7/13/2006

A conciliar a mis huevos, responde mi hermano al televisor. Vino el fin de semana pasado y fuimos a la asamblea en el zócalo, realmente, más que en apoyo al peje, como seña de nuestra inconformidad. El lunes anterior, después de las elecciones, despertamos estupefactos ante la aparente realidad: Felipe Calderón había ganado en el PREP. Carajo, dijimos, pensamos, gritamos, respiramos. Esto no puede ser, chingaos, algo anda mal, ¿por que se llenan nuestras cabezas de sospechas?, dijo él con su acostumbrada intensidad. Momentos después, estábamos muy entusiasmados con las averías, es decir, correos electrónicos de gente indignada con las cifras del PREP respecto a las de la sábana de su casilla, conjeturas sobre algoritmos premeditados, chuecos, sucios, a huevo dijimos, diseñados por el Hildebrando para beneficiar a su cuñado, a huevo. Pensamos, con tranquilidad, que los conteos distritales pondrían las cosas en su lugar; qué pasará, pensamos, quien tendrá que dar la cara tras el evidente mugrero. Esa tarde tomé un café con Estrella; ¿qué hacemos?, me preguntó. ¿Qué hacemos?, dije, supongo que esperar al conteo distrital, es obvio que existen dos posibilidades: AMLO ganó y entonces hay trampa, AMLO perdió y entonces habrá frustración popular, pero sólo en el sur, créeme, sólo en el sur. Si tan sólo 250 mil peronas hubieran votado por Andrés, dijo Estrella, si hubiéramos convencido a unos cuantos más. Momento, dije, ese no es mi trabajo, yo no tengo que asumir los errores de sus operadores electorales, ¿cómo quiere ganar alguien la presidencia, si, por ejemplo, en Jalisco, sólo el 9 por ciento lo acepta? Entonces Estrella puso un rostro que jamás había visto: un rostro de decepción, de incredulidad, de decepción. Cómo, me dijo, creo que por gente como tú hemos perdido la elección. No supe qué decir. Eres igual a los pendejos de los medios que creen saberlo todo, dijo ella, primero ven cómo madrean a Andrés Manuel y no dicen nada, no lo defienden argumentando que no son su equipo de campaña, y luego siempre sí estuvieron con él pero nunca lo defendieron públicamente, ¿por qué?, por tibios, por una supuesta objetividad de hueva, tibios como tú le han otorgado fuerza a la campaña del miedo. Quedé callado, pero era cierto, si siempre supe que no iba a votar por el PAN, ¿por qué no defender al peje desde un inicio? Los errores fueron de su equipo de asesores, pero hubimos muchos ya decididos que pudimos atenuar el miedo de los indecisos, ¿por qué no lo hicimos? Después de esas balas me sentí diferente y dije: no lo defendí porque nunca tuve los fundamentos suficientes, lo siento, nunca me convenció, al menos ahí está algo que modificar: si estás convencido de una propuesta, fundaméntala para defenderla y no sentir ninguna responsabilidad cuando ésta pierda. Regresé al DF. Comenzó el conteo distrital. A larga distancia permanecí en comunicación con mi hermano. Ya viste lo de los tres millones de votos, dijo, a huevo. De pronto, cuando Andrés Manuel iba muy arriba en el conteo, mi hermano comenzó a sospechar. Momento, dijo por mensaje de texto, a mí se me hace que nos están dando un paliativo, carajo, me caga que jueguen con mi inteligencia, sentenció; yo respondí: ¿cómo?, ¿piensas que será el mismo resultado del PREP? La jugada fue por otra parte, pensamos. Fue antes. Si se empeñan en contar los votos, dijo él, va a ganar quien ya apuntó más votos, de la manera que haya sido, en las actas. Y así fue. Esa fue una madrugada particular. Una agonía compartida. Llevo meses arrastrando una tristeza inexplicable y ese jueves en la mañana se acentuó, algo estaba mal, no supimos cómo desapareció el billete que traímos en la mano, no lo habíamos guardado y, en todo caso, nuestros bolsillos, los revisamos, no tenían ningún agujero, ¿cómo se nos perdió? Los medios se encargaron de aventárnoslo a la cara. Algunos supuestos comunicadores no aguantaban el orgasmo al tiempo que anunciaban los resultados. Carajo, pensamos, esto huele aún peor. Ese aparente alivio de los medios, de una parte de los empresarios, del gobierno de Fox, dejaba un hilillo de trampa; sabemos que no querían, a como diera lugar, que el PRD gobernara; pero ese alivio, carajo, ese alivio me angustia demasiado. En el 88 también el fraude era una invención de la loca izquierda. Ahora, ese fraude, resulta que es una obviedad. No sé cómo, pero intuyo que en 18 años, el 2006 será una muestra de ingeniería electoral de lo más sofisticada, y entonces será una obviedad. Deseo, más que nunca, que Ugalde sea un tramposo, un mierda. Deseamos que el mexicano siempre sí sea un vendido, que el IFE sea un cúmulo de lacras. Deseamos, más que antes, que nuestro sistema esté podrido. ¿Qué hay de malo en cuestionar a nuestro sistema electoral? ¿Por qué tanta campaña en favor de su integridad, y en favor de aceptar los resultados, sean como sean? Tengo mis dudas de que AMLO haya ganado a final de cuentas pero ¿por qué no contar voto por voto si fue una elección tan cerrada? ¿Y si se anulan, no se creen capaces, los panistas, de volver a ganar las elecciones? Repito: ¿por qué tanta campaña a favor del IFE y de su impecable actuación? ¿Por qué los medios han hecho tanta campaña en pro de la tolerancia, del valor de aceptar la derrota, y en contra de la crítica y el cuestionamiento? ¿Por qué tu rock es votar, y no: tu rock es cuestionar hasta que todo esté perfectamente claro? En una democracia se valen las manifestaciones inconformes, carajo, volteen a Francia. ¿Por qué tu rock es votar y no tu rock es levantar la voz? Parece que todo ha sido una campaña para crear una juventud mansa que repugne la inconformidad, una juventud conciliadora de facto, un ejercito de jóvenes fervientes creyentes de las instituciones, bla bla bla, qué curiosa paradoja. Ahora resulta que la democracia se trata de ganar por un voto, ¿desde cuándo? ¿quién dijo eso? A conciliar a mis huevos, le dice mi hermano al televisor y luego me ve y me grita: ¿y tú por qué tan pinche callado? Mi espíritu, quizá también intolerante, y ahora amargo, me dice que yo tampoco quiero conciliar en automático, que tiene que ser difícil, que es el momento en que más despierto se debe estar; hay que ser críticos, más que nunca pues, parece, será el sexenio de los extremos, la derecha aferrada y apoyada en una campaña de conciliación, supuesta madurez y paz; el gobierno ilegítimo, del 36 por ciento, del norte proyanqui, el sexenio, repito, de la confrontación abierta, de las movilizaciones inconformes, ¿cómo quieren, sí así es nuestro país, que sea de otra manera?
Pero, ahora recuerdo, mi exaltación es sólo un supuesto. Aún no ha ocurrido nada. Esto todavía continúa.

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