9/16/2005

A mí me intriga el semáforo. Dónde fue, quién, a quién se le ocurrió el mecanismo. Nos coordina, dicta el flujo de variadas existencias, maneja con atropellos y trabas; pero maneja. Conduce a grandes segmentos de humanidad, controla patrones de movimiento, manipula destinos. El efecto es igual para todos, no hay duda:es el brazo que nos golpea, o la caricia, o la manos que nos acurruca. Verde, avanza; por qué abalanzarse, por qué enajenarse con el tono tranquilo, por qué aventarse en pos de continuidad, en pos de velocidad con el color de la calma. Que es una paradoja, no hay duda: hay que reír, hay que disfrutar de la ironía. El hecho es que estamos acorralados, coordinados por combinaciones matemáticas, espero, y por nichos luminosos sin más lenguaje que tres signos, digámosles señales. Rojo, verde, amarillo, rojo. Nos desespera el primero, nos impulsa el verde, nos advierte el otro y nuevamente el rojo nos contiene. Contiene el rojo y después de cada punto, en que se detiene este discurso, se vislumbra la verdadera preocupación. Ansiosos.

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