6/16/2006

Espero el partido México contra Angola, y mientras espero pienso en lo absurdo que suena esperarlo. México ya le ganó a Irán, para mi gusto, con un poco de suerte, suerte buscada en todo caso. Menos mal que nuestro orgullo se juega con un balón a ras de pasto, pues, de haberse jugado con milicia, habríamos perdido; o de haberse jugado con una cámara de cine, a pesar de nuestros balbuceos arrogantes, Irán, con Kiarostami, que sí ha ganado la palma de oro, nos habría derrotado.
México frente Angola, entonces, me parece, lo tenemos en la bolsa. Tal vez no es el partido lo emocionante, sino, lo distinto que se ve todo; hasta el taxista me cobró menos por haberle resuelto una duda. En nuestra oficina poliétnica (pues hay un irlandés, una alemana, dos españoles, una colombiana, tres oaxaqueños y una bola de chilangos), bajo el influjo de Pollyphonic Spree, y la custodia de un refri lleno de chelas, de igual forma, de diferentes orígenes, disfrutamos de la espera, el ambiente está más en armonía y, valga la cacofonía, más en camaradería que nunca, todo está relajado.
Ya goleó Argentina. Los argentinos me caen poca madre; así que, además de emocionarme con los verdes, los albicelestes tienen toda mi atención, y hoy soy un poco más feliz que antes. De por sí un extraño latinoamericanismo ha determinado mis apuestas. Pinche Paraguay, pienso, y pinches ticos, pinche lazos seudoraciales, pinche lenguaje, pinches fronteras difuminadas. Hablando de eso; Angola, qué extraña forma de unir a un país. En Luanda dirán lo mismo mientras. Presiento que en el futuro, el único rastro de fronteras se verá en la historia de los mundiales. Y sí no, sólo vean que Checoslovaquia o Yugoslavia o la URSS, fueron potencias futboleras y ahora no existen, o existen fragmentos y esto, muchas personas, como el taxista que me trajo hoy, sólo lo saben, o les interesa, gracias al futbol. En fin, ahí está el rastro; quizá algún día México padezca algo similar y sólo sepamos que algún día exisiteron mexicanos, y que nunca pasaron del décimotercer puesto; pero, esperanza, quizá cuando sea Estados Unidos del Sur, o Latinoamérica del norte, o Euroamérica, o Telvisa-Azteca Co, o Taco Bell Republic, en fin, quizá en unos cien años, cuando hablen un lenguaje extraño, entre español, inglés y salvadoreño, quienes hayan nacido en este mismo espacio físico y coman tacos, pasen a semifinales. Ya llegaron los tacos, mejor me callo y como, en espera del silbatazo.