3/09/2006

El miércoles pasado, mi padre, o debo decir mi papá, sugirió que tomáramos un café en algún expendio cercano. Platicamos de él, de mí, de él y mí, de mí sin él, de mí sin la escuela terminada, de mí y mis sueños guajiros, de mí y mi exploración del ser humano como razón para despertar con ganas de vomitar, perdón, con náuseas y vista nublada. En fin, platicamos y, al dar un buen trago, yo, a mi exquisito café, me dice mi padre que ha visitado mi blog. Pffff, así es, escupí el café; por suerte los dos traíamos babero. ¿Has visitado mi blog? Sí hijo y, por cierto, deberías referirte a mí como tu papá y no como tu padre, suena mejor, ¿no crees?, además, hijo, el léxico que usas, a pesar de que lo haces con frescura, deberías pulirlo un poco, después de todo, caray, eres mi hijo y así como has heredado mi talento, deberías heredar la retórica y el estilo. Pffff, escupí una vez más. Caray papá, dije, no cabe duda que te he heredado, debo aceptar, la portentosa arrogancia que te ilumina, te agradezco. Hablando en serio, hijo, debo aceptar que río al leerte, no eres un Shaw o un Rabelais, debo decirlo, pero río, hijo, suelto sabrosas carcajadas, me emociona y me siento orgulloso, es más, ya todos en la oficina te leen, unos entienden, otros no, tú sabes de eso. Pffff, respondí una vez más, quizá debí dejar de tomar café. Perdón papá, dije, debería agradecer tus palabras pero siento como si hubieras registrado mi cuarto, que bueno, lo has registrado, pero tú sabes a lo que me refiero, siento chistoso. ¿Chistoso? Bueno, siento raro, he hablado de ti y tu gusto por las flores. Pero qué tiene de malo, hijo, me motiva que hables de mí, además, hijo, no soy tonto y sé que la mitad de lo que escribes es puro invento o exageración, producto de tu mente poco pasiva, distorsiones de la realidad como las mentiras que desinformaban de tu niñez a tu madre, ¿recuerdas? Claro, dije y después, inteligentemente, desvié la discusión hacia mi inminente partida del departamento.

Seguro ahora lees, ¿no papá? Ya sabes que este es mi estilo para comunicar mis sentimientos. Te voy a extrañar un chingo y, ¿ves?, también te heredé esa extraña necesidad de complicarse la existencia. Así me hiciste, papá, así me educaron tú y ella. Gracias por darme la oportunidad de vivir en esta ciudad por casi seis años, cada día he tratado de aprovecharlo para hacerte sentir orgulloso. El resto del tiempo, siento que debe ser por mi cuenta.

A los que no son mi papá, que por suerte son la gran mayoría, disculpen el telenovelero párrafo anterior.
Mayor distanciamiento y menos calor real en próximas emisiones.

3 comentarios:

ira dijo...

Yo que tú buscaría, después de la anunciada independencia, empezar a publicar. De verdad que se van a rayar en la antología con tu cuento.
Esa voz narrativa tuya, más que pulirla hay que mostrarla.

paulette dijo...

fijate, aquí ando lagrimeando con tu post y me encunentro el comentario de la ira aquí mismo. coincido. vientos Andrei y al carajo con los antologados.

Anónimo dijo...

Gracias Andrei por dedicarle unos renglones a este, uno más de tus lectores, sé que en este relato te ganó un alter ego, que no necesariamente es una transposición específica mía pero que te hizo cambiar radicalmente el ritmo y la intensidad de tu prosa;tal muestra de cariño es plenamente correspondida por mí como sabes, pero no voltees a ver si vengo detrás, sabes que sí, aunque sólo es para ayudar a levantarte en caso necesario, no como una sombra que te opaque, ni como marcador de tu paso, vengo como un fascinado observador de la cadencia de las huellas que vas dejando, mientras logras lo que no me atreví a alcanzar cuando lo deseé. Publica, porque, como me dijo un día Julio Ramírez, "el escrito que no se publica no existe, sino como tortura individual". Te mando un abrazo