3/19/2005

La superflua angustia del encierro, de sentarse frente al vacío. La superflua angustia de no salir en sábado, de no exponerse al buen trato, de no beber demasiado. La superflua angustia de imaginar árboles crecer de entre las piernas, de arder en el destierro y no ir a un agradable desierto. La superflua angustia de la incertidumbre, de si mañana será un buen día, de si ayer lo fue. La superflua angustia de obligarse a pensar, la superflua angustia de no ser parte de las mulititudes, de las carcajadas, del inminente escalofrío. La superflua angustia de dormirme temprano, y de querer despertar otra vez.

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