9/08/2006

En los momentos tristes están los momentos felices, dijo mi hermano para consolarme al saber que no hubo tal beca. Tampoco es para patealear el hecho de no haberla obtenido, sólo creí, ingenuamente y con demasía, que mi proyecto era en verdad valioso y no vi por qué no habrían de reconocerlo otras mentes preocupadas por la literatura contemporánea. Quizá estaba equivocado, o borracho, cuando escribí esa solicitud y pensé que su contenido y forma le aportarían frescura a ese anquilosado gremio mexicano. Ni modo. Ya lo intentaré de nuevo, soy paciente por naturaleza, y también sé que no es la única vía para otorgarle credibilidad a tu creación. Lo sé o me han convencido de ello. En fin. Mientras platico y platico haría bien en escribir ese proyecto narrativo de todas formas. Lo soñé tanto en estos dos meses; al personaje, su atmósfera, sus palabras, que nomás por inercia se lo debo. Ya conozco la primera cuartilla. Se me han ocurrido tantos proyectos por despecho a la decisión de la fundación, que pienso que quizá haya sido lo mejor, a pesar de no tener un pretexto contundente para dejar mi empleo. Aunque la verdad, mi empleo no es tan infernal como para no tener tiempo de leer y escribir, quizá me succiona a fuerza la creativdad pero, paradójicamente, me siento mucho más creativo cuando no estoy en la oficina, es decir, el momento oportuno para escribir es justo cuando estoy en mi casa con la mirada en el techo. Cuando recibí la mala noticia, una buena se me daba al mismo tiempo. Perdí un año de ociosidad auspiciada pero, qué extraño, gané algo inexplicable, quizá la sensación de que una pena mía pueda ser pena para otra persona; o, visto de otra forma, saber que un cariño incontrolable es mutuo. Ya entenderán quienes entiendan. Esa tarde, pues, fui, sin mucho ánimo, al Palacio de Bellas Artes; a la presentación de la antología. De alguna forma mi autoestima subió, sobre todo cuando el maestro Gerardo de la Torre me presentó como el celebérrimo Andrei Vásquez, premio, quizá, ganado por ser un buen parroquiano, es decir, por ser buen compañero de chela. También pudo haber sido por estar orgulloso de mi cuento: "Nombre Falso". O tal vez lo dijo por ironía. Si fue así, a mí me gusta ese sarcasmo. Nunca publicarás, le dice Pío a Andrei Vásquez dentro de la lógica ficticia de "Nombre Falso"; y la verdad es que no me preocupa pues, tal vez a propósito, lo utilicé, a "Nombre Falso", para transmitir muchas de mis ideas y opiniones respecto a lo que para mí significa querer escribir. En fin, fue bueno ir a la presentación, hablar de ese cuento debe serme bueno para la circulación, digo "Nombre Falso" y me pongo como si hubiera tomado un litro de whisky; hubo hasta quien me dijo que mi cuento era de sus favoritos; y lo mejor, otra persona dijo que mi texto era tan interesante que debería de pensar en meter un proyecto de beca. Después de Bellas Artes fui con Regina a celebrar o saborear la pena, no sabíamos muy bien; en todo caso, para mí fue una de las mejores noches de mi vida: el gran centro histórico, cerveza león, salsa, baile, ella, su cabellera, sus ojos y su excelente conversación. Hubo un silencio como a las dos de la mañana en que, mientras escuchábamos salsa en vivo y contemplábamos un pequeño mural involuntariamente fauvista de las trajineras de Xochimilco, decía, en que dije: soy feliz. ¡Bravo! Bastante rato que no lo sentía en serio. Al otro día mi hermano habló por teléfono conmigo. Cómo estás, qué pasó, cómo te fue ayer, qué pasó con la beca. Le respondí: no me dieron la bequita, hermanito, pero no hay bronca. ¿Cómo te sientes? Pues triste, mi hermano. No te preocupes, este, no te preocupes, recuerda que en los momentos tristes están los momentos felices. Tienes razón, le dije, ayer también fui feliz, pero luego te cuento. Bueno, me dijo, ya me voy, mejor escríbelo en tu blo, sabes qué, es que desde ahí te escucho mejor. Sale pues, dije yo, lelo pronto, digo: léelo. Sale, y tu el mío. Oquei. Y así lo hice, escribo este post para contarle a mi hermano, y para agradecerle, de alguna forma, que me permita leer sus opiniones a distancia pues, le he dicho, a medida que personas como él comiencen a arrojar sus opiniones a la web, podremos enterarnos de que "lo que nos dicen que es la realidad", es pura farsa. Escribo de mi hermano, algo se me contrae, algo fluye, y entonces pienso: hay cosas inevitables, como escribir, por ejemplo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ah qué noche...!
Yo también fui feliz entre aquellos manteles rojos...Desde entonces ya no sé qué es mejor, si compartir la pena o la felicidad, lo cierto es que cuando se mezclan hacen muy buena combinación...ja ja
Un abrazo