8/31/2006

Una vez más, fuera de mí. Hoy, desde el amanecer, sentí una necesidad extraña por opinar. Mañana es uno de septiembre del 2006. Como vivimos en el melodrama, no porque en esencia el mundo lo sea, sino porque el aire que respiramos lo despide, decía, mañana huele a conflicto. Las dos fuerzas se medirán. Depende del bando al que se pertenezca, mañana serán los bastardos o los tercos quienes triunfen. Quizá por eso el melodrama es tan redituable. Lo que se me viene a la mente, cínicamente, es una apuesta. ¿Sensiblería lo que lo impide? Sé hacia cuál lado me inclino, pues, por ejemplo, desde que tengo uso de razón, el presidente siempre ha sido espurio y, por poner otro ejemplo, según yo, siempre hemos estado en una república simulada; sin embargo, me siento afuera. Es decir, dudo, tanto de quienes se alarman y alegan que estar en contra de las instituciones es destruir al país, como de aquellos que ciegamente creen que este momento es la esperanza del pueblo. La liga se estira y nos entusiasma, pero sabemos, en el fondo, que la liga está hecha del mismo material, o moral. No dudo que mañana, como se ha dicho, sea un día histórico, la sinópsis depende de quien al final se proclame.

8/29/2006

Mi mente se dirige sólo hacia una fecha. Me siento triste, de pronto colérico, después tierno y, de la nada, con el perdón de la aludida, un pobre hijo de la chingada. Hay veces en que escribo por transmitir un estado de ánimo distinto al que me habita, caray, qué poético: me habita. Pero hoy, quizá por seguirle la inercia a algo que comenzó como ejercicio de estilo, me desvelo, es decir, me despojo de la distancia del teclado y les platico, y nomás porque quiero citar a Becerra: He aquí mi parte, ahora que la ciudad empieza a hacer hablar sus vertederos, en mi alma se ha echado un animal tranquilo y melancólico. Carajo, Becerra sí era poeta, bueno, digo entonces que en mi ánimo se ha echado un animal tranquilo y melancólico . ¿Qué será, Becerra? Tú, poeta locuaz, ¿podrás iluminar mi espíritu? Pronto llegará una fecha clave, disyuntiva, clarificadora. Mis próximos pasos se contienen ansiosos, se disputan el orden y el camino. Hay puntos, hay nodos en la trama que uno enfatiza, más como signos que como meros días o hechos concretos. O al menos ese es mi caso. Lo que se juega en ese punto puede ser prescindible, la importancia se acomoda en el significado que me ha apetecido darle, en su función dramática. Escudriño el horizonte y ese nodo se dibuja, se acerca hacia mi rostro. Podría ser un buen aliento pero, carajo, disculpen que alce la voz, quería decir que carajo, ese nodo, podría ser un magnífico escupitajo. Y entonces presiento: el animal tranquilo y melancólico pronto podría convertirse en un toro danzante, o en una avestruz, que ya sabemos lo que hace, o en una gaviota, claro, en los sentidos estrictamente cursis del término.

8/28/2006

La verdad es que no sé cuántos años tenía, menos de ocho, seguro. Estaba sentado en el escalón de la puerta de mi casa frente al patio lleno de plantas. Me picaba la garganta, recuerdo, y un extraño sudor me consumía de ansiedad, mis ojos, para variar, se nublaban y la ropa me irritaba la piel. Yo era alérgico a casi todo en ese patio. No recuerdo si estaba solo. Sí recuerdo que pensaba en el universo, por lo tanto, quizá estaba solo. Tenía la punta de una manguera verde transparente en mis manos. Así que era visible el polvo y la basura que, empastada al plástico, convivía con el aire sucio y caluroso que lento atravesaba la manguera. La olí, recuerdo, y el plástico de por sí ya era dañino, polietileno, algo así habría de llamarse; y apestaba como a llanta. Recuerdo también que vi mis piernas desnudas, contrastadas por pequeñas irritaciones, frías a mi piel. Después cerré un ojo, y con el otro me asomé al interior de la manguera, vi los rastros de tierra, pequeños residuos de hierbas, de la buganvilla de la entrada, de hojas secas, y quizá hasta de insectos. La vi, decía, y sin pensarlo la puse en mi boca, sentí sudor en la frente, comezón en los labios; el aire caluroso se amalgamó a mi garganta, mi aliento se densificó, no sé si respiré o suspiré, pero sí sé que después aspiré con todas mis fuerzas. ¿Por qué cuento esto?
Acabo de inscribirme los sábados a clase de análisis de los géneros dramáticos. En el drama, teatro o cine o lo que se cuente mediante acción, es posible vislumbrar al ser humano, pues un elemento esencial es la complejidad del carácter, que es la causa. Según el estilo realista, del que proceden la tragedia, la comedia y la pieza, y que se antepone al melodrama (Hollywood, las telenovelas, el chisme de la vecina), cada acción, cada accidente nuestro es determinado por el propio carácter y la concepción del mundo. En el melodrama, género dramático que rige o influye masivamente en el pensamiento contemporáneo, existen fuerzas externas (escuetamente: el bien y el mal) a nosotros que determinan nuestras acciones, es decir, prácticamente nuestra voluntad es risible y no nos queda más que luchar contra las barreras. Si algo ha salido mal es culpa de mi enfermedad, de mi apellido, del modelo económico, de mi código postal, es porque he sido pecador, es mi destino, es mi cruz, así es la vida, etc. El realismo, en cambio, es crudo. Hasta las enfermedades tienen un porqué. Los accidentes son planeados, a nivel inconsciente, con anticipación. Las casualidades han sido deseadas meses antes. Cada acción u omisión lleva una razón intrínseca, tu carácter lo ha determinado así en pos de lo que desea. Aunque es duro decirlo, el realismo opina que, si te ha ido mal en la feria, es porque, inconscientemente, así lo has pedido.
La verdad es que no sé cuántos años tenía, menos de ocho, seguro. Este último sábado he pensado mucho en ese momento. Después de inhalar con todas mis ganas de esa manguera, mi siguiente recuerdo es una dificultad intensa por respirar, acostado en mi cama de niño con el cuerpo sudado, adolorido, y mi cabeza punzante, como si el cerebro se hubiera hinchado con ese golpe de polietileno y polvo, convaleciente, vulnerable, enfermo. ¿Qué mensaje quise darles a mis padres con esa imprudencia? Si he decidido no ser un personaje de melodrama, quizá sea momento de pensar en terapia.

8/21/2006

Hacía mucho tiempo que no era tan productivo en un fin de semana. Desde la noche del viernes hasta el domingo, bastantes conversaciones memorables, nuevo conocimiento, menos pendientes, muchos proyectos, reencuentros alegres y apariciones interesantes, es decir, un fin de semana chingón. Justo antes de escribir la primera palabra que lo narrara, a ese fin de semana, pienso: cómo ha cambiado este blog. Cómo ha mutado. Pero, antes de reflexionar en torno a ese descubirmiento, puesto que me importa el reflejo que proyecto, como a todos, quisiera aclarar algunas frases que se me han reclamado, tanto en persona como por este tipo de medios:

-El post anterior no fue un reclamo a quienes no recordaran mi cumpleaños. Nadie se preocupe, cada quien se ha ganado mi cariño por mejores razones.

-No soy machista. Quizá haya destellos, de tan brillante doctrina filosófica, en algunos de mis comentarios, no obstante, son producto de la sabia savia que escurre del sentido del humor.

-Soy sarcástico cuando digo que Oaxaca no está en México. Así como ocurrencias nos cuentan desde medio oriente, desde Oaxaca también, pero no alebrestan.

-Gran parte de mis amigos estudiaron en escuelas particulares; incluso yo, en alguna medida, me formé en escuela privada. La educación no son sólo los maestros que te enseñan, ni su sueldo, ni el auto en el que llegan. El problema de la educación en Oaxaca está en el entorno, en la cultura, quizá hasta en la naturaleza (antes de que alguien se altere, la frase anterior es una exageración). Así que, pienso, el verdadero problema rebasa al magisterio; y si alguna solución habrá, no será sólo reponer dos meses de clases, ni un año, es más, ni aunque todos volviérmos a cursar la primaria y secundaria. Y si no lo creen: escúchenme.

Ahora sí, decía que este blog ha cambiado mucho. Al principio era mi espacio para poemas ingenuos y rudos, tanto que no eran técnicos. Después se convirtió en un juego de redacción y estilo, e imágenes o conversaciones imaginarias. Más tarde, reflexiones en torno a mí, desde un punto de vista ficticio del ego. Y ahora, con suavidad, se ha coloreado autobiográfico, tanto, que mis opiniones ahora ya causan alboroto. Es comprensible, entonces, que de vez en cuando tenga que aclarar alguna mala interpretación, pues, así parece, ya es Andrei Elreal quien escribe, y como tal, debe asumir algunas responsabilidades.
Por el momento es todo, he posteado hoy sin ánimo de aburrir, aunque quizá lo he hecho. Y como me gustan los quizá, quizá regrese a la autoficción, o blog en clef, como gusten llamarlo, o quizá he entrado al pantano de la realidad, y ya sea difícil volver a respirar aire.

8/14/2006

Hace una semana cumplí 24 años y, a diferencia de lo que me había advertido José Eduardo, mi mejor amigo a la distancia física, sentí que una salida se había perdido. El viernes, por cierto, una extraña depresión me arropó, no quería hacer planes y, ni modo, amigos de la oficina y de la carrera, tuvieron que hacerlo. Demasiada presión para un día común y corriente. Lástima, todo se desmoronó a causa de la lluvia, mi horario de trabajo prolongado, la pereza y un velorio.

Óscar es tan mi amigo que hasta me prestó a sus mejores amigos para recibir mi cumpleaños. En todo caso también son mis amigos y estuvo cagado, además también llegaron Polé y su agregado Claudio. Algo dijeron y me levantó el ánimo, quizá fue que me dieron confianza.

Amanecí. Me vi al espejo y pensé: Jose Eduardo tiene razón, la diferencia entre cumplir 23 y cumplir 24, es como de un pelo a otro, pero no me creí. Salí a las doce rumbo a Oaxaca y, por tráfico, lluvia y desviaciones, llegué a las ocho de la noche. Cené con mi mamá, Elo, mi cuñada y Sofía. Tan sólo con ver a Sofía, mi sobrina, el viaje vale la pena. Después Elo y mi cuñada me acompañaron a la fiesta de Karla Lobato. Por Karla siento un cariño casi enfermo, y no porque haya nacido el mismo día que yo, ni porque la conozco desde los doce. Y lo digo aún al saber que no me lee.

¿Por qué no se resuelve Oaxaca?, dice alguien. Por tibieza, por miedo, dicen unos; no, dicen otros, por incapacidad, otro: por desdén. Yo creo que es un problema de geografía. ¿Quién sabe realmente si Oaxaca está dentro de México?

Al escuchar algunos comentarios, veo que el problema de la educación en Oaxaca sí que es grave, sobre todo en las escuelas particulares.

Por fin un comentario interesante: Para resolver un rezago de treinta años, no basta con cambiar de gobernador, por más ilegítimo que sea, se necesita presionar al gobierno federal; o llamar a Emmett Brown y su dispositivo de plutonio libio, gritaron por ahí.

Tomé un café con Rommel, mi mejor amigo a la distancia ideológica, y sin embargo la conversación fue interesante. Es difícil aceptar que la inteligencia no tiene que ver con ideología. Cada que nos vemos, un veinte me cae a mí, y a él otro. Si seguimos así, pensaremos igual dentro de sesenta años.

Las coincidencias, de por sí, me aumentan las mejillas.

Compré La Montaña Mágica hace un año. Y hasta apenas lo abrí; justo cuando lo leo, Hans Castorp tiene mi edad, está en las primeras semanas de agosto y cumple 24; definitivamente hay lecturas, y mujeres, que están hechas para el momento oportuno.

Hoy, la presión, tanto laboral como doméstica e intelectual, es más intensa que nunca. Supongo que algo parecido se debe de sentir antes de nacer, ese primer momento en que se conoce la nostalgia.

Debo, creo, ahora que releo estos comentarios, dejar, tan sólo para variar un poco, las comas. Sin duda, redactar es adictivo. Ojalá pensar también lo fuera.

8/03/2006

Hoy en día, no me queda duda, el estilo es el mensaje. En el plantón de Reforma lo que se pide es sensato, pero el mensaje es nefasto.
Quizá por desgracia, mis padres me refundieron un cosquilleo en el cerebro que aparece cada que una manifesatción humana, producto de una inconformidad, me afecta en algún sentido, en este caso el libre transito, y consiste en dejar lo inmediato a un lado y pensar en las causas profundas del otro, valorarlas y sacar una conclusión (simple dialéctica). De manera que si comprendes la causa y compartes la preocupación, te aguantas y los apoyas, y si no, pues los toleras y en la primera oportunidad se los reprochas. No me ha tocado el tráfico, vivo en el sur, trabajo en el sur, (la ciudad no está estrangulada), y he evitado andar por esa zona, pero entiendo a la gente que vive y trabaja por ahí, deben estar un infierno y, por qué no decirlo, en un basurero, ni modo, tendrán que hacer un esfuerzo para encontrar ese cosquilleo. Pero entonces me surge la pregunta: ¿si yo estuviera afectado por ese plantón, me identificaría con la causa? ¿La exigencia de voto por voto, casilla por casilla, vale la pena? ¿O la causa es otra? Quizá deberían ser claros y decir que no se confía en las instituciones [que hay razones para calificarlas de tenues y tendenciosas] ni en las elecciones y, drásticamente, pedir un presidente interino, nuevas leyes para la promoción electoral, en donde la tele no sea el gran ganador, y nuevas elecciones, ah, y de paso, resolver el asunto en Oaxaca, Chiapas, y otras cosas que podríamos, nomás por el momento, recordar [Eso sí sería Histórico y no sólo histórico]. Pero no aparenta ser así, están montados en voto por voto, casilla por casilla. Entonces entiendo el plantón, lo tolero pero lo reprocho. Porque el PRD, no el nuevo PRI, es el partido que yo quiero que gobierne, y esta acción lo perjudica, se ha perdido más de lo que se ha ganado porque, lamentablemente, así es, ni modo, la tele es el jefe, esto último, recalco, si la inconformidad es [sólo] electoral. Si no, entonces que se cambie el eslogan y así, quizá el estilo hasta se vea pequeño. (Por cierto, no creo que los actos vandálicos que han ocurrido, sean provocados por gente que apoya el reconteo, toda manifestación es aprovechada por ociosos que saben de antemano que no habrá castigos, son los riesgos que se toman). En fin, como me he convertido en chilango, sólo me importa lo que aquí pasa. Tal vez por eso me voy para Oaxaca, a ver el plantón que quizá me atañe más, pues yo soy producto de esos maestros y sus pésimas condiciones [y porque mi hermano no deja de enfatizar lo trascendente de ese movimiento y reprocha mi indiferrencia; en tres ocasiones que he ido, realmente no me he parado en el centro] Espero volver con comentarios[,] y un estilo claro.
(todo lo que está entre paréntesis, son apuntes después de checar mi correo electrónico, a las 9 am)
[todo lo que está entre corchetes, son apuntes después de checar mi correo electrónico, a las 3 pm]