2/20/2006

Hace un año escuchaba, desde aquí, la lluvia, la calle, los autos salpicando a la gente y bebía café y reflexionaba acerca de, ahora lo sé, la narrativa en clave; y, antes de encender la tv e intentar explicarme o solazarme o rendirme, antes de encenderla vi hacia atrás y vi que la ventana era, o digo, es el mundo, es el reflejo; y entonces tragué saliva, recuerdo, me apreté la nariz, sequé el sudor, saqué mi brazo a la calle y lo agité y nadie contestó, recuerdo, y todos caminaban. ¿A dónde iban? ¿A dónde van ahora? Agité más fuerte mi brazo, recuerdo, y fue menor el impacto. Me decepcioné. Siempre me ha decepcionado la calle, pensé y bebí café. Después de un minuto sonó el timbre. Abrí. El señor de los pollos me había observado, me preguntó si algo me perturbaba, si estaba en peligro. Le obsequié mi gratitud y se calmó.
Hace un año, pues, que conozco al señor de los pollos. Hemos conversado, o yo he conversado y él, escuchado con la perniciosa sonrisa que lo distingue, y regañado, y él a mí, en fin, hemos discutido casi cada sábado que parece domingo.
Y el señor de los pollos es un tipo amable, cómico. A pesar de que ha comentado que, debido a mi peculiar forma de decirle e incluso convencerle de que ha estado equivocado toda su vida y que es un tipo iluso e intolerante, debido a eso trata en lo posible de disfrutar cada una de mis desdichas, pide a alguno de sus inservibles, según yo, santos, que me tropiece, que mi piel o mi cerebro estalle y mis arrogantes sesos se desparramen y compongan un bello mosaico. A pesar de que eso ha comentado también ha dicho, recuerdo, que soy bienvenido, y es más, que tengo descuento vitalicio en su pollería.
Y eso se explica pues para el señor de los pollos yo soy un ruido agradable que parecen ideas, como un motor, dice él, de un auto que se sabe que existe aunque no arranca, porque hace ruido, y eso me halaga. Y yo creo o quiero creer que cuando platico con él, con el señor de los pollos, mientras hablo de ideas, como él dice, creo o quiero creer que él piensa en su mujer o en mujeres o en futbol mientras yo repito, reitero, o doy vueltas sobre lo mismo y produzco un sonido agrable que parecen ideas, creo o quiero creer, que recuerdan o sueñan o hablan de un señor que vende pollos y no escucha y concluye con una frase que de un solo golpe, a ese entusiasmo frénetico que me hace hablar y hablar, a ese brío que me hace escribir y escribir y reiterar y repetir, a esa fuerza, creo o quiero creer, con una frase y de un sólo golpe, reitero, el señor de los pollos, a esa brío, frena.

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