10/12/2006

Un domingo Andrei despertó con la imagen de un faro. Debía tomar una decisión, así que lo interpretó como esa necesidad de orientación que le contraía el estómago. Las decisiones son eslabones, pensó Andrei, son la cadena que nos ata al mundo. Un día antes le prestaron Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi. Curiosamente, una noche antes, le habían entrado ganas de hablar portugués. Así que el domingo en la mañana, después de pensar en ese faro, tomó el libro, que trata sobre un periodista en Lisboa, se aventó a la cama y no lo soltó hasta terminarlo. Quizá esperaba aprender una que otra palabra en portugués; aprendió mucho más, quizá. Al cerrarlo, no entendía cómo andaba tan campante por la vida sin haberlo leído. Todos debemos leer Sostiene Pereira, pensó Andrei al guardarlo, no importa cuando, bueno, sí importa cuando: lo antes posible. O al menos antes de que sea demasiado tarde, dijo en voz alta. Me gustaría saber qué opina Pereira de mi caso, pensaba Andrei mientras seguía al narrador, pero Pereira estaba tan inmerso en su propios problemas, que no fue sino hasta al final cuando le contestó, sostiene haberlo escuchado, Andrei, a Pereira, aconsejarle. Con la firme convicción de que su decisión era la correcta, Andrei se levantó de la cama, entonces, inspirado. Traía en la punta de la lengua un cuento y quiso aprovechar el momento para redactarlo. Parco, hosquedad, llanura: pensó Andrei al leer su cuento: como siempre que escribo emocionado. Revisó sus libros favoritos para inspirarse. Encontró a Vila-Matas y dijo: él tiene el talento para quitarme lo aburrido, o me parece tan noble como para copiarle, en todo caso, es en estos momentos, necesario, dijo. Abrió pues El Viento Ligero de Parma, que ya se ha convertido en su catálogo de trucos, y se detuvo un momento en un texto llamado Mastroianni-sur-mer, se detuvo en él porque Marcelo Mastorianni aparece en la portada de Sostiene Pereira, y porque a Andrei le gustan las coincidencias, así que lo leyó y, en el párrafo final, se quedó algo perplejo, decidió tomarlo como señal de Vila-Matas, de Mastroianni, de Tabucchi, es decir, como consejo:

“el faro lanzaba destellos intermitentes, la noche era apacible, casi tropical; pero yo llegaría en seguida a mi faro, lo sentía, estaba cerca, bastaba esperar que en la noche me mandase una señal de luz, no dejaría escapar esa ocasión, no atormentaría a mi vejez con reproches por no haber ido al faro”.

No hay comentarios.: