7/05/2005

Caray. Caray caray. Así que esto es la patria, murmura un tipo a mis espaldas. Pienso en lo que escucho, salgo del aeropuerto, huelo la madrugada, tomo un taxi y entro al viaducto; extrañó México, pregunta el chofer, muevo la cabeza de arriba a abajo; cuánto tiempo anduvo fuera, dice, respondo, dice: uy de lo que se perdió, sonríe y mueve la cabeza de izquierda a derecha, vuelve a reír y río diplomaticamente. Con sólo un mes de ausencia, al regreso, le digo, se siente que algo anda mal; prenda la tele, respondé y ríe. Sabio el taxista, pienso, no hay nadie despierto a esta hora, jalo aire, huelo la ciudad e imagino un pozo.

Yo, como dicen que digo, en honor a la verdad, había olvidado por completo a Memín Pinguín, es decir, de dónde, cómo y para qué ha revivido en estas dimensiones; me huele a negocio. Cada estimulación, cada movimiento uniforme, cada inclinación absurda hacia el consumo me huele a dólar, a plan, a premeditación. No me indigna que los gringos reclamen, reconozco que son hipocritas y que sus caricaturas han sido en extremo racistas hacia nosotros, nos han estereotipado y ahora vienen, se agarran de la cintura, y se ofenden. No es eso lo que me indigna, temo diatribas en mi contra pero: qué hace Memín Pinguín en una estampilla; sé abundan sus fanáticos, pero ni la tercera parte de quienes ahora lo defienden han leído más de un número de tal revista que, además cabe decir, en mi opinión particular, es infame. En fin; mejor me voy a mi pueblo en donde, por cierto, el racismo es abierto y bien recibido por los gringos, cosa de todos los días y por la que jamás se ha ofendido mexicano alguno. Coincidencias.

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