9/27/2004

Sin ser cosmos,
ni filtrar el aliento en minúsculas rabietas.
Sin dormir entre ballenas,
mientras sueñas tiburones
devorando vida.
Sin amar olores dulces,
sin detestar serlo.

Ser transparente y
colgar de todas las orejas,
aprender a romper cristales para
pagar con vidrio
barato.
Tragar la propia saliva y
no poder escapar por los poros.

A pensar en ese ayer ausente
¡A devorar frutos
a escupir raíces!

Mañana es a cada rato

9/13/2004

Soy como el barro espeso
Eterno
Tangible
color café
Que se curte y blanquea cuando está seco
pero flota lento en tu mente

Que se impregna en tu olfato,
revive en tu rancio sudor,
en tu saturada respiración.

Barro que muerdes en ideas
masticas en instintos
que tragas en emociones
Que digieres en alusiones,
Desechas en ilusiones,
Que Pierde sentido y muere

Suelo ser fuerte y resistir
la humedad
Amo mojarme, escurrir
hacia tus manos creadoras
Suelo ser
Siempre café
desde mi calma.

9/12/2004

¿No te parece tan cercano?
Tan intenso que quema la piel,
que externa los más afables olores y sabores,
que cocina las neuronas,
que las excita
las alborota hasta el cansancio,
que hierve la sangre,
la evapora y deja sin vida.

¿No parece tan cercano en ocasiones?
¿Como para desintegrar cada una de tus células,
apoderarse de tus sensaciones más internas,
entregarle tus vísceras escurridas de sangre y orgullo?

Tan cercano que cuando amanece:
trastoca y transporta a la aquiescencia de la vida,
donde el aura es tan intensa y firme
como para detener al más inevitable de los atardeceres.

De brazos demoníacos, inteligentes, llenos de energía,
destructores, compasivos,
fugaces pero eternos.
Con o sin mí.
Con o sin la tierra.

¡Tan cercano y tan lejano!
En esta realidad de oscuros sitios,
de años luz y vidas cortas.
En esta realidad de indiferencia,
de imposibles y límites.

Quisiera ser destruido y consumido por él.
Ser devorado y devorarlo al mismo tiempo.
Sentir como su fuego perfora mis ojos,
mis membranas y mi alma.
¡Si no fueras tan grande y tan hermoso!
¡Te pisotearía y te patearía!¡Pinche sol!

9/01/2004

EJERCICIO NÚMERO UNO

“¿Es usted el hechicero?” Pregunté al viejo al abrir su desvencijada puerta. Él respondió que por favor no le llamara así, después me invitó a pasar a su cuarto, pequeño y profuso. Me senté en un sillón que olía a alimento para gato. En la pared una cabeza de toro me veía con ojos de ámbar y una pirámide de vidrio, sobre la mesa, reflejaba una espada colgada, ¿o sería un puñal?
“Quiero montar al dragón”, le dije temblando. Él, después de guardar un corto silencio y sonreír, comentó: “¡Vaya! Eso es severo. ¿No has intentado con medicina?”.” ¡Tengo hoyos negros en la sangre!” respondí enérgico, casi levantándome. La música aumentaba en sus ritmos, el viento que entraba por la ventana enfriaba mis nervios y aquel señor, barbado y ladino, sólo me ofrecía agua de mandarina sin satisfacer mi petición. Me escudriñaba como quien ve un arco iris sobre el mar.
“El ser humano siempre lejano a la real libertad, en cambio, vulnerables sus últimas cadenas” sentenció al prender un cigarrillo aroma a canela. “No es mota, así que, si te lo fumas, verás cómo las utopías de la Biblia se diluyen”. Asentí y fume obedientemente. El humo entró a mi cuerpo. La densa oscuridad, succionaba en espiral a mi estómago. El viejo se levantó torpe y al ofrecerme su mano, me di cuenta que me despedía. El dolor comenzó a extinguirse. La luz de la luna deslumbraba mis estigmas de melancolía. Ya extrañaba a las hadas, la dualidad que amé –el sexo con una y el canto de la otra–. La zozobra, asfixiante, crecía. Mi mente, calidoscopio de recuerdos. Mi llanto, pirotecnia de nostalgias.
No pude soportar el vortex en mi alma, y caí. El cuarto apestoso era ahora un anfiteatro vacío, fresco. Entonces la Muerte, envuelta en un rebozo, apareció entusiasmada y repetía: “Es la hora del poeta”. Como un muro avanzó sobre mí, poco a poco, hasta reducir el espacio. No tuve salida, me absorbió y después… nada.