3/20/2006

Mudanza. Que aunque cursi, la mudanza, la clásica renovación, el estereótipo del cambio, aún así tiene su sabor a nostalgia en bruto, piensa, como el chocolate sin diluír, como el concentrado de vainilla que despierta en la noche, que no deja dormir. Las cajas en el vacío le recuerdan a todos esos apuntes, por ejemplo, sobre el señor de los pollos; pero no importa, personajes hay en cada cuadra, piensa, incluso en la imaginación y, seamos francos, dice, el señor de los pollos no es como para extrañarse. En fin, o en medio, decía él, no es a las personas a las que se extraña, ni siquiera el barrio, ni la calle, ni la plaza, ni los cláxones ni el ruido, ni las ambulancias a las tres de la mañana. Al menos él, el Andrei real, lo que extraña es su ventana, los dos pasos del horno de microondas al nescafé, y el paso largo hacia el bullicio de la calle que entra por su oreja; la ventana velada, la contemplación, el aire que incha los pulmones, el libro al lado del reposet y la espera a la medianoche para comenzar a escribir sobre cualquier cosa; el ritual; el ritual tendrá que cambiar. Y el concentrado de vainilla, entonces, piensa él, es una resistencia al cambio de ritmo, de respiración; hasta el sudor de las piernas es distinto en esta nueva casa, que aunque bella, aunque mística, aunque entrañable, extraña, extraña, todavía ajena, ajena y extraña. De todas formas algo nuevo habrá de formularse Andrei a partir de ahora y al menos ha provocado, el cambio, una diarrea espiritual que lo ha hecho escribir a chorros; tal vez, también, influya la ausencia de cablevisión y el hueco tiene que llenarse, aunque sea de nostalgia, piensa.
Este nuevo departamento le ha servido para cumplir uno de sus sueños, o ideas, más bien ideas: el libro, la literatura como elemento de decoración, el conocimiento al servicio de la pose. En próximos días, Andrei, irá con el carpintero de al lado, que esperemos sea la mitad de simpático que el señor de los pollos, y le pedirá que diseñe una funcional base de triplay que soporte los libros, piensa Andrei: para soportarlos; y, con ellos creará un objeto, ya lo habrá hecho alguien, piensa, que simule un Chillida o un Oteiza, por ejemplo, y que manifieste la belleza de los libros más allá del contenido, como forma, como diseño y pura materia. Y así dormirá por un tiempo tranquilo, custodiado por lo que ha leído, por lo que piensa; cubierto por la sombra del tótem de texto inútil, la posmodernidad: la historia de las humanidades como elemento decorativo y en pro de la forma.

1 comentario:

paulette dijo...

"el conocimiento al servicio de la pose", que buena frase.. Que extrañar sirva de algo.... ya estas escribiendo y escribiendo y escribiendo, con una escalera coronada en vidrio.