12/30/2004

Trato en lo posible, cada que estoy aquí, de desconectarme del mundo, de los noticiarios nocturnos, los periódicos y el transcurso de, casi, todas las vidas ajenas a la mía. Sin embargo, hay 'detalles' que uno no puede soslayar así nomás sin reflexionar en torno a su trascendencia. Después de saber lo del sudeste de Asia, el sismo y el tsunami, no pude volver a concentrarme en las opiniones de Stevens a propósito de lo que significa ser un buen mayordomo (los restos del día, Kazuo Ishiguro). No entendía nada. Todo era tan... insignificante (Stevens, su padre, las guerras mundiales, Ishiguro, él escribiendo, yo leyendo, yo), que abandoné mi lectura y tuve que sentir escalofríos y darme cuenta de lo frágil de la existencia, aunque uno se esfuerce en importar. Somos tan insignificantes, vivimos tranquilamente, cotidianamente y de pronto vemos que dependemos totalmente de nuestro planeta, un micromovimiento y miles de vidas, con sus proyectos, sus pensamientos, su cotidianidad y su trascendencia, desaparecen y se convierten en un número trágico. No quiero verme demasiado ecologista pero: ¿No será nuestra culpa todo esto? ¿No estará en nuestras manos evitar ese tipo de catástrofes naturales? La verdad es que, una reacción así del planeta, supera las expectativas de cualquiera, de pronto todo pierde sentido y hasta encomendarse a Dios parece fútil. Es posible que exagere, sobre todo si se conoce mi sutil paranoia e hipocondría fehaciente, no obstante, imaginar un cambio en el movimiento de rotación de la tierra, a mí sí me quita el sueño y me hace sudar mientras abrazo a mi almohada, apago la luz del buró y pienso en lo que haré mañana para aprovechar mi corta estadía, aquí, en Oaxaca.

No hay comentarios.: