12/01/2005

Te pregunta Óscar que por qué te has cortado el pelo. La culpa es de Neruda, piensas en contestarle. Es una respuesta estupida, piensas, pero cierta: sucede que tenías quince y malinterpretabas la poesía y te las dabas de poeta y traías el pelo largo, sucede que prefieres haber leído a Nicanor Parra que a Neruda, pero ni modo, hay cosas que no pueden cambiarse a la fuerza, mucho menos el pasado; sucede que Neruda, en su residencia en la tierra veinte o diez años antes de que nacieras, sucede que se cansaba de ser hombre mientras que tú a tus quince leías Walking Around como si fueras un revolucionario, un transgresor de clase media; sucedió que la metropolitana te guardó una noche entera en una de sus miadas jaulas, sucedía que una melena envolvía tu quinceañero e inocente rostro, sucedió que andabas pegando stickers en señalamientos federales y sucedió que te vieron, corriste, te tropezaste, reaccionaste tarde y dormiste entre borrachos y un ratero; sucede que ahora lo recuerdas con gracia pero entonces te daba miedo, te preocupaba la reacción de tus padres, tu futuro asegurado bajo las faldas de tu madre, sucedía que te arrepentiste y sin pensarlo entraste, al salir, al amanecer, a una peluquería casi como soldado raso dispuesto a una larga vida de disciplina. Sucede que la melancolía, cada que aparece, te obliga, te saca de tu casa y te manda a que te cortas el pelo, sin llorar a gritos, sólo saboreando su olor, el de la melancolía; sucede que piensas en dejar la segunda persona y entonces pienso en responderle a Óscar que nomás, que no tiene nada que ver con Walking Around de Neruda, y entonces le digo: nomás güey.

1 comentario:

paulette dijo...

Vientos andrei.
Sucede que tal vez al que escribe le gusta ser una especie de pararrayos que se agarra de la pluma para evitar que gire la habitación