Con la aguja daño el tacto
que de mis dedos proviene, el hilo
no eslabona ni es la bola
de donde surge el quejido del tejido.
Coso, zurzo y no logro al agujero
reunir por sus remiendos, ni unir
al estambre con la aguja como ciego.
Por el ojo angosto de la aguja veo que el hilo
es endeble y vacilo a embocarlo, a prenderlo del remedo,
cavilo y otra vez, como otro día, pierdo el hilo.
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