12/19/2004

No más ficción (primera parte)

Entré al Centro Coyoacán, hoy, sí, hoy en la noche, en plenas épocas decembirnas-disparatadas-despilfarradoras-endeudadoras. Sí, realmente, ingenuamente no sabía en dónde me metía. Es posible que no advirtiera el peligro debido a que el año anterior, en ese mismo sitio, esta sensación simplemente no me embargó. Entré y en vez de huir, cerré los ojos y fui hacia donde tenía planeado comprar. Intenté en verdad no abrirlos, pero es muy difícil caminar sin la vista, así que,en cambió, opté por no oler nada. Me escabullí a través de guapas señoras con hijas guapas con bolsas con ropa con su status quo (ignórese y contnúe con el relato), subí por las escaleras eléctricas, no hice caso a las alucinantes ofertas, ni a las nobles y generosas promociones. Sólo iba por una razón y no tenía porque detenerme. Todas las demás personas me irritaban. No podía asimilar tanta felicidad en tan poco espacio. ¡Estaban a un ápice de detenerse todos y ponerse de acuerdo para cantarme jingle bell, en inglés y con coreografía y con nieve cayendo del cielo y con su status. Aceleré mi paso. Antes de entrar a la tienda a la que iba me puse a pensar en esa sensación de ira que contenía. ¿Por qué hace un año no sentí lo mismo? ¿Habré sido uno más bailando de tienda en tienda, feliz, gastando el aguinaldo de mi mamá? ¿Acaso estuve adherido a ese malsano apogeo, cegado por las insoslyables ofertas decembrinas? Me detuve, en serio me detuve. A punto de preguntarle al señor a mi lado, estuve. A punto de preguntarle si a él le pasaba lo mismo y por eso permanecía estático frente a la puerta del establecimiento, igual que yo. A punto estuve. Imaginé sentirme identificado con ese mostachudo tipejo, cuando salió una señorita que le pidió llevarle a comprar un helado. Me quedé sólo con mi interrogación. De pronto sentí que extrañaba. ¿A quién? ¿A mi familia? ¿A mis amigos? ¿A mi novia? ¿A ti? ¿A mí? Sí. La diferencia entre hoy en la tarde y un año antes es que hoy fui a comprar solo. La vez pasada fui acompañado y era realmente feliz, feliz. No tenía tiempo de detenerme a pensar cosas tan absurdas puesto que disfrutaba con mi linda compañía. Hoy no está y no está nadie. Pero no sólo la extraño a ella, me extrañé a mí un año atrás: Estaba muy bien conmigo, tenía una novia que me encanta, había obtenido éxitos, incluso premios, la escuela no era una desesperada proeza, la liquidez estaba a flor de piel y la vida auguraba fértiles proyectos y opulencia garantizada. Caray, se necesita ir solo de compras para notar la alienación consumista en la que nuestra sociedad está inmersa -cliché-, y de repente encontrarte, estático frente a un aparador, reflexionando sobre tu vida. Ni siquiera unos tenis nuevos lograron sacarme de mi trance -no soy tan materialista como creí-. Salí de la tienda con mi ensalzada bolsa y pensé en que soy un pesimista y que, afortunadamente, me encuentro bastante lejos del conformismo. Sólo, y solo, espero que el próximo año no me sature de nueva cuenta esta ira, que les juro que estaré a punto, pero a punto de no volver a comprar mis tenis en esa tienda.

No hay comentarios.: