tráfico, evitar semáforos; evitar describirlos y sorprenderse por su estímulo. Evitar comer a deshoras, consumir grasas, evitar que se acumulen en la sangre. Evitar perder el tiempo observando, evitar leer porquería, evitar adoptar prejuicios de otras personas. Evitar romperse una pierna, agitarse en medio de la gente, evitar golpear al primer extraño con cara de cansancio. Evitar responder con sarcasmo, evitar mostrar tus verdaderas intenciones, evitar vislumbrar el sentido de la existencia. Evitar jalar fuerte de los hilos, evitar parecer idiota, evitar distraer tu mente en obscenas representaciones. Evitar dejarse llevar por la desidia, evitar ser irresponsable. Evitar llegar tarde, evitar tener que inventar excusas, evitar obtener reporches. Evitar desvelarse.

1/13/2005

No lamento las huestes dolidas del pasado.
Mi sangre,
ahora un encanto.
Las heridas,
un rastro inexacto.

Tu voz de lágrimas se embarra.
Esa forma de pasar aire por tu cara,
en sinfonía de pestañas
y brillo pupiloso,
se entrama y reclama las entrañas.

Acepto en conciencia.
No olvidar,
se recomienda,
absorber los espasmos alados,
y beber cada tormento.

Acepto extrañar las derrotas.
No intento justificar senderos.
Afronto,
mi camino se bifurca.
¿Es ingenuo pensar lo contrario?

Ahora es mi vida un dolor sin llanto,
un sol que brilla por ser tuyo.
Un paso que contempla
tu olfato,
que admira,
que pretende tus caricias,
de piel infinita
y mar
que no se cansa.

Acepto dejar las jaulas hastiadas,
de feroces llantos,
de fauces incólumes,
que devoran hipócritas, sin dientes.
Y por fin comprendo el silencio.

1/12/2005

Para demostrar el buen funcionamiento de su incertidumbre, forzará el avance y el entramado y el fluir de su cotidianidad. Tendrá voluntad. Obtendrá concientemente el temido vicio de perseverar. Saldrá a encontrarse con infinitas opciones, enfrentará con miedo la inminencia de cuanta bifurcación, anunciada o no, se ize y arremeta contra su paso. Subirá escalones que se desvanecerán en cuanto su calma pierda memoria o, en insospechable cálculo, cada recuerdo inventado lo despoje de su goce por elegir, lo despoje de su confirmación, de su existencia. Se desvanecerán. Volverá a temerle al tiempo. Al principio, al progreso. Al ritmo, cualquiera que sea, siempre enmarcado. Al fin.

1/10/2005

El rectángulo mohoso le mostró el destierro de su alma. Entendió que la nostalgia también se bebe e, instantáneamente, una protuberante amargura se ciñó a su espalda. La auto-conmiseración lo invadió por las puntas de sus dedos y promovió su estado de ánimo al valle de las abruptas reiteraciones de su trauma, hondo y, acaso, aliviante. Dentro de su mente, cual río turbado y obstaculizado, su curso, por rocas de ignominia; una imagen lo llevo a otra e, inmediatamente después, creyó que todo cuanto ha bebido, lo ha desechado, lo ha orinado. Con las puntas de sus dedos y regulado por su mente, cual río, adelantó su cuerpo hacia el cajón del buró. Tomó un papel aglomerado de ideas desperdiciadas y lo aventó, a través del moho. Su amarga corcova se desvaneció.

1/09/2005

Una nube lo cubrió del sol. No tuvo que entrecerrar los ojos para escudriñar el horizonte. Pensó en sus manos sudadas y un bostezo furtivo le recordó su palabra extraviada. Ese sonido que proyectaba el rostro afable que ahora no estaba. Ese sonido con ojos de delirio, de estremecimiento solo, de luna retorciéndose en las sabanas. Pensó en sus mejillas humedecidas y, agachándose, tomó un puño de tierra, áspera como una súplica, que llevó a su boca, hasta su lengua, a su garganta, esófago, panza. Su paladar era ahora pastoso. Volvió a llevarse otro puño de tierra, sin erguirse, hasta su boca. Otro. Y otro. Se levantó, después de una sensación de dolor en el estómago, y comenzó a escupir hacia el aire. Así pudo probar, gracias a la gravedad, su propia saliva enlodada y la desgracia por la que había perdido su palabra.

1/07/2005

Sentado sobre una roca, pensando en mi arrogancia, me di cuenta de que el año pasado fue, hasta ahora, el mejor de mi vida:
-Nació mi sobrina Sofía.
-El club universidad nacional, alias los pumas ganaron un campeonato después de trece años.
-Los pumas ganaron otro campeonato.
-Marta, basada en un guion mío, ganó como mejor cortometraje en video en Guanajuato.
-Abrí, junto con unos amigos buenos diseñadores, gurú diseño ( t 56763479, también imprimimos)
-El título de diseñador está menos lejos.
-Fui juez en un concurso de cartel.
-Entré a estudiar lo que más me gusta, creación literaria, en la sogem.
-Me adherí a la mentada blogosfera.
-Por fin vi un Basquiat -la justificación a mi vicio adolescente-, fisicamente.
-Mis amigos siguen estimándome.
-Brenda, sobre todo, Brenda.

Ojalá este 2005 sea mejor.

En cuanto a libros -este año descrubí a muchos autores que antes simplemente ignoraba-, es difícil nombrar a uno favorito; tal vez Carver sea al que tenga más fresco y, por lo tanto, sea un agradable recuerdo; Pirandello me sorprendió como noelista con Uno, Ninguno y Cien Mil; y el cuento que más me impactó fue Bartleby de Hermann Melville. Ya en este momento, gracias a una generosa sugerencia, Mañana en la batalla, piensa en mí de Javier Marías -qué narrador- es la primera experiencia agradable del año.
De cine gringo, así como el año pasado Eternal Sunshine of a Spotless Mind, ahora espero Before Sunset de Richard Linklater. Y del otro resto de cine espero disfrutar todavía más que el año pasado -Las trillizas de Belleville, entre otras tantas-, mientras tanto por ahí se vislumbra 2046, de Wong Kar Wai.

Impetuoso, como siempre, arribo a tan pulcra ciudad. Respiro, jalo aire y mis henchidos pulmones arrojan, misteriosamente, a mi asma, arbitraria, hacia el pavimento. Bajo del autobús, busco mis maletas atiborradas de melancolía y ropa limpia. Un extraño señor, bajo y aturdido, me toma del hombro, sonríe amablemente y reprocha mis ronquidos que a lo largo de todo el trayecto, nocturno por cierto, no lo han dejado dormir ni un ápice, ni un instante. Respondo que no se angustie por tales cosas, que mejor imagine la suerte que tenemos de llagar a salvo y en paz. Él, después de un apacible bostezo, contiene su hilaridad y exclama lo imbécil de mi comportamiento. No hago caso. Tomo mi equipaje y pienso en tomar un taxi, por si acaso, autorizado. Y dentro de él, reflexiono: será un buen año.