5/07/2006

Terminaron mis días libres en Oaxaca y tuve que regresar a la ciudad de México. Con dificultad, como siempre, me despedí de mi mamá y caminé hacia la calle martires de Chicago, dentro de la primero de mayo, para tomar un taxi a la terminal del ADO. Ya las once y media de la noche. Caminaba y pensaba en la noticia que me había dado uno de mis mejores amigos; él, alrededor de unas cervezas, comentó con indiferencia que Dolores, o Lolis para mí, estaba embarazada y casada, o al revés. Después de un segundo se acordó que era mi exnovia y se disculpó. De qué te disculpas, le dije. No sé, no tuve tacto. No te preocupes, no pasa nada, además, cada que vengo alguien está embarazada o alquien murió. Sí, así es. Mándale mis saludos cuando la veas, le dije y la conversación se perdió en un viaje a la playa que después se frustró. Pensaba en eso, decía, caminaba hacia martires de Chicago y escuchaba al Postal Service. El servicio postal me pone nostálgico, me hace pensar en la distancia, en el tiempo, y en todo el aire que está entre la distancia y el pasado, el mismo aire que se agolpa en el estómago y toma las decisiones. Un coche blanco se detuvo en la esquina. Evidentemente era alguien que me reconoció y, al ver mi maleta, se animó a darme un ride, me esparaba. Era tal mi hurañez, si es que existe el término, que caminé más despacio para deseperar al del coche y que se fuera, que se vaya, pensaba, no tenía ganas de hablar. Pues fue al contrario: la dueña del coche blanco fue paciente, espero y al llegar, yo, a la esquina, gritó: Andrei, a dónde vas. Hola, qué cosa, dije, qué raro que te vea. Lo mismo digo, ¿vas al a de o?, yo te llevo. Bueno. Subí y permanecimos callados. Arrancó. La última vez que la vi, a la conductora, era un güerita de 16 años que pintaba con plumón en las casetas telefónicas: wake. Seguía yo con el servicio postal en la mente, callado, y de pronto ella sintió necesidad de hablar. No, pensé con agobio, no. ¿Ya supiste? No, dije con ganas de callarme, no pero déjame adivinar. Cállate. No, en serio, déjame adivinar: alguien está embrazada o embarazado, o alguien murió. Cállate te digo, me dijo ella, se acaba de morir Montañas. ¿Cuál? El amigo Montañas. No manches. Sí, no manches, ya ni me digas, fíjate, qué bueno que te veo, cuando supe me puse a pensar en esa época y de pronto me acordé de todos, me acordé de ti y pensé: ay, qué será del Andrei en esa ciudad tan peligrosa y ve, aquí, en esta ciudad tranquila, se mueren uno por uno los amigos. Caray, dije, estoy muy bien, la verdad, es una pena que haya muerto nuestro amigo. Y entonces pensé que más bien fue un conocido, un agradable conocido que siempre saludaba con alegría, con quien habré coincidido en algunas fiestas y compartido bastantes amistades. Qué pena, le dije, no sé ni qué decirte, me caía muy bien. Bueno, ya pasó, qué bueno que te veo, pero neto pinche Andrei, cuídate mucho. Chale, qué pena, gracias, tú también cuídate, por cierto: cómo has estado. Agotadísima, la vida es dura. ¿Por qué dices eso? Tengo dos hijos. Ah, ¿si? Sí, no te hagas, ya te habrán contado, son bien chismosos. ¿Quiénes? El mundo. Bueno, dije, la verdad es que no lo recordaba pero sí, sí me enteré. Pues sí, dijo ella, en esas estoy, y asintió con la cabeza tres veces como convenciéndose de que así era, que evidentemente en esas estaba; en esas estoy, repitió. Callamos. Postal Service seguía en mi cabeza. La miré y me di cuenta, a pesar de que aún sonaba a niña, de que era una mujer, ahora era la güera, la mamá, la mujer responsable que había ido a comprar pañales a la farmacia y que se había encontrado a un amigo que la conocía como la güerita, la wake. ¿Te acuerdas?, dijo, no manches. Sí, dije, no manches, no tenía ánimo para hablar de graffiti o de la prepa y cerré la charla: no manches. Sí, dijo ella, no manches, y suspiró. Callamos. Pensé en que, así como la wake, también Lolis diría que la vida es dura y entonces, en verdad, deseé que no fuera así.
Bueno, ya estamos, me dio mucho gusto platicar contigo, me hizo bien. Lo mismo digo, dije y bajé. ¿Cuándo regresas? Tal vez en junio. ¿A ver si nos vemos, no?, ¿sigue viva la peque?, ¿y tu hermano cómo está? La peque está más viva que nunca, cumplió catorce en febrero y ladra todavía como loca; mi hermano vive en Huayapam con su mujer y su hija, ya me voy. No manches, si es cierto, ya me habían contado. Bueno, dije, nos vemos, gracias por el ton. De nada. Cuidate. Cerré la puerta, la escuché arrancar y caminé, hacia la multitud que todos los días se va de Oaxaca, con el cover que Postal Service hace de los Flamming Lips en mi cabeza.

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