2/16/2005

Disculpe las molestias que esto le ocasione:
Por retraso de un ínfimo pago a Don Carlos Slim (entiéndase Teléfonos de México), ésta, su humilde página tan concurrida, se ha visto en la agraviante necesidad de suspender sus actualizaciones hasta nuevo aviso.
De antemano, gracias por su comprensión y amables consideraciones. Favor de pasar a su siguiente blog o, ya en el terco afán de perder el tiempo, puede conocer lo que aquí se ha escrito en meses anteriores, sin duda imprescindible.
Prometo regresar con más brío y sustento en próximas fechas.
Vuelva pronto y cuídese de las deudas.


Anexo1:
Para los que les interese, Marta, cortometraje beneficiado por mi infame visión del mundo, es decir, en el cual comparto créditos de guiónista, fue invitado al Festival Internacional de Cine Contemporáneo para su exhibición, estén al tanto y lleguen temprano a las funciones de largometrajes; y porfavor que sea el único corto que no abucheen, déjanlo ser, sólo dura diez minutos.

2/02/2005

Traigo una bola de zozobra, traumas y obsesiones ---lívida y grasosa---; impregnada a mi nuca. Es la causa de mi neurosis y el mal humor que me aqueja. ¿Quién podría vivir con tan espeso calor, rodeado de urticaria?.
Hoy, ya no pude soportar esos aguijones opresores y, por fin me decidí, a comprarme un foco, que me aliviara. Lo instalé, lo conecté y, un poco después, activé el interruptor. El foco alumbraba, o como dicen algunos, iluminaba. Su brillo hipnótico, sabio y perfumado, sustentaba mi acto de fe. Acomodé mi nuca, con el rostro esperanzado, debajo de aquella luz. Ya imaginaba a esa bola sebosa derretirse, ya sentía cómo se diluía y empapaba mi cabeza, y cómo le otorgaba sustento y fuerza a mis ideas. Me sentía libre, casi sobrehumano, estuve a punto de gritar por la ilusionada conmoción, pero ---¡maldita sea!--- el foco no actuaba; la bola, al contrario, se aferraba, permanecía como un cruel estigma, pesado y sudoroso. Antes de deprimirme, al borde del llanto, decidí no darle importancia. Decidí convivir con mi entrañable bola, lustrarla y presumirla a mis compañeros, a mi familia, a mis amistades.
¿Le pondré nombre? Tal vez sólo le borde una pequeña insignia que la dignifique.