12/14/2006

En algún café de Oaxaca, en algún baño. Leía sentado en el excusado, pues tres cafés me habían obligado, concentrado, el Diario de Gombrowicz, cuando de pronto se abre la puerta y se asoma un PFP. Me asusto, se perturba: nos miramos a los ojos. Su condición de policía sorprendió hasta tal punto mi condición humana, tan tenso fue el momento en que nuestras miradas se cruzaron, que me sentí confundido en tanto que hombre, es decir, en tanto que miembro de mi género, del género humano. Sentimiento extraño, que experimentaba probablemente por primera vez: la vergüenza del hombre frente al PFP. Le permití que me mirara, lo cual nos hizo iguales, yo también me convertí en policía, pero un policía extraño, hasta diría que lícito. Fingí naturalidad y reanudé mi lectura interrumpida, en la página 366, pero me sentía incómodo, en medio de una ciudad sitiada que me asediaba por todas partes, y que de alguna manera, me contemplaba. Perdón, dijo el PFP apenado conmigo, con el baño, con la ciudad, con el mundo, con su condición de policía; y cerró la puerta.

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De curioso sobre el librero del estudio, en casa de mis papás, encuentro un libro alemán con tapas blancas. El título: Poetas Chilenos Luchan Contra el Fascismo; año: 1977. Hace un par de días murió Pinochet; hojeo, pues, el libro, y no puedo evitar conmoverme, la tortura, la libertad, el futuro, los hombres y lo absurdo del tiempo. Ganas de llorar me aprietan el cuerpo, el cuerpo de un melodrámatico. Una constante: exiliados. Otra: esperan vivir lo suficente para contemplar la justicia social en latinoamérica, la independencia, ver derrocado el yugo de los yanquis. Otra constante: casi todos han muerto. Nombres: obvio: Neruda; pero también Jara, múltiples anónimos, Alegría, Coppola, Embry, Macías, Rokha, Gonzalo Rojas, y una importante camada, dice el prólogo, de nuevos poetas, los formadores del nuevo mundo poético chileno. Les dejo el poema de un, en ese entonces, joven entusiasta que tendría apenas, al momento de la publicación, 24 años:

Carta

Una ciudad llena de muros.
Santiago es triste al atardecer.
En el aire flotan incertidumbres.
Todo se pone difícil.
Pasa la patrulla,
los almacenes cierran temprano.
En la noche las farmacias
huelen a cuartel.

Otro día
y los niños van a la escuela
para volver llorando
impresionantes cadáveres
pegados a sus ojos.

Roberto Bolaño


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No es mezcal lo que me emborracha, es nostalgia.


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Mañana: desayuno con ex-novia, con primer amor en serio. Después de años de rencor, de mi parte, y a pesar de haberla perdonado hace tiempo, por fin sostendremos una conversación sin rebabas y a solas; una charla entre desconocidos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo dicho...que pedote te saco el PFP jejeje